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La historia de Betty: Luchar por sus hijos autistas, no la deja volver a su país

Reporte Proiuris

Documentación Directa

Betty* tiene 39 años, es de Maracaibo. Ahora vive en Riohacha, La Guajira, en Colombia. Tuvo que migrar hace alrededor de seis años, con sus tres hijos, su esposo y sus mascotas, porque en Venezuela ya no se siente segura. Sus dos niños varones tienen condición autista.

Al principio, empezó a viajar de manera pendular, desde su ciudad pasaba hacia el lado colombiano para trabajar temas de belleza. Este recorrido lo hacía superando sus más terribles miedos: “Después de que sales de Maracaibo, desde el Core 3 en adelante, tu vida está a merced de lo que uno se encuentra en ese camino. Viví muchas cosas en esas alcabalas, cosas que uno veía, cosas que comentaban las personas que viajaban, pero gracias a Dios que me guardó”.

Tal vez, la valentía de Betty fue fuertemente alentada por su intuición. Yo no sé si es que presiento las cosas o las anticipo, pero cuando comenzó el tema de las expropiaciones de las empresas, en la que trabajaba mi esposo era una de las de más años, como 80 y tantos años, producía el 60% del pollo para consumo del país, y ya en el estado Zulia le tenían el ojo puesto. Y yo le decía a mi esposo uno tiene que ir delante, ver, ir abriendo camino porque siempre como mujer a uno se le hace más fácil”.

Y en efecto, Betty, pese a sus temores, inició su proceso migratorio con movimientos pendulares, hasta que ya definitivamente fue inevitable el quedarse en Colombia. Resultó que llegó el punto en que fue necesario para proteger su propia vida.

La razón fundada de persecución

Todo empezó por el interés que instancias gubernamentales pusieron sobre una fundación dedicada a ayudar a familias con hijos en situación de discapacidad. Esta fundación estaba liderada por Betty. Su función era proveer fondos económicos para apoyar procesos médicos, educativos, de crianza y de todo tipo vinculados con la formación de niños autistas. El sentido de pertinencia con esta causa trasciende la vida de esta mujer, pues sus dos hijos mayores viven con esta condición.

Su idea estaba centrada en la autogestión, y se desarrollaba como un mercado o bazar. “Se volvió un grandísimo lugar donde la gente vendía sus cosas de segunda y también iba a comprar cosas mucho más económicas”, detalla.

“Ellos –los del Consejo Comunal-, vieron eso tan desarrollado que lo querían para ellos, querían que les pagara vacuna, y como yo no accedí a nada de eso, quisieron dizque hacerme una auditoría en mi casa. Un poco de hombres y mujeres queriendo meterse en mi casa, con mis hijos allí. Nosotros fuimos a buscar ayuda de una líder comunal pero resulta que era parte de ellos también. Tuvimos que ir a fiscalía a denunciar. De fiscalía nos tiraron, nos pelotearon a una intendencia. En la intendencia nos hicieron casi coacción, nos encerraron en un cuarto, nos pusieron a firmar, no nos dejaban salir”, relata Betty.

“Entonces, yo me volví un objetivo principal para ellos, para meterme presa, me mandaron a amenazar de muerte”, prosigue. “La actividad que teníamos era para pagarle los especialistas. Así los niños iban gratis a las terapias”, recuerda Betty.

“Me convertí en una perseguida política por el tema de la fundación, por el tema de mi liderazgo en la comunidad, por el reconocimiento que tenía, por el no pagarles una vacuna”, detalla.

Las formas de financiación con las que apoyaban a las familias con hijos autistas se basaban en talleres, cine foros, incluso en cuotas de colegios también colaboraba la fundación. Alcanzaron a hacer hasta un calendario para recaudar fondos, se paseaban por actividades artísticas y hasta gastronómicas, todo tipo de alternativas que pudieran generar ingresos para la fundación.

“Realmente no fue decisión. No tenía otra opción. No podía regresarme. Y económicamente, no tenía cómo irme para otra parte tampoco, ya aquí me conocían las personas, tenía mucha gente que me quería y todo. Y ahorita más que nunca tengo mucha gente que me quiere también, que me aprecia mucho. Entonces no era una elección, era la única opción”, asume Betty.

Los sueños nuevos

En territorio colombiano, Betty no deja de ser quién es. “Yo me veo apoyando a mujeres que han sido violentadas. Me veo apoyando a las mujeres de la comunidad LGBT. Me veo haciendo talleres de educación financiera, donde ya no nos hablen de emprendimiento sino de empresas, donde sean mujeres empresarias, que para poder salir del círculo de violencia tengan una libertad económica que se los permita”, proyecta.

De hecho, ya ha empezado a concretarlo con su organización enfocada en el body positive, Almas Diversas se llama. “Siento que con mis gordas he marcado un antes y un después aquí en la ciudad”, dice con orgullo.

“Hemos hecho actividades en las comunidades con madres cabezas de familia, les hacemos un día diferente donde las maquillamos, las peinamos, les enseñamos pasarela, le damos charlas hablamos sobre gordofobia, sobre corporalidad, hablamos sobre violencia médica, a la que somos muchas veces sujetas a por tener este tamaño y este cuerpo”, apunta Betty.

“Orientamos a las mujeres también sobre el derecho sexual y reproductivo. Realizamos unas pasarelas bombas, espectaculares, apoyamos a las mujeres emprendedoras que tienen marcas de ropa y de accesorios”, repasa como algunas de las actividades en las que ha incursionado en su nueva vida aquí en Colombia.

Fotos referenciales Nicolo Filoppo Rosso

Volver a la tierra que la vio nacer

“Yo extraño la Venezuela que ya no está. Entonces, ir a la Venezuela que está ahorita es no sentirme de allá. Sé que están volviendo cosas que siempre estuvieron, pero nosotros sabemos y tenemos que ser conscientes de que nada está mejorando”, lamenta.

“¿Qué gano yo con que haya un bodegón? Si yo me llevo dólares, yo consigo comida. Pero, si mi mamá se enferma, mi mamá es candidata a marcapasos, tendría que vender un riñón para comprarle un marcapasos”, contrapone con agudeza. “Sé que ahorita están volviendo algunas cosas que no impactan en calidad de vida realmente, porque solamente pueden los que tienen fe,  o sea familiares en el exterior que te envíen el dinero para ir a comprar”, remata Betty.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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