Reportes, Venezuela

Responsabilidad cedida: los desafíos de una abuela para mantener la normalidad de sus nietos

Reporte Proiuris

Voces de los que se quedaron 

El día de Ofelia* comienza bien temprano. Sale de la cama primero que todos los miembros de su familia, prepara el desayuno, calienta agua para el baño y despierta a sus dos nietos. Los asiste para que se bañen, se vistan, desayunen y salgan con ella al colegio. Esto lo hace todos los días desde hace aproximadamente 5 años, cuando la migración forzada cambio la dinámica de sus dos hijos y ella pasó a formar parte fundamental de la crianza de sus nietos.

Por las tardes la rutina continúa, los recibe con agua caliente para otro baño, les da almuerzo y los pone a dormir una siesta para luego llevarlos a donde una vecina que los ayuda a hacer las tareas. Nos cuenta que es ella la que se encarga de que tengan ropa limpia y planchada. Es quien cuida porque tengan sus uniformes completos, quien está pendiente de sus útiles escolares y de hacerles una fiestita cuando cumplen años. El esposo de Ofelia, abuelo de los primos, es quien corre con los gastos principales. En palabras suyas, “a mis hijos no les está yendo bien y nos toca meter la mano”.

Ofelia vive en un pueblo de la región andina venezolana, una zona del país que tiene costumbres muy marcadas y con dinámicas un tanto diferentes. La familia y el trabajo duro definen el día a día de los andinos venezolanos. En el relato de Ofelia se percibe que busca a toda medida que sus nietos crezcan en un entorno familiar y que no les falte nada. El esposo de Ofelia, con la ayuda de uno de sus hijos, vive de un oficio que según ella no se ha visto tan afectada por la crisis que les permite comer a ella y a sus nietos.

A mamá se le extraña más

Los nietos de Ofelia no llegan a los 10 años y tienen algo en común. Uno de sus padres si bien no vive con ellos, se encuentra en Venezuela y los ve con cierta frecuencia. El otro está en Colombia, donde se vio forzado a migrar por la crisis humanitaria compleja que atraviesa Venezuela y por las pocas oportunidades de progreso que les brindaba el pueblo donde vivían. Hay, sin embargo, una gran diferencia entre ambos,  la mamá de uno es la que está en Colombia.

Si bien ambos extrañan al progenitor que se vio forzado a migrar Ofelia comenta, “yo veo que el que tiene la mamá afuera lo lleva peor. (…) Menos mal que mi niño es pilas y sabe usar el teléfono y está siempre hablando con la mamá”. No obstante, ella nos cuenta que en el fondo no hay tan buena comunicación. De hecho, que el niño se enteró por accidente que su mamá se había vuelto a casar.

“Yo le he dicho a mi hijo, su papá el que vive aquí, que lo lleve a un psicólogo y lo están llevando, porque yo no sé de eso. Yo a veces voy al colegio y hablo con la maestra, pero siento que es poco lo que puedo hacer”. Para Ofelia no es fácil sobre llevar la situación de su nieto, principalmente porque se siente sin las herramientas para ayudarlo. Nos cuenta conmovida que el niño teme que la mamá tenga otro hijo y se olvide de él.

Este fenómeno en cifras

Cecodap, organización dedicada a la promoción y defensa de los derechos de los niños, niñas y adolescentes en Venezuela estimó en 2020 que 839,059 niños quedaron en manos de otros familiares que no eran sus padres por causa de la migración forzada.

Los niños dejados atrás en Venezuela son de edades comprendidas entre 3 y 7 años, de los cuales el 40% de ellos queda en manos de abuelos de entre 50 y 60 años, mientras que el otro porcentaje es dejado en casas de tíos, padrinos e incluso, hasta vecinos o con uno de los padres.

Una psicóloga de la misma organización explica que entre abuelo, padre y nieto hay una generación intermedia. Los padres pueden ser un poco más democráticos en las negociaciones de límites, por ejemplo; mientras que los abuelos están más acostumbrados a ser ellos los que pongan las reglas. Esto hace aún más cuesta arriba el día a día de los niños, además de la sensación de abandono pueden llegar a sentirse incomprendidos por sus abuelos.

Esta, como tantas otras, son realidades que muchas veces quedan opacas dentro de las dinámicas de movilidad humana, sobre todo cuando son en grandes dimensiones como el caso de la venezolana. Los Estados receptores deberían incluir en sus políticas de asistencia a migrantes y refugiados alternativas que faciliten la reunificación familiar y con ello tratar de palear este tipo de situaciones.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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