Reportes, Venezuela

“La crisis económica en Venezuela todavía sigue y no se ha superado”

Reporte Proiuris

Voces de los que se quedaron

Yusmersy tiene 3 hijos y un hijastro. Con su sueldo no puede cubrir lo esencial de su hogar. Su experiencia semanal con los servicios básicos se resume en idas y venidas del servicio eléctrico y el suministro de agua una sola vez por mes

“La crisis económica en Venezuela todavía sigue y no se ha superado. Nada, absolutamente nada ha cambiado, ni siquiera en el sector privado, porque con lo que uno gana en un trabajo privado, no alcanza ni para comer”. La postura de Yusmersy González es contundente cuando se le pregunta sobre la percepción de que la crisis humanitaria en Venezuela ha sido superada.

Ella tiene 37 años, una pareja, tres hijos y un hijastro. Todos viven juntos: Gingery, 18 años; Ninyely, de 17; Álvaro, de 15; y David, de 11. Seis en total. Además, de sus padres y sobrinos que viven en la misma cuadra de un barrio de la ciudad de Coro.

A diferencia de otras familias venezolanas, ningún miembro de los Valera González ha migrado forzosamente, lo que supone desafíos de subsistencia mucho más difíciles, debido a que no existe apoyo monetario derivado de las remesas.

Tomando datos de contexto nacional, la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas (UCAB), luego de aplicar la Encuesta de Condiciones de Vida anual, indicó que el número de migrantes que envían remesas a sus familias en Venezuela bajó de 59%, en 2021, a 49%, en 2022. La mayoría de ese dinero, -añade el estudio- lo usan las familias en Venezuela para cubrir gastos como mercado, medicamentos y educación.

Como una suerte de aliciente, Yusmersy se persigna y da gracias a Dios: “Mis hijos no tienen ninguna patología. Mis padres tampoco y al momento de enfermarse, con el esfuerzo de mi trabajo y el de mi esposo, compramos las medicinas y le hacemos los exámenes médicos”.

Reconoce que se trata de situaciones que modifican el presupuesto familiar y complican el acceso a alimentos como carnes y vegetales, que son los productos de la canasta familiar. “Igualito, nos apoyamos entre todos y le doy las gracias a Dios porque en esta situación que estamos viviendo, esto lo sobrellevamos poco a poco”, dice con sinceridad.

Como ocurre en gran parte del casco urbano de Falcón, la desidia gubernamental se manifiesta en el estado de las carreteras y la falta de señalización

Universidad para los suyos

Yusmersy es bachiller y se ha desempeñado como asistente administrativo. Un embarazo a sus veintes desvió su meta de transformarse en una licenciada en comunicación social venezolana. Maternar y atender las actividades del cuidado ha abarcado todo su tiempo. “Ahora que mis hijos están más grandes, he podido trabajar para ayudar a mi pareja desde hace un par de años atrás”, comenta.

Años atrás Yusmersy se desempeñaba como secretaria, “digamos que cubría como un 50 por ciento de los gastos. Podía con mis hijos ir a actividades de recreación al menos dos veces al mes. Comíamos una vez cada 15 días en la calle”.

A medida que se complicaban las finanzas familiares, Yusmersy sacaba de su lista de prioridades los pequeños gustos que les daba a sus hijos. “Ahora lo primordial es que estudien”, se sincera con voz de madre sabia.

“Bueno, ya mi hija va a salir de bachiller y creo que ahorita va a tener la oportunidad de ingresar a la universidad pública, que está dando las oportunidades a los bachilleres para ingresar”.

Mi hijo (de 15 años) estudia en una escuela pública y sí está viendo clase todos los días. Esta venezolana vuelve a dar gracias a Dios, porque el menor tiene maestro asignado, lo que le garantiza la permanencia en la institución.

Esto puede considerarse como una “anomalía” en Venezuela, debido a las paupérrimas condiciones en las que los docentes ejercen su labor. Solo a principios del 2023 permanecieron en protestas debido a los sueldos que no les permiten cubrir ni el 25% de la canasta familiar. 20 dólares, en promedio.

Aunque apenas un par de semanas atrás, el régimen venezolano anunció un ajuste salarial para maestros y maestras del sector público, la brecha entre sus sueldos y el costo de vida es abismal. Se necesaria alrededor de 15 salarios para cubrir lo mínimo como la alimentación.

Yusmersy también brinda su visión: “El salario de los maestros es pésimo, eso no le alcanza para nada”. Y sobre el futuro educativo de sus hijos, se aferra a la ilusión de que todos se gradúen de la universidad. “Si no pudieran asistir a la universidad me sentiría mal porque yo quiero que ellos se desarrollen, cumplan todas sus metas y sean unos profesionales.

Más anhelos salen de la falconiana: “Que no pasen necesidad y tengan su familia, que sean unas personas de bien y humildes”.

La familia se enfrenta a problemas constantes de suministro de agua. En un tanque procuran almacenarla

Todo está en deterioro

El sistema de salud, para Yusmersy, es pésimo. “No hay insumos médicos en los hospitales. Las instalaciones en situación crítica, no consigues nada; los exámenes médicos tienen que hacerse en laboratorios privados”.

En su caso, cuenta con un modesto seguro privado que le da esa flexibilidad de contar atención médica primaria y algunas especialidades, por cuenta de la empresa en la que labora.

Los servicios públicos son un poco deficientes en Venezuela, según sus palabras. Su experiencia semanal se resume en idas y venidas del servicio eléctrico; el suministro de agua una sola vez por mes y una infraestructura vial que agoniza. “La vialidad está malísima, todas las carreteras están deterioradas, los carros viven dañándose”, apunta.

Desde la perspectiva de González, es necesario volver al sistema donde cada usuario pagaba los servicios de manera mensual. “Hay que pagarlos para que tengamos una Venezuela digna, o sea, tenemos que pagar la electricidad para que tengamos una buena electricidad; tenemos que pagar el agua para que nos llegue agua todo el tiempo; pagar el gas para que tengamos fas, pero no lo estamos haciendo ahora que el gobierno lo pone y lo quita. No debería ser así”.

Mientras tanto, tanto ella como sus familiares, enfrentan los embates de un sistema que no les provee lo mínimo para realizar labores diarias de estudio, trabajo, aseo, limpieza o esparcimiento en el hogar. “A veces debemos comprar agua potable o bombillos recargables, para solucionar lo del día”.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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