Reportes, Venezuela

Felícita Blanco, periodista que lucha por seguir en Venezuela

Reporte Proiuris

Voces de los que se quedaron

Resiliente, guerrera, luchadora, madre al 100% y periodista, así es Felícita Blanco Rojas. Una mujer venezolana, caraqueña, quien a sus 74 años sigue escribiendo, ya no para imprimir sus líneas en los diarios tradicionales, sino para las páginas web de los periódicos que quedaron solo en sus versiones digitales.

Vive con uno de los pocos sobrinos que aún le queda en Venezuela, pues su único hijo y su única nieta se radicaron en Chile hace cinco años atrás. Su hermana y la mayoría de sus sobrinos han cruzado las líneas limítrofes de Venezuela hacia otros destinos huyendo de la crisis económica, política y social de su país natal.

“Están regados y dispersos porque tengo familiares en Estados Unidos, Argentina, Chile, España”, cuenta Felícita con nostalgia, explicando que su núcleo familiar no está completo en estos momentos. Su realidad es la misma que viven miles de ciudadanos que se han quedado en suelo venezolano por distintas razones y que hoy están en medio de hogares separados por miles de kilómetros de distancias.

Según la plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), actualmente 6.113.035 venezolanos han huido de manera forzada de su país.

La vida diaria de Felícita se sortea entre su labor profesional, la comunicación y los lazos de amor con su hijo y su pequeña nieta en medio de las distancias, su cruzada y fe para mantener su tratamiento médico oncológico y la precariedad de los servicios públicos con la que se vive en las ciudades venezolanas.

“Sí tenemos acceso a los servicios públicos de manera intermitente, pero es normal, como le toca a la mayoría de venezolanos aquí, que les falla el agua y falla la luz. El agua la tienen que racionar aquí en el edificio (donde vive) porque no es frecuente la recolección, pues no llega todo el día, entonces tienen que llenar los tanques y los van racionando para así suministrarlos un par de horas al día”, explica.

“Los servicios están cada día en peores condiciones, ya no se les puede llamar servicios públicos, sino otra cosa”, asegura con mucha tristeza acerca de la ineficacia con la que funcionan los servicios básicos para cubrir las necesidades básicas como el agua, la electricidad, el transporte, el aseo e internet.

Para Felícita “emigrar es un tema bastante complicado. Yo no juzgo ni al que se va, ni al que se queda, tampoco creo que quien se queda es porque ama más a su país que el que se ha ido (…) Lo más doloroso es pensar y convencerse de que uno se vaya y no regrese (…) Pero cuando uno está en un país donde tienes tus actividades limitadas, tu calidad de vida se ha perdido, tu situación económica se ha disminuido tanto como la vida de muchos profesionales en este país, pues cualquier decisión que uno tome tiene que ser respetada. Uno tiene el legítimo derecho en buscar la paz, la calidad de vida y el respeto que merecemos todos los ciudadanos”, dice con valentía.

Salud con incertidumbre

La salud de Felícita es para ella una arista siempre presente. Fue paciente oncológica en el año 2011 tras ser diagnosticada con un cáncer de mama. En ese momento, fue operada y tratada bajo ciclos de quimioterapias y radioterapia a través del seguro médico privado que ella pagaba con el salario de sus dos empleos, en los diarios El Carabobeño y El Tiempo de Puerto La Cruz.

En la actualidad continúa con los chequeos de control cada seis meses y con un par de tratamientos de por vida: uno vía endovenosa y el segundo suministrado de forma oral.

“Ahí radica parte de las dificultades que tenemos en este país las personas con una condición de salud (…) tengo un tratamiento que es un chequeo cada seis meses que no es fácil, porque los exámenes médicos y estudios son muy costosos y eso se me dificulta bastante hacerlo”.

El tratamiento oral de la periodista venezolana consta de dos medicamentos: Zometa y Letrozol, el primero para la parte ósea y el segundo funciona para disminuir la cantidad de estrógeno que produce el cuerpo y detener el crecimiento de algunos tipos de células cancerígenas.

“En esta época la mayoría de las personas no tenemos seguro médico privado y se nos hace bien difícil ir a una consulta médica, hacernos unos estudios de laboratorio, bastante difícil (…)”, sostiene.

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) de la Universidad Católica Andrés Bello, en el 2021 el 46% de la población consultada no acudió a ningún tipo de consulta médica y se debió a que decidió automedicarse, o no tenía dinero para pagar el servicio.

La farmacia de Alto Costo del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (Ivss) es la única institución pública que suministra este tipo de fármacos a los pacientes oncológicos. “Cuando no lo hay (en el Ivss), te dicen: ‘venga la semana que viene o venga después’. “Yo creo que no voy desde el año pasado, porque fui muchas veces y no había entonces hubo una jornada donde participaron organizaciones como ONG, Senos Ayuda y fue cuando conseguí”. Pero Felícita cuenta que cuando en la farmacia de alto costo no hay estos medicamentos debe uno recurrir a estas organizaciones, pues ha ido a varias organizaciones no gubernamentales que apoyan a las personas que necesitan y ahí por fin se consigue, pero cuando ya se agotan todas estas opciones se debe comprar sí o sí el medicamento porque es la única y última solución.

Sigue escribiendo sucesos

A sus 74 años, Felícita Blanco sigue caminando por la morgue de Bello Monte en Caracas buscando las historias de sucesos que a diario se viven en la capital del país. Ahora con menos frecuencia que en otrora, porque hace 4 décadas lo hacía a diario. Ella no desmaya en su pluma y calidad periodística, sin embargo, su actual labor la hace como “freelance ganando un salario módico”, como ella misma lo describe.

Esta mujer de experiencia intachable sobre los teclados sostiene que la profesión que la mantuvo por tantos años y con la cual dio de comer a su familia se ha venido a menos como consecuencia de la crisis que atraviesa el país.

“La profesión se ha venido a menos, pero esto ha sido una consecuencia de tantas situaciones que hemos vivido de unos años para acá (…) Hubo amedrentamiento, amenazas y simultáneamente los periódicos fueron perdiendo espacios y fuerza. Hoy tú pasas por un kiosco y solo ves dos diarios, los periódicos se redujeron al trabajo en las páginas web y con el mínimo de trabajadores”, enfatiza contando la triste realidad de su profesión que tanto ama.

Felícita cuenta que muchos diarios y emisoras de radio han desaparecidos y los que quedan están minimizados.

“Yo llevo años haciendo la fuente de sucesos, entonces adoptas el lenguaje y vocablos de la fuente. Uno se acostumbra a decir que los medios están minimizados, los periodistas estamos neutralizados sobreviviendo a duras penas, pero como dice el hampa eso es lo hay”.

Ella trabaja con ahínco, pero sostiene que su principal apoyo económico lo recibe de su familia en el exterior, especialmente de su hijo. “Así vivo mi vida en este momento, es mi hijo quien me mantiene, debo decirlo así; gracias a él puedo salir y comprar un pollo, esa es mi realidad”.

La edición de 2019 de Mujeres al Límite, desarrollada por Amnistía Internacional, Freya, Cepaz, Asociación Civil Mujeres en Línea y Avesa, indica sobre las cifras de la fuerza laboral de la mujer en Venezuela son muy viejas, datan de 2016. Por esta razón precisa el informe que no hay mediciones actualizadas que nos permitan conocer con un mayor grado de certeza las condiciones socio-económicas de la población, y en particular de las mujeres en Venezuela. “Sin embargo, estos datos esbozan con bastante nitidez las desigualdades en materia de género y la exacerbación de las mismas a causa de la Emergencia Humanitaria Compleja (EHC). Todo esto, además, ha resultado en un retroceso sin precedentes en el goce de derechos y garantías más fundamentales”, indica.

Juana Felícita Blanco tiene más de 40 de experiencia, se graduó en el año 74 y su promoción acaba de cumplir 48 años de graduados. “Pertenecemos a la promoción profesor Jesús Rosas Marcano de la UCV (Universidad Central de Venezuela). Tengo esos años de experiencia laboral porque yo me gradué y de inmediato empecé a laboral. Trabajé 15 años en prensa de PTJ (actualmente Cicpc), trabajé como 12 años en el Diario 2001, estuve también entre el 92 y 93 en El Nacional en el área de Provincia como editora y luego ingresé a finales de ese año a El Carabobeño para luego pasar a El Tiempo de Puerto La Cruz”, detalla sobre su perfil profesional.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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