Reportes, Venezuela

‘Si no comemos carne es porque el dinero no alcanza’

Yarlenys tiene 40 años. La única de sus hermanos en Venezuela. Le toco lidiar con la enfermedad y muerte de su madre. Vive con su esposo y tres hijos. Ella, su esposo y su hijo mayor trabajan. Sin embargo, nos cuenta, que hay «lujos» que no se pueden dar, como comer proteína animal

Reporte Proiuris

Voces de los que se quedaron

Su voz se quiebra al pensar y al nombrar a sus dos hermanos. Ambos huyeron de Venezuela, tras la crisis humanitaria que ha movido a más de 7 millones de venezolanos a salir de su país, según el último reporte de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes (R4V).
Antes de que ellos migraran Yarlenys Amaya, de 40 años, disfrutaba de cada instante en familia. El amor por esos momentos los lleva en su corazón, pero recordarlos le hace sentir a su vez el profundo vacío de estar sin ellos: César y Omarlen.
Sigue viviendo en Maracaibo en la casa familiar, dónde los tres crecieron al lado de su madre, quien falleció en medio de pandemia y cuyo duelo Yarlenys tuvo que afrontar sola sin sus hermanos.
«La soledad es horrible el no estar con la familia. El tener que haber vivido la muerte de mi mamá sola y mis hermanos a la distancia. El no tener un apoyo, porque no es lo mismo el apoyo de un esposo al de un hermano. El no poder verlos es algo fuerte, el que se quede uno sola sin familia, por lo menos a mí me pega, porque yo he sentido el apego ese familiar. A mí me duele mi familia», sostiene entre lágrimas.
La carga emocional que viven los venezolanos que quedan en el país son fuertes, así como lo describe y lo siente en carne propia Yarlenys. La parte psicológica se ve sentida sobre quienes se van y sobre los que se quedan.
En el estudio ‘Vivencia subjetiva del duelo por migración de un familiar’ de la Escuela de Psicología de la Universidad Central de Venezuela (UCV) ha adelantado precisa que las personas involucradas refieren muchas emociones encontradas, entre las que destacan una fuerte decepción e ira hacia el país.
“Conlleva un dolor profundo asociado a la soledad; pues el que permanece en el país, también se queda con todas las vivencias aferradas a ese espacio físico que sigue ocupando, y por tanto recuerda y revive constantemente en cada espacio que frecuenta y se desenvuelve en su día a día”, dicen parte de las conclusiones de la investigación.
Ella comparte su vida con sus tres hijos y su esposo, pero sostiene que aun así siente una profunda soledad al no estar con sus hermanos y sus seis sobrinos.

No comemos carne

Comer proteínas de origen animal como carne, pollo, cerdo y pescado es un lujo en el hogar de Yarlenys, así como lo es para cientos de miles de familias en Venezuela.

«Si no comemos carne es porque el dinero no alcanza, un kilo de carne, te vale entre 6 a 7 dólares, un pollo te sale 5 dólares. Ese es el costo que se maneja aquí en Maracaibo de los precios de la carne, el pollo y un cartón de huevo también te vale 5 dólares. Ese es el problema y él por qué no comemos carne», cuenta está marabina.

“Comemos normal arepa con mantequilla, mantequilla y queso, carne muy poca. Mis hijos unos comen arroz con huevo y cosas así de vez en cuando carne o pollo”, dice.

En el Informe sobre la Amenaza Ecológica (IAE), elaborado por el australiano Instituto para la Economía y la Paz (IEP) con datos de Lloyd’s Register Foundation World Risk Poll, se destaca que hay 27 Estados, 23 de ellos en África y Oriente Medio, que están en un punto crítico en temas de desnutrición. Venezuela figura en la posición 27, en América Latina.

Sobre este aspecto, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), advirtió sobre la crisis de personas desnutridas en el mundo, y destacó que uno de los países más seriamente afectados es Venezuela, “donde los niveles de nutrición de los niños menores de cinco años ya son comparables con los de los países más pobres del planeta”.

En el hogar de Yarlenys trabaja ella vendiendo comida rápida en su propia casa, por las noches; su esposo que labora como carnicero, y su hijo mayor, de 20 años, quien no ha podido continuar con sus estudios universitarios por apoyar en el hogar.

«Mi esposo trabaja y Abraham también trabaja en un lugar nocturno, llamado discoteca, lo que le pagan por cuatro días son 20 dólares y llega a todas las mañanas mi pobre hijo, que por los problemas del país no ha podido ingresar a una universidad y tampoco hemos tenido cómo pagarle. Mi esposo también trabaja, trabajo yo desde mi casa y aún no alcanza», enfatiza ella.

En la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2021 (Encovi) de los venezolanos refiere que, así como Abraham (20 años) (hijo mayor de Yarlenys) hay muchos jóvenes resilientes venezolanos que han tenido que hacer a un lado sus sueños de estudiar a nivel profesional por empezar a trabajar para ayudar en sus hogares.

En análisis hecho por Encovi señala que el panorama para los jóvenes de 18 a 24 años no es bueno en temas relacionados con la educación, porque el acceso a la enseñanza universitaria también se ha reducido. “Hay una movilidad desde la educación privada imposible de atender por las instituciones públicas. Debilidades para el desarrollo de educación a distancia. La exclusión es mayor entre los hombres jóvenes”, precisa.

Refiere el documento que los hogares venezolanos han buscado maximizar el aprovechamiento de su fuerza de trabajo para compensar la merma de los ingresos familiares.

Necesidad más sentida

El bajo poder adquisitivo es una de las necesidades más sentidas para Yarlenys Amaya.

El Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), una organización independiente de expertos económicos, explica que una familia venezolana conformada por cuatro miembros necesita 117,14 bolívares o US$21,85 semanales para cubrir la carga calórica de supervivencia, que equivale a 60% de sus necesidades alimenticias.

El sueldo mínimo en Venezuela está por el orden de los 00 dólares al mes.

«La necesidad en Venezuela que puedo tener es la falta de alimento, porque es muy poco el dinero, no alcanza por muchas personas que podamos trabajar en este núcleo familiar no alcanza. Obviamente, no pido que la comida sea regalada pero sí que el pago sea un poco mejor, o sea, para que uno en Venezuela pueda tener mejor calidad de vida. Es la única necesidad que como venezolano o maracucho puede tener ahorita aquí, ya que cada día todo está demasiado caro, es imposible de obtener cualquier cosa para poder comer bien», detalla la mujer marabina.

Ella suma a este problema el tema de los servicios públicos, que cada día están en más precariedad.

“El agua llega muy poco, no hay servicio potable el agua y cuando llega eso parece Toddy. La electricidad es horrible cada día peor, porque te la quitan tres veces al día, y el servicio del gas a uno le toca pagar para obtenerlo, pero si es por el gobierno fuera nos morimos comprando gas por bombona”, cuenta.

No quiero migrar

Yarlenys nunca ha pensado migrar, a pesar de que sus seres queridos más cercanos de sangre, luego de sus hijos, están fuera de Venezuela.

“Nunca he pensado yo emigrar porque debe ser fuerte dejar lo que uno aquí logra, pues y de verdad me da temor tener que irme y aparte que no hay los recursos como para decidir emigrar. Yo prefiero quedarme aquí en Venezuela seguir luchando, así como lo he hecho sola y salir adelante”, sostiene.

Su hermano mayor tuvo que emigrar a España pidiendo asilo político. Vive desde hace 8 años en el continente europeo, pero de esos 8 años tuvo que esperar 4 años para llevarse a su familia, es decir, esposa y los 4 sobrinos de Yarlenys.

“Mi hermano menor le tocó emigrar a Chile con su esposa y sus hijas, tiene relativamente cuatro años fuera de Venezuela”, contó.

Las esperanzas de Yarlenys es que la situación del país mejoren para volver a reencontrarse con sus afectos, por ahora le toca solo por medio de video-llamadas, mensajes, videos y fotografías verlos y sentirlos desde la distancia.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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