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Migrar y perseverar: la historia de una periodista venezolana que conquista a Colombia

Reporte Proiuris

Documentación Directa

El 20 de enero de 2018, la madre y esposa Milagros Palomares atravesó la frontera de Maicao junto a su marido y sus dos hijas pequeñitas. Dejaba atrás en Venezuela, a su papá y a cinco hermanos, además de un conspicuo cargo como sub editora de uno de los periódicos regionales más importantes del país, donde trabajaba desde el año 2004.

Ella sentía que la Emergencia Humanitaria Compleja que Venezuela atraviesa hoy día, y que en ese entonces comenzó a arreciar, la “expulsó”. A Milagros el sueldo mensual solo le alcanzaba para tres días de alimentación: “Pasé hambre junto con mi familia”, recuerda estoica.

La odisea de la escasez de alimentos

Con la llegada de su segunda hija en 2014, tuvo que enfrentar la escasez de insumos relacionados con la maternidad, no conseguía fórmulas lácteas ni pañales. “Hice filas en supermercados por más de seis horas, mi día a día se convirtió en una agonía para cubrir las necesidades más básicas”, describe Milagros, quien durante ese último año que vivió en Venezuela adelgazó alrededor de ocho kilos, “debido a la restricción alimentaria y los pocos nutrientes”. Relata que sentía mucha debilidad y agotamiento físico y mental.

Ella y su familia tuvieron la posibilidad de continuar consumiendo las tres comidas diarias, aunque admite que “eran muy deficientes”. El menú de aquel entonces daba cuenta de “solo arepas con mantequilla en el desayuno y cena, y en el almuerzo solo arroz y un guiso de mortadela rallada”. Los artículos de higiene como la crema dental también le resultaban de difícil acceso durante esa dura época, igualmente se complicó la posibilidad de obtener billetes en efectivo, “era un suplicio recorres cajeros bancarios”, relata Milagros.

El caos que ocasionaba la falla de los servicios públicos

La temperatura en Maracaibo puede arribar hasta los 34 grados. Allí vivía Milagros con su familia. Antes de migrar, padeció cortes en el suministro de electricidad prácticamente diarios. “En la mañana, o en la tarde, o en la madrugada: era nuestro pan de cada día”.

El servicio de agua funcionaba durante dos días sí, los siguientes dos no. Incluso, hubo temporadas en que pasaron hasta una semana sin éste, “nos tocaba comprar en cisternas los tanques”, narra con desazón.

“En cuanto a gas, teníamos cilindros de bombona de gas. Cuando se acababa, eso era también terrible, porque teníamos que buscarla en la zona industrial de Maracaibo, que era demasiado lejos. El carro se nos dañaba a cada rato y hacerle mantenimiento costaba demasiado”, apunta Milagros.

Pero las consecuencias más tensas las vivió con la falta de acceso a Internet. Justo antes de migrar, la periodista se desempeñó durante un buen tiempo como freelance.

“Trabajaba desde la casa, y resulta que como a los tres meses robaron los cables de la fibra óptica de Internet. Fue como lo peor que me había pasado en la vida, quedarme sin Internet, no podía trabajar, estaba de manos atadas. Entonces, para resolver le pedí ayuda a una vecina, me iba a su casa y me sentaba en el porche de su casa para conectarme al WiFi y así poder hacer algunas cosas”, señala Milagros como un episodio previo que abonó a su forzada decisión de salir de su tierra.

El oro para “resolver”, antes de la huida

“Recuerdo que una vez en diciembre después de recibir pago de utilidades y vacaciones no nos alcanzó para hacer la comida de la cena navideña. Un 24 de diciembre tuve que vender mi anillo de matrimonio. Y para poder hacerle una torta de cumpleaños a una de las niñas tuve que vender sus zarcillos de oro. Así resolvía”. Con tal humildad y resiliencia, Milagros describe dos de los hitos que marcaron sus últimos tiempos en Venezuela.

La decisión de huir no tardó en llegar, porque “no aguantaba más”. Se vio obligada a renunciar a su trabajo. Rememora que la liquidación apenas rindió “para sacarle el pasaporte a las niñas, renovar los nuestros y comprar comida para tres semanas”. La hiperinflación desmedida que añadía cada vez más dígitos a sus alarmantes cifras no dio tregua para nada más, después de 13 años de servicio consagrados a su vocación periodística.

Labrarse una nueva vida en otra tierra

Cuando Milagros y su familia arribaron a Colombia lo hicieron de la manera regular, sellaron pasaportes y entraron. Este ajuste a la norma, les permitió acceder de inmediato al PEP (Permiso Especial de Permanencia) en ese 2018, un documento que confería estatus regular a los venezolanos en esta nación.

De la misma manera, pudieron obtener sin problemas el actual Permiso por Protección Temporal que el Estado colombiano otorga a través de un documento plástico que abre una ventana de oportunidades mediante el debido acceso a derechos ciudadanos básicos y esenciales como venezolanos regulares en Colombia.

La perseverancia: una llave de recompensas

Si bien, Milagros y su familia sintieron un cambio positivo en sus vidas, la estabilización económica significó un desafío, incluso pagaba con mucho retraso el alquiler de su casa.

Admite que el acceso a necesidades básicas como la buena alimentación “mejoró”. Incluso, durante sus primeros días en Bogotá, sentía “ciertas compulsiones al ver la abundancia de productos”. Milagros podía ahora comer chocolates y compraba muchos productos de aseo como jabones y cremas para el cuerpo. Pero esto solo fue posible tras el sacrificio de no poder seguir dedicándose a la vocación que tan excelentemente ejercía en Venezuela.

Durante casi dos años, trabajó como manicurista, mientras encontraba la oportunidad de demostrar de qué estaba hecha. Igual, el amor por el periodismo prevalecía en el misionar de Milagros. A la par del arte de las uñas, seguía escribiendo para un sitio web que abordaba temas agropecuarios. De hecho, en mayo de 2019, ganó el premio Innovación y Calidad en Periodismo de la Red Latinoamericana de Periodistas Agropecuarios y del Caribe.

“Hacía las entrevistas por WhatsApp, cuando me quedaba tiempo en el spa de uñas. Y me gané el galardón que tenía que recibir en Lexintong (Estados Unidos) pero no pude viajar porque no tenía visa americana y no podía sacármela de forma exprés.  Nadie me aseguraba que me la aprobaran porque el Gobierno de Trump tenía restricciones fuertes para aprobarla a los venezolanos debido a la crisis Migratoria”.

Entre tanto, el acceso al derecho a la educación de sus hijas venezolanas en Colombia fue “inmediato, llegamos el 20 de enero y el 25 de enero ya ellas estaban comenzando el nuevo año escolar”. No hubo ninguna dilación en la consecución de los cupos escolares. “Gracias a Dios se adaptaron muy rápido al sistema de acá”, reconoce la orgullosa madre.

La convicción de una vocación como clave de integración

Al principio de su proceso migratorio, Milagros no pudo ayudar a la familia que tuvo que dejar en Venezuela. Pero después de casi dos años, logró conseguir un empleo formal como periodista en uno de los medios de comunicación de mayor trayectoria en Colombia. De allí en adelante, empezó a apoyar económicamente a su gente y su carrera profesional volvió a despegar con toda la fuerza de su resiliencia y la firmeza de su compromiso vocacional.

Primero fue redactora, luego editora y coordinadora de un proyecto comunicacional dedicado a la investigación sobre temas vinculados a la movilidad humana proveniente de Venezuela, asumidos como la crisis migratoria de mayor impacto en América.

Y ella, como verbigracia simbólica de lo positivo de este proceso social, volvió a ganar un premio en 2021. Esta vez uno de talla nacional y de los más importante para el país: el Simón Bolívar, con la publicación de una crónica sobre niños migrantes en la frontera colombo ecuatoriana en el marco de un especial que dimensiona los avatares y las consecuencias del desplazamiento forzado de las infancias a través del mapa suramericano.

Si se le pregunta si quisiera volver a Venezuela, la periodista Milagros Palomares que llegó a Colombia para aportar y seguir desarrollando su misión de vida profesional, solo atina a confesar: “Por ahora no lo contemplo. Ya me siento arraigada aquí y solo espero seguir trabajando por el futuro de mis niñas”.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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