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Tibisay: la madre que sobrevive en Venezuela mientras extraña a sus hijos

Reporte Proiuris

Voces de los que se quedaron 

“La necesidad mía personal, primero en lo sentimental, te voy a hablar: Tener mi familia completa aquí, poder estar con todos mis hijos”, exclama Tibisay González, con sesenta años, un esposo y tres hijos migrantes -dos en Chile y una en Colombia-, de los cuatro que tiene.

“¡Cómo no recordarlo! Si eso fue bastante triste para mí. No es fácil que los hijos se vayan, sabemos que tienen que irse, pero no tan lejos, uno nunca quisiera”, repite.

Ella vive con su esposo en una zona de campo en los alrededores de Maracaibo, estado Zulia. Anteriormente, solían cosechar algunos rubros en su tierra, aprovechaban para vender o incluso regalar a los visitantes, pero con la crisis económica, se ha hecho imposible pagar el arado del terreno para poder trabajarlo.

“Al principio se sembraron casi dos hectáreas de yuca. Ahí se vendía algo y se consumía, para la familia y siempre se daba bendición al que llegaba, se le daba algo. Ahorita no hay siembra. También llegamos a cultivar maní, se hizo un comercio de eso, pero se ha parado todo por la economía, porque para sembrar hay que arar la tierra, hay que prepararla, ponerle los fertilizantes y no hay materia prima”, explica Tibisay. En estos momentos, tienen algo de plátano, yuca y lechosa que la pareja misma siembra con la ayuda económica de sus hijos.

Sobre la salud

Luego de la necesidad de estar con sus hijos, de extrañarlos todo el tiempo. A Tibisay también le inquieta su salud. “Además de hipertensa, sufro de los riñones, yo nací con riñones poliquísticos y, a raíz de eso he presentado problemas con cálculos que me lo inflaman y, tengo uno muy grande. He estado a punto de que me operen, pero Dios es tan grande que con tratamiento se me ha mejorado y todavía estoy aquí, porque en Venezuela una operación no es muy fácil de conseguirla, es bastante difícil”.

Para ella, “los médicos de aquí son excelentes, no puedo hablar de ellos, son muy humanitarios, pero no tienen los medios, todo escasea”. Y empieza a enumerar: “No hay aires acondicionados en los hospitales ni en la sala de recuperación. La complejidad de la luz, estamos en una situación tan caótica que en cualquier momento en un quirófano se les va la luz, quedan los médicos ahí a la deriva y es bastante difícil”.

Agrega que “no hay medicamentos. Las personas caen un hospital y tienen que conseguir todo, todo hay que llevarlo. Y hay personas que no tenemos muchas veces cómo comprar nada”.

A Tibisay la marcó la situación de su padre, quien murió hace tres años ya. “Se me hizo difícil en cuestión de conseguir quién me atendiera y con la ayuda de mis hijos pude costear los medicamentos, los exámenes que son costosos en las clínicas y que no hacen en los hospitales, por eso toca irse a lo privado, que son bastantes caros”.

El apoyo de los hijos de Tibisay es intermitente, “depende de lo que ellos hagan por allá, porque si no tienen, tampoco me pueden ayudar”. Sin embargo, ella calcula que al menos una o dos veces al mes. “No puedo decir que mis hijos no me ayudan, cada uno con lo poco que tienen, aportan algo para sus padres, y ahí Dios los bendice en gran manera”.

Dada la delicada circunstancia de salud renal de Tibisay, la evidencia sugiere que debiera guardar una dieta especializada, pero para ella no es posible. A veces, toca comer lo que hay. Yo como de todo, pero trato de que los alimentos estén bajos en grasa y en sal, el sodio no, porque es malo para la salud”.

De electricidad y gas

La madre cataloga como “grave” lo de los apagones constantes en Maracaibo. Tiene días en que no cuenta con electricidad desde la tarde hasta la noche. Ella ya sabe que son al menos cuatro horas de corte, muchas veces por partida doble a lo largo del día. “Y cuando cae la electricidad, caen los otros servicios. Y hay deficiencia de agua en muchos sectores de Venezuela y en Maracaibo”.

En estos momentos, la salud de Tibisay se ve afectada. “Con este calor aquí, entonces uno se sofoca, esto es bastante delicado aquí, mucho calor. Se le sube a uno la tensión se le baja, de todo le da a uno. Hay que bañarse, y los que no tienen agua, ¿cómo hacen para bañarse a cada rato? Es difícil.

Con el gas, ella ha logrado resolver comprando bombonas. Sin embargo, también han autogestionado el servicio. “Poner el nuestro propio, por unas reservas que habían aquí y se está instalando gas a tubería”. Y cuando no se logra resolver por esa vía, se apela a las cocinas eléctricas.

De percepciones y vivencias

“Yo digo que la moneda va y viene y, sea cual sea, si hay suficiente, sirve”. Así opina Tibisay frente a la dolarización de facto que atraviesa el país. A la par, considera que ha sido un escenario que muestra “un poquito de mejoría”, dada la reapertura de muchos comercios que habían sido cerrados.

Si bien, ella percibe algo positivo, también confiesa que no le es posible comprar de manera regular los productos necesarios que ofrecen estos comercios que estarían reactivándose. “Con lo que yo ganaría, no alcanza. Tendría que ir como dos veces a la semana si cae alguito de dinero, porque va uno con lo poco, y a los tres días, cuatro días ya se acaba, y entonces hay un constante gasto. No puede uno ir semanal a hacer una compra para quince días, ni nada de eso, no, no llega uno, no llega con la plata que cae, en verdad”.

Para ella, la utilidad del dinero está en su posibilidad de poder comprar lo necesario, sin importar que tipo de moneda sea. Recuerda su pensión de vejez: Subió a 29 dólares, que son 130 bolívares o algo así. Y eso se lo gasta uno en cuatro días y es el sueldo de un mes”. En este punto, agradece el apoyo que regularmente llega desde afuera: “Si no es por la ayuda de mis hijos, yo no como con eso, yo no como con eso un mes jamás, no se come”.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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