Reportes, Venezuela

“Pido ayuda para una ligadura de trompas”

Yaxel Rondón, tiene 31 años y 5 hijos. Tras dar a luz al último, en el hospital le negaron este procedimiento “por ser muy joven todavía”.

Reporte Proiuris

Voces de los que se quedaron

Hace año y medio Yaxel Rondón dio a luz a su quinto hijo en la maternidad Castillo Plaza, de Maracaibo. Con 31 años y otros cuatro hijos, la zuliana solicitó la ligadura de trompas para frenar cualquier posibilidad de un nuevo embarazo.

“Quise que me cortaran, pero no me lo permitieron porque decían que era muy joven, que con mis 30 años no me podían cortar todavía las trompas”. Las altas condiciones de vulnerabilidad en las que viven Rondón y su familia imposibilitan el acceso a métodos anticonceptivos. Sin la provisión gratuita de estos artículos por parte del Estado, los riesgos de embarazos no deseados se disparan de manera alarmante.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en un comunicado de prensa, señaló que las mujeres y las personas gestantes venezolanas enfrentan cada vez más obstáculos para acceder a métodos anticonceptivos y de planificación familiar, como la escasez de varios métodos anticonceptivos en algunas regiones del país y el elevado costo para acceder a los métodos disponibles.

En el caso de Yaxel, ella ha estado pidiendo ayuda para un corte de trompas de Falopio, “pero bueno, como todo es por selección, por listados, eso se tarda bastante y bueno quisiera que de verdad me ayudaran con un corte de trompa para no tener más niños”.

Aunque no hay estadísticas actualizadas y de manejo público sobre esterilizaciones voluntarias realizadas en Venezuela, en algunos medios de comunicación médicos han confirmado que la demanda para este procedimiento ha crecido conforme se ha agudizado la crisis humanitaria en Venezuela. Por lo general, los requisitos primordiales es que la mujer tenga más de 4 hijos y sea bajos recursos. Yaxel cumple ambos criterios.

La CIDH cataloga la falta de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva en Venezuela como una violación de derechos humanos, debido a que impacta de forma desproporcionada en las mujeres y personas gestantes de todas las edades durante el embarazo y parto. Estas graves fallas y carencias en la prestación de servicios de salud materna que reciben las mujeres embarazadas en el país, se podría configurar como violencia obstétrica, según lo señalado por este organismo internacional.

El Fondo de Poblaciones de Naciones Unidas (FPNU), informó que Venezuela tiene 95 nacimientos por cada mil adolescentes entre 15 y 19 años, en un contexto de políticas públicas ausentes y sin información actualizada, una de las tasas más altas de Latinoamérica.

Las condiciones de la vivienda están lejos de ser digna para sus hijos. El salario de su esposo les impide modificar la estructura de la casa.

La lucha diaria por la comida y el estudio de sus hijos

En el hogar de Yaxel, el único que trabaja es su esposo “y con lo que él obtiene es para comer, pagar algunas deudas y medio comprar lo que se necesita: que si una ropita, que si pagar las escuelas y pagar las tiendas (lo que se fía) y así”.

El mayor de sus hijos tiene 14 años y estudia en un liceo técnico llamado Anselmo Belloso. El segundo hijo tiene siete y va a segundo grado en la escuela Santiago Ramón Ycajal. Tiene otros dos de 5 y 4 años, ambos estudian en un preescolar. El último, de 13 meses, todavía está bajo su cuidado exclusivo.

Un día normal de Yaxel inicia a las 5:00 de la mañana. Alista a sus hijos para la escuela. Lo que haya en la nevera se los sirve en el desayuno y los conduce a los centros de estudio.

Un tajo de sinceridad sale de ella: “Bueno en realidad a veces hay para comer, como a veces no. Hay veces que se van a pie, otras se van en carro…. A veces no los envío porque no tengo para  la comida como tal, pero bueno para adelante”.

Tanto ella como su esposo e hijos asisten a una congregación de la iglesia cristiana en el barrio donde viven. Ella se dirige a sí misma como “Servidora de Cristo”. Y esa devoción tiene una raíz: “Cuando inició la crisis, en el 2014 más o menos, me aferré al Señor, busqué de él y empecé a centrarme en ayudar a mi esposo, a buscar el sustento para nuestros hijos”.

Las emociones de invaden y con melancolía admite que “muchas veces fui de casa en casa a pedir, con un poco de pena, pero bueno, la pena lo de menos y luego él empezó a trabajar. No era mucho, pero nos ayudaba”.

Al hablar del sistema educativo de su hijo mayor, admite que en la escuela donde estudia muy poco dan clase de clases. “Tres días sí, dos días no. Luego la siguiente semana le dan dos días sí, tres días no. De verdad que ahorita eso le perjudica, porque algunos profesores no van a la escuela. Eso le quita notas y conocimientos. Entonces le pueden quedar materia.

Ella continúa detallando la compleja situación educativa del mayor de sus hijos: “Él no está ubicado en un grado o un salón como tal. Los profesores no le dan el horario completo como es debido, a veces lo sueltan temprano, a veces no le dan clase, hay veces que congelan las clases por paro por días de fiestas nacionales por X cosas que ellos coloquen”.

La familia vive en una barriada de Maracaibo, que no tiene pavimentación

Añoranza por la Venezuela de antes

“De la Venezuela de antes extraño la unidad que había, porque a pesar de todas las cosas que se vivían, existía mucha unidad. Había mucha gente amistosa, mucha gente con amor, con humildad”, comparte la joven zuliana, desde su modesto hogar en una barriada de Maracaibo.

Su sueño para el país es que haya gente con mucha humildad y menos maldad; que haya gente con mucho entendimiento y sabiduría, no con malicia, con cosas que dañen a otras personas, “que sean verdaderamente sinceras y que se ayuden unos a otros mutuamente”.

Sabe que dentro de Venezuela hay muchas familias como la suya pasándola mal, sin las garantías mínimas del Estado para contar con salud y educación digna. Por eso su forma de apaciguar las tormentas es aferrarse a Dios “que me dé fortaleza y sabiduría para seguir batallando en donde esté”.

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