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Huir por defender el pan en Venezuela: la historia de Pedro

Reporte Proiuris

Documentación Directa

Pedro* tiene 42 años. Está casado y tiene cinco hijos. Es un profesor venezolano que migró a Colombia el 21 de febrero del año 2018. En el país que lo recibió, cuenta con su Permiso Especial de Permanencia (PEP) y está a la espera del nuevo documento, el Permiso por Protección Temporal (PPT).

Lo que lo empujó a migrar  

Considera que se siente físicamente bien. Incluso, mentalmente, creo que también, porque ya ese duelo migratorio pasó”. En este sentido, recuerda el dolor de su esposa cuando su papá había quedado solo en Venezuela, lamentablemente falleció hace alrededor de un año y medio; de hecho, no pudo ir al entierro.

Por estas razones, para Pedro* la salud mental fue el eslabón más débil de la cadena de complejas circunstancias que vivía en Venezuela. “A mí me género una alopecia areata, por el estrés, me tumbaba el cabello. Yo sentía mucha tristeza, yo sentía día tras día que no podía hacer más para que mis hijos pudieran tener bienestar, y eso implicaba alimentación, recreación, que es casi imposible que los niños tengan en Venezuela, ropa. Y, por otro lado, la situación política que indudablemente era algo enfermizo para mí, era un problema de salud pública, social”.

Durante sus últimos tiempos en Venezuela, Pedro* estuvo colaborando con una fundación que ayudaba a niños con cáncer en Venezuela. “Esta fundación cada cierto tiempo les daba a mis hijos un regalo en alimentación o en vestido. Me decían: Mira, vas a ir a tal parte y vas a comprar la carne para un mes, e íbamos y había una persona de la fundación que pagaba todo lo yo que compraba y compraba para un mes. Cuando eso llegaba era un alivio. O cuando mis hijos recibían un par de zapatos, con lo complicado que ya estaba comprar un par de zapatos en Venezuela, pues para mí eso era una emoción. Pero no era lo que tú querías, porque si yo trabajo como para poder mantener a mi familia, ¿por qué no puedo?”.

Antes de migrar, Pedro* laboraba como coordinador de dos instituciones educativas en Venezuela. A pesar de los dos trabajos que tenía y de que la posición eran cargos directivos, el dinero no me alcanzaba en lo absoluto. Entonces, yo me rebuscaba haciendo otras cosas, vendiendo boletos aéreos, reparando computadoras y celulares, hacia cualquier cosa para poder llevar la comida, como quien dice, a la casa. Era muy complicado, el sueldo quincenal en Venezuela, me alcanzaba a mí para comprar un cartón de huevos, un pedacito de queso y un pollo. Yo siempre digo eso porque yo sacaba la cuenta y para eso era lo que me alcanzaba”.

En el año 2002, siendo parte de una instancia pública municipal, a Pedro* lo despiden por haber sido parte de la llamada Lista Tascón. Antes, le pidieron retirar su firma, él se negó.

Foto: Infobae

El detonante de la decisión de migrar

Todos estos altibajos, Pedro* pudo irlos sorteando. “Hasta que empezó la situación de la guerra del pan en Venezuela y yo quise defender la panadería que nos daba el pan, igualito la intervinieron. Yo salí a protestar, tuve muchas amenazas de los colectivos, lo que ocurrió al final fueron muchísimas amenazas, por donde pasaba era constante, que me iban a desaparecer, que yo tenía que callarme”.

Pedro* refiere que se trataba del colectivo La Piedrita y otros afines, todavía vigentes en Caracas. Además, recuerda un episodio en que se vio acechado por varios integrantes de este colectivo: Lo que pasa es que uno tiene como buenos amigos e hicieron como un túnel, como una cadeneta entre todos para que yo pudiera salir. Sal de aquí, porque te van a agarrar, me decían, y gracias a eso yo creo que no soy uno de los presos políticos del Helicoide, porque entre ellos me escondieron. Eso me género a mí como miedo”. Esto sucedió a finales del 2017.

La decisión de migrar de Pedro* tiene su punto de partida en este hecho. Él pudo salir un tiempo de la parroquia en la que vivía, regresó de nuevo, pero jamás volvió a sentirse seguro.

“Mucha presión, todo el tiempo te señalaban. Me sentía marcado donde me paraba. No pude comprar más en la panadería. Era una marca que yo tenía para las personas de ahí. Entonces, eso sumado a la situación económica, me dije: ¿Qué estoy haciendo aquí? Yo lo que estoy es perdiendo el tiempo. Y yo no era, no soy responsable nada más de mí, amo a mi país, pero por encima de mis hijos no”, reflexionaba.

La estabilidad que lo mantiene en Colombia

Actualmente, Pedro* tiene un muy buen empleo. Vive en una casa de dos habitaciones en la que comparte el baño con otra familia. Aquí recuerda que en Venezuela, tenía un apartamento de tres habitaciones, sala, comedor y cocina.

La profesión de Pedro* es la docencia, lo que probablemente ha influido en que sus niños no hayan perdido el hilo escolar incluso luego de haber migrado.

El primer lugar al que llegó con su esposa fue Bogotá, la capital de Colombia. “Allí logré hacer ese enlace con Secretaría de Educación, y a pesar de que estábamos aún irregulares, los aceptaron a todos en colegios”. En Ipiales, la ciudad fronteriza con Ecuador, donde actualmente vive, también ha podido mantenerlos estudiando. “Al llegar, me uní a un grupo de oración en la Iglesia, me encontré una profesora que era directora de un colegio y de una vez incorporo a los niños que ya tienen 3 años becados”, narra Pedro*.

“Solo tengo a uno de mis hijos que no me lo he podido traer para acá porque este año se gradúa. Gracias a Dios le ha ido muy bien. Está en la Sinfónica de cuerda pulsada y en semilleros musicales en Bogotá”.

Pedro*, en algunos momentos, ha pensado en volver a Venezuela, pero mientras tenga estabilidad no pienso regresar”.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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