Reportes, Venezuela

“Todos los días le rezo a Dios para que no me de nada, porque yo no sé dónde iría”

Sus hijos forman parte de las personas que han sido expulsados de Venezuela por la crisis. Ella vive sola y trata de suplir, con la ayuda de ellos  lo necesario para vivir dignamente. Sus ingresos no le alcanzan para cubrir sus necesidades. Teme tener alguna emergencia médica, no sabría dónde acudir.

Reporte Proiuris

Voces de los que se quedaron

Gloria se ríe a carcajadas en la menor oportunidad posible. Aplica aquello de “al mal tiempo buena cara”, pero sus ojos muestran otra cosa. Camina con dificultad, sus gestos y mirada denotan que está adolorida, aunque lo disimula muy bien. Ese dolor en parte es físico, a sus 76 años, esta zuliana de nacimiento, jubilada de la principal empresa petrolera venezolana (PDVSA) tras 40 años de servicio, vive sola en el municipio Libertador del Distrito Capital en Venezuela, o como dice ella “con Dios y la Virgen”.

Según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cendas), en Venezuela la Canasta Alimentaria Familiar de octubre se ubicó en USD 459,08. El ingreso económico mensual de Gloria es la pensión de vejes del Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS), el cual equivale aproximadamente a USD 12.12 y su jubilación de PDVSA que son aproximadamente USD 100. Aunque nos dice orgullosa, “hago mis tres comidas diarias”, todo su presupuesto mensual se va en comida sin poder darse lujos, como por ejemplo, el helado de chocolate mensual que se regalaba.

Otras de las cosas que suprimió fueron las salidas de esparcimiento. Atrás quedaron las idas al cine y al teatro con sus amigas. Gloria es una mujer muy sociable, así se describe. Los 40 metros donde vive se hacen más pequeños, por las horas que pasa ahí sin poder salir. Hoy su única “distracción” es ir a misa los domingos. Sus dos hijos, ambos viviendo fuera de Venezuela, suplen mensualmente los gastos de medicamentos, las visitas al médico, los productos de aseo personal, la ropa, el calzado y las emergencias. Como ella dice, “no los voy a molestar por estas tonterías de salir o comerme un helado”.

Por más superficiales que parezcan lo que Gloria considera como “lujos”, son actividades cotidianas que contribuyen a la salud mental. De hecho, una investigación realizada en la Universidad de California, en Estados Unidos, demostró que el aislamiento social y la soledad pueden tener un impacto físico y psicológico negativo para los adultos mayores. Ellos sufren más el riesgo de depresión, deterioro cognitivo y problemas de salud, como las enfermedades del corazón. Si bien es ley de vida que los hijos partan de la casa, las actuales condiciones en Venezuela hacen que los adultos mayores no sean capaces de vivir de sus ingresos propios y les impide llevar una vida activa física y psicológicamente.

Fotos: Proiuris

La salud es un tema aparte.

De todos los derechos a los cuales Gloria tiene dificultad para acceder, el derecho a la salud es el más precario y paradójicamente el más necesario para ella. Las carencias del sistema de salud público por años existentes se han maximizado con la emergencia humanitaria compleja que atraviesa el país.  Gloría es consciente de ellas, por esos nos confiesa que ella no sabría a donde ir si tuviera una complicación de salud.

Por experiencia propia, en el año 2018 una caída causo que se le fracturaran los dos fémures. Requirió operación, dos implantes y varios meses de rehabilitación para recuperar su capacidad de caminar. Todos los gastos fueron cubiertos por sus hijos, quienes también debieron contratar a personas para que la asistieran durante la recuperación. “Hoy solo le rezo a Dios que no me pase nada, porque no sabría dónde ir”, nos dice con cara desencajada.

Fotos: Proiuris

Atrás quedaron los días en que Gloria contaba con una póliza de salud a todo riesgo que le pagaban en PDVSA estando ya jubilada. No solo la atendían de rutina, sino en emergencias cubriendo todos los gastos y medicamentos. Gloria puede dar testimonio de la decadencia en que ha caído Venezuela en los últimos años, en los que cada vez se vive peor. Con nostalgia dijo, “y uno se acostumbra, esto no es normal esto no es vida”.

Cuando se le pregunta a Gloria que es lo primero que se necesita resolver en Venezuela sorprende que no hable de las carencias en salud, alimentación o de servicios básicos. Nos habla de la falta de valores, del civismo, del respeto. Esto es entre otras cosas, lo que la mantiene en su casa. Nos ha dicho “me han gritado vieja loca, por pedir que no se coman la luz del semáforo mientras cruzo la calle”. Esta violencia quizás sea además el reflejo de la crisis que se vive, de las violaciones que a diario experimentan los venezolanos y de un cambio de prioridades por las dificultades a los que son sometidos.

Gloria se despide poniéndose a la orden y expresando gentilmente que ella ayudaría en lo que le fuera posible. Está ávida de seguir viviendo y se niega a rendirse ante todas las dificultades del día a día. A todo lo que ella y sus hijos deben suplir por incompetencia del Estado para tratar de tener una existencia digna en esta etapa de su vida.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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