Reportes, Venezuela

La batalla diaria de Ruth contra el Alzheimer en Venezuela

Reporte Proiuris

Voces de los que se quedaron

*Ruth es una adulta mayor carabobeña que sufre Alzheimer en etapa intermedia. Su hija, desde el exterior, narra el drama de estar separadas y no poderla cuidar

A la protagonista de esta historia la llamaremos Ruth, por respeto a su privacidad y la de sus familiares. Reside en Naguanagua, en el estado Carabobo. Allí ha vivido toda su vida y fue donde fundó su hogar, en el que les brindó cobijo, cuidados y protección a sus cuatro hijos.

Aunque nunca firmó los papeles de divorcio; en la década de los 70 se separó de su pareja; un hombre que ejerció por cerca de 15 años violencia física y psicológica sobre ella. “Mujeriego y tomador”, se limita a describirlo su hija Laura.

Ruth nunca recibió atención psicológica por los traumas vividos. “Siento que en aquella época era una conducta normalizada los gritos, empujones y maltrato hacia la pareja y los hijos por parte de los padres proveedores”, opina Laura.

El quiebre de la relación matrimonial provocó un distanciamiento entre el padre y los hijos de Ruth. El hombre se mudó a Valencia y a los pocos años inició otra relación en la que nacieron otros 3 niños.

En Naguanagua, Ruth trabajó en una clínica del municipio, hasta que logró su jubilación. Con eso le dio educación básica y diversificada a los 4. El mayor, Francisco, hizo algunos cursos técnicos para unirse a la industria petrolera. Laura se graduó de administradora. Pedro, el tercero, se formó en barbería y Carlo logró convertirse en piloto de la fuerza armada.

La OMS calcula que cerca de 55 millones de personas en el mundo padecen de algún tipo de demencia.

Una tragedia que cambió la dinámica familiar

En la familia de Ruth pocas veces ocurrieron eventos traumáticos, que pudieran afectar la dinámica familiar. Un accidente en moto de Francisco; el primer embarazo de Laura, a los 20 (sin haberse casado) o una calumnia de traición a la fuerza armada hacia Carlo fueron los momentos de mayor estrés para Ruth. Pero ninguno como lo ocurrido en el 2017.

Un sábado de octubre, la adulta mayor tocó la puerta de la barbería de su hijo Pedro, que quedaba al lado de su casa. Por varios minutos lo llamó, pero no salía, a pesar de que las luces estaban encendidas. Llamó a su otro hijo para que la ayudara a abrir. Lo que vieron sus ojos fue una pesadilla para cualquier madre en el mundo.

Pedro yacía inerte boca abajo, en medio de un charco de sangre seca; envases de productos de belleza derramados y espejos rotos por todo el salón. “Hijo, levántate, resiste, tienes que vivir”, gritaba Ruth, conmocionada.

Aunque la madre pedía a gritos una ambulancia, su hijo mayor y los vecinos confirmaron la peor de las noticias: Pedro no tenía signos vitales.

“Ese fue el punto de quiebre para ella. No volvió a ser la misma. Aunque tratamos de llevarla a terapia psicológica, ella nunca aceptó. Desde entonces habla de Pedro como si estuviera vivo, cuidando cada una de sus pertenencias, yendo al cementerio regularmente”, aporta Laura, con el duelo todavía vivo, por el cruel asesinato de su hermano.

La investigación policial arrojó varias hipótesis: Asesinato por venganza o por deudas económicas. Laura fue más allá. Se pagó a un investigador privado, se recolectaron los videos de vigilancia que había en la cuadra y se rastrearon por Marketplace de Facebook los artefactos eléctricos y electrónicos (equipo de sonido, secadores, planchas, máquinas de afeitar, lámparas y una laptops) que robaron el día del crimen.

Todas las pruebas apuntaron a un vecino que ya arrastraba antecedentes penales por robo y hurto. Pero la Policía cerró el caso. “Imagínense lo que mi mamá ha vivido. Saber que el asesino de su hijo favorito sigue suelto y feliz en la calle. Es un duelo y una indignación grande. Hasta fuimos amenazados por la familia de ese delincuente para que desistiéramos del caso”.

 

La ausencia del hijo favorito hizo mella en Ruth

Pedro siempre fue el hijo que recibió más cuidados y protección en la familia y no era un secreto para ninguno de los tres hijos de Ruth. Laura lo explica: “Desde pequeño mi hermano recibió rechazos y comentarios discriminatorios por parte de vecinos y hasta de la familia de mi papá. Todo porque era homosexual”.

En una investigación publicada por la BBC de Londres, Jessica Griffin, profesora asociada de psiquiatría y pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts, en Estados Unidos, explicó que no todos los padres tienen hijos favoritos; pero muchos otros sí (…) Los datos sugieren que las madres, en particular, muestran favoritismo hacia los niños que tienen valores similares a los suyos y que se involucran más con la familia, por encima de cualidades como ser muy ambiciosos o motivados por su carrera profesional.

“Por eso mi mamá lo cuidaba mucho más que a nosotros. A pesar de que ya era un hombre de más de 50 años, vivía todavía con mamá y era quien la cuidaba también. Con la barbería mantenía la casa y estaba muy pendiente de las medicinas de ella. Eran uno para el otro”.

Los cambios de humor y el aislamiento social que comenzó a experimentar Ruth siempre fueron relacionados con el duelo por la muerte de su hijo. En plena crisis humanitaria venezolana, donde el agua y la luz llegaban de forma intermitente a Naguanagua y el acceso a la salud sigue siendo un derecho “robado”, había cosas más urgentes que resolver en la casa de Ruth.

“Yo trabajaba día y noche para lograr que ella tuviera todos los días que comer. En noviembre del 2018 decidí viajar con mis hijos menores a Kissimmee, en Florida a pasar vacaciones. Allá ya vivía mi hija mayor, después que fue obligada a dejar Venezuela”.

El apagón de 5 días en Venezuela, en marzo del 2019, hizo que Laura tomara la drástica decisión de quedarse en Estados Unidos. “Mis hijos, apenas adolescentes y con asperger, no tenían ningún futuro en Venezuela. Inicié así el proceso de solicitud de asilo”. Han transcurrido 5 años separada físicamente de su madre.

Las condiciones del hospital Psiquiátrico de Caracas es un reflejo de la crisis de salud en Venezuela. Foto: EFE

Alzheimer, el trastorno que acaba con la vida de Ruth

Ruth recibió otro golpe. Sin el regreso de Laura a Venezuela, el hijo mayor, Franco, comenzó a hacer la veces de cuidador de la señora, de 78 años. Nuevos síntomas de Alzheimer empezaron a ser detectados. En el 2020 mientras asistía a la iglesia, Ruth se desorientó y se perdió del camino.

Luego de varias horas buscándola por todo el municipio; un policía la reconoció y la trasladó a la iglesia. Allí el sacerdote contactó con Franco. Al siguiente día Ruth fue llevada a una revisión médica. Exámenes posteriores (pagados desde Estados Unidos por Laura) confirmaron el diagnóstico: Alzheimer.

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2021, que publica la Ucab, indicó que en Venezuela existen 65 personas dependientes por cada 100 venezolanos en edad para trabajar, entre menores de 15 años y mayores de 60 años. Ruth es una de estas adultas mayores.

Su hija indagó sobre algunas casas hogar que reciben a personas con trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer. La cuota mensual más económica no bajaba de 1.500 dólares mensuales; sin incluir adicionales como elementos de aprendizaje, ropa, productos de aseo personal, ni exámenes médicos especializados.

“Ahora es Franco quien la cuida; pero él es hombre y no tiene la paciencia de controlarla cuando a ella le dan los episodios de agresividad o de insomnio. Es un dolor grande, porque cuando está lúcida, me reclama, acusándome de la que abandonamos. Eso no se lo deseo a nadie”. Laura se quiebra y por la llamada de WhatsApp hay un silencio.

Un minuto después respira hondo y continúa: “Mi mamá va a morir en Venezuela y yo me tendré que quedar con ese último abrazo que nos dimos en el 2018. No poderla acompañar es una maldición para mí. ¿Cómo es posible que por una dictadura yo no pueda despedirme de ella?”, se recrimina.

Los adultos mayores en Venezuela, como Ruth, le entregaron su vida laboral al país. Ahora se encuentran en total desatención. Foto: El Nacional

Enfermedades neurodegenerativas, un problema de salud pública en Venezuela

La agencia de noticias internacional EFE recogió los datos aportados por la presidenta de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría (SVP), Petra Aponte, sobre el problema de las enfermedades neurodegenerativas en Venezuela.

“Las enfermedades neurodegenerativas deben ser consideradas en el territorio nacional como un problema de salud pública”.

Pero el nivel de deterioro del sistema público de salud en Venezuela es tal, que no hay forma de cubrir con personal, equipos ni recursos, las atenciones que necesitan cientos de pacientes.

Como una alternativa -o pañito de agua tibia, como lo llama Laura- la familia está buscando un curso para cuidadores, en el que Franco participe para que aprenda diferentes estrategias de cuidado para los últimos días de su madre con Alzheimer.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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