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Jubilada universitaria

Reporte Proiuris

Voces de los que se quedaron

Una mujer centrada en la vida y batalladora. Es abuela a la distancia, pues sus corazones están a 7.647 kilómetros de distancia en Valencia (España). Ella vive sola en Maracaibo, estado Zulia, donde desde hace 5 años experimenta las consecuencias de la movilidad forzada que vive el pueblo venezolano.

Luz Marina Montenegro tiene 68 años de edad, es jubilada de Universidad del Zulia (LUZ), institución a la que le dedicó su vida productiva. Ella es una de las miles de madres venezolanas, que aún viven en suelo patrio, pero que han visto migrar a todos sus hijos a otras latitudes en busca de una mejor calidad de vida, tanto para ellos para ellas mismas.

“Mi núcleo familiar se compone de dos hijos, un varón de 40 años y una hembra de 37 años. Ellos actualmente están viviendo en España y yo aquí viviendo sola en Maracaibo. Se fueron hace 4 y 5 años, primero se fue el varón y después la hembra”, cuenta serena.

Los hijos de Luz, como cariñosamente la llaman sus amigos cercanos, forman parte de ese 86% de jóvenes en edad productiva cuya principal razón para emigrar es la necesidad de buscar empleo en otro país, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) de la Universidad Católica Andrés Bello de 2021.

“De todo esto cuando los hijos emigran lo más duro para uno como madre y abuela es vivir lejos de ellos, no poder estrecharlos, no poder compartir físicamente, sobre todo con los nietos que van creciendo y creciendo y solo los vemos por video llamada y por foto, es muy duro; pero bueno uno como ser humano se acostumbra a todo, pero es muy difícil esta situación y solo queda confiar en Dios que algún día nos vamos a poder reencontrar con ellos”, cuenta con nostalgia.

La profesora e investigadora del Grupo de Investigación Altos Estudios de la Frontera (ALEF) de la Universidad Simón Bolívar (Unisimón) en Cúcuta, Neida Albornoz, explica que cuando se trata de movimientos migratorios que implican separación de familias, este fenómeno se vive incluso, en el seno de una familia.

“Ejemplo, cuando es la madre quien emigra, se refugia o se exilia en otro país y son los hijos (niños y niñas) que se quedan, lo primero que ocurre es una carencia de afecto materno y desconstrucción familiar y algunas veces, la familia ni cuidadores explican y hablan con los niños que se quedan, acerca de la ausencia de su madre y ese vacío que ha quedado por lo cual reina ‘el silencio”.

Enfatiza la especialista: “Obviamente, esta tristeza también viaja con la madre que emigró y para ambas partes es sinónimo de dolor y pérdida”.

María Mercedes, hija de la Sra. Luz

La familia de Luz Marina es también producto de un proceso migratorio, pues su padre es colombiano casado con una venezolana. Y ella sostiene con firmeza que se quedará en Venezuela y que, si tiene que salir de su país será para visitar, a pesar que reconoce los problemas que atraviesa la nación que la vio nacer.

La encuesta Encovi de 2021 indica que migración venezolana está contribuyendo a la formación de unidades familiares transnacionales localizadas entre los lugares de origen y destino. También enfatiza que “el parentesco con el jefe del hogar en Venezuela da cuenta de que principalmente han emigrado los hijos e hijas (57%) (como es el caso de Luz Marina) y en segundo lugar el esposo o esposa del jefe/a”.

José Antonio, hijo de la Sra. Luz, con su familia

Ellos son mi ayuda

Luz Marina es jubilada de LUZ desde diciembre de 2003. Ella recibe un sueldo mensual, tiene el pago del seguro social y aún así con estas dos fuentes de ingreso no le alcanza para cubrir sus gastos.

“Además de eso (sueldo y pago de la pensión) mis hijos gracias a Dios me pasan una mesada mensualmente. Todos los meses me mandan lo que pueden, para la comida y otros gastos y si tengo un gasto extra ellos también me ayudan”, detalla la marabina.

Confiesa que la ayuda económica que recibe de sus dos hijos es vital para ella. “Sinceramente la ayuda que me dan mis hijos es mucha y como yo muchas personas que nos hemos quedado aquí en Venezuela y sus hijos han salido del país, creo que por eso estamos sobreviviendo. Los que tenemos familia afuera somos los que estamos como mejor. Gracias a Dios nos ayudan, porque si no fuera por esa ayuda creo que nos veríamos cortos para sobrellevar todos los gastos”, dice.

La investigadora Albornoz indica que ciertamente los venezolanos que permanecen en Venezuela dependen de las remesas en dinero y en especie, que les envían sus familiares que emigraron.

“Dicha dependencia obedece a la enorme pérdida del poder adquisitivo del venezolano, entre otras razones. Por lo tanto, el envío de las remesas está relacionado con las causas o factores de empuje de la misma migración venezolana, pues el dinero o bienes que se envían están destinados a cubrir necesidades (alimentación, medicinas, gastos médicos, educación etc) de las familias que se quedaron”, refiere.

En la encuesta Encovi, sobre este tema, señala el documento que 3 de cada 5 venezolanos que ha migrado envía ayudas en dinero o especie a su hogar de origen. “57% de esos envíos se hacen 1 o 2 veces al mes, contribuyendo en alguna medida a la reactivación del consumo en los hogares perceptores”.

La electricidad y los sueldos

El problema de los bajos salarios, el suministro de agua potable y las fallas en el sistema eléctrico venezolano, sobre todo en regiones como la zuliana, al occidente venezolano, son para Luz Marina las necesidades más apremiantes.

“La necesidad más urgente (en el país) es el incremento de los sueldos para tener más capacidad de adquirir lo que se necesita. Con la pensión y un sueldo básico se ve uno bastante apretado y otra necesidad es lo de la luz, porque falla mucho, se queman los aparatos y sobre todo en Maracaibo que es tan caluroso”, dice.

En el apartamento de Luz llega el servicio de agua potable 1 o 2 veces por semana, mientras que la electricidad se la racionan un día por medio. “Hay algunas partes en que se sigue yendo todos los días, pero donde yo vivo se está yendo un día sí y un día no, a veces no se va en dos días, pero siempre se va de 3 a 4 horas”, detalla.

Sobre los servicios de salud, esta jubilada de la Universidad del Zulia cuenta que en su caso de presentarse una emergencia médica podría acudir a los servicios médicos de dicha casa de estudios superior, pero dichos servicios no cubren urgencias graves. “Mi primera opción sería ir a los servicios médicos para ver si me pueden remitir a una clínica, porque de lo contrario sería a un hospital, porque un seguro que cubra una emergencia grave no tengo y hasta ahorita no he tenido emergencia”.

A pesar de las circunstancias, Luz Marina sostiene que no pierde las esperanzas de volver a reencontrarse con sus dos hijos: María Mercedes y José Antonio. Ella anhela volver a abrazarlos, besarlos y darles la bendición que les daba a diario personalmente, aún cuando lo sigue haciendo desde la distancia y de corazón.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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