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Los desafíos vencidos por una migrante venezolana que despegó con su emprendimiento

El mismo documento de identificación con el que fue contratada formalmente no le sirvió para pedir un crédito bancario. Solo una entidad se lo iba a aceptar, pero le pidió un fiador. Pese a las trabas, logró iniciar su negocio

Reporte Proiuris

Documentación Directa

Keila Paola Vilchez Boscán es periodista de profesión y vocación. Es experta en comida mexicana por herencia y pasión. Es madre, hija, hermana y novia. Es venezolana. Es migrante.

Llegó hace cuatro años a Colombia, luego de asimilar la imposibilidad de sobrellevar las dificultades económicas que caracterizan la Emergencia Humanitaria Compleja que vive Venezuela. Trabajaba en un reconocido diario en su ciudad natal: Maracaibo. Conforme se profundizó la crisis multidimensional, asumió trabajos adicionales, pero ni así pudo lograr la garantía de manutención para su familia.

“En Venezuela trabajé 11 años en un periódico. Adicionalmente, hacía muchas otras cosas, precisamente buscando esa estabilidad económica que se comía en aquel momento la inflación”, cuenta.

Cuando entendió que no podía continuar en su país, dio la voz de aviso a una amiga cercana que había migrado antes. No pasó mucho tiempo para que Keila obtuviera un empleo como periodista en un diario regional de la ciudad de Cúcuta, gracias a su hoja de vida.

De hecho, desde hace poco más de un año, ya es editora del portal de información y orientación sobre migración y refugio más importante de la frontera colombo venezolana que comparten el departamento Norte de Santander y el estado Táchira.

Este posicionamiento da cuenta del carácter metódico y ordenado de la comunicadora social. Incluso, cuando empezó en Colombia pudo hacerlo con su respectiva visa de trabajo, desde el primer momento inició con pie derecho su proceso migratorio plenamente regular.

Foto: Proiuris

El sueño del negocio

Dentro de las muchas facetas que Keila ha explotado dentro de sus dones, uno muy importante ha sido la preparación de comida mexicana bajo las enseñanzas de su familia que cuenta con ascendencia del país azteca. “Mi papá de crianza era mexicano, ya falleció. Y pues él y su familia, que fue también mi familia, nos enseñó, nos inculcó y nos sembró esa raíz mexicana”, relata ella.

Esta actividad fue una de las opciones que exploró en Venezuela para mejorar sus ingresos, pero allá la hiperinflación no le permitió sostener la iniciativa por mucho tiempo.

“Yo llegué a Colombia con un salario, poco más del salario mínimo. Sin embargo, es difícil mantenerse y estar estable económicamente porque tengo una carga familiar: mi mamá, mi hermana, mi hija, mi sobrina, y es complicado”.

Esta fue la motivación para que desde hace aproximadamente un año, Keila junto a su familia retomara en Colombia esta pasión gastronómica. Inició desde su casa y ofreciendo a domicilio los pedidos entre amigos.

“Este emprendimiento de comida mexicana se dio porque conseguimos unos clientes grandes a los cuales nosotros les distribuimos las tortillas mexicanas. A la vez, los mismos clientes nos decían dónde están, cuándo van a tener sede física. Yo veía eso como una oportunidad, yo dije, tenemos ciertas ventas, tenía estos restaurantes al mayor, la gente está preguntando dónde estamos. Aquí hay una oportunidad como para seguir creciendo y pues, nada, empezó ese proceso como de construcción a ver cómo se hacía para montarlo en físico”.

Al fin se atrevió. Junto a su familia, Keila ya cuenta con una sede acondicionada para su emprendimiento. Pero el proceso de consecución de esta meta no fue sencillo, conseguir el capital semilla fue todo un desafío.

Foto: Proiuris

Los obstáculos derribados 

“No fue fácil. Ya teníamos la maquinaria, pero se requería de mucha inversión, en lo particular para mí fue un proceso, si se quiere, digámoslo duro. Intenté hacerlo yo sola. Yo dije: Si voy a hacer lo del emprendimiento, si lo voy a hacer en físico, pues me voy a mover, ya tengo cuatro años de estar acá, tengo mis papeles en regla, yo pago impuestos igual que cualquier colombiano. Y me tocó banco a banco, para ver si de alguna u otra forma yo conseguía la plata para poder montar el negocio. Y todos los bancos nos cerraron las puertas”.

Keila es explícita al decir que el problema no era su nacionalidad venezolana, “sino que el documento que a mí me identifica aquí en Colombia, el Permiso Especial de Permanencia o PEP, para ellos no era un documento suficientemente fuerte y válido para otorgar el crédito. No era un documento seguro”.

Ya Donna Cabrera, antropóloga y especialista en migración laboral apunta que una de las dificultades más notorias a la hora de pensar en la inclusión financiera de los migrantes venezolanos en Colombia tiene que ver con la documentación requerida.

“Los sistemas financieros con el ánimo de verificar temas de identidad solicitan una documentación específica, que no siempre puede ser suministrada por la población migrante, aunque el sistema se ha adecuado a los nuevos tipos de documentos que hay en el país, no todas las entidades los reconocen y no todas las entidades los toman como válidos para la apertura de productos”, arguye Cabrera. 

A pesar de que Keila tiene su respectiva cuenta bancaria con ese documento de identificación e incluso, una cuenta nómina que el mismo periódico donde trabaja le aperturó, no fue posible acceder al crédito. Solo en una entidad bancaria le aceptaban el PEP como documento de identificación válido, pero también la obligaban a presentar un fiador.

En este último aspecto, también ha puesto la lupa la antropóloga Cabrera, cuando explica que “otra de las dificultades tiene que ver con ese tema de la falta de garantías o de contactos que puedan apoyar a los migrantes que están solicitando un crédito o un préstamo en un banco. Siempre hay que demostrar o contar con un fiador con finca raíz, y si las personas no han construido esa red de contactos en un país o no cuentan con una persona que los conozca y que sea su fiador, pues esa va a ser otra de las dificultades para acceder al sistema financiero”. 

Keila recuerda ese momento de frustración: “No es fácil que uno siendo desconocido, y no teniendo suficientes redes de apoyo, alguien pueda decirte: Sí, yo te sirvo de fiador. Al final, no pude obtener el crédito”, cuenta con cierta desazón.

La solución estuvo en una buena amiga que conoce desde que llegó a Colombia. “Una señora que trabaja en el periódico y esa señora confío en mí, y ella me dijo: Sí, yo se los presto y usted me paga, así tal cual como si fuese un banco. Y ahí estoy, gracias a ella es que yo pude materializar lo que necesitaba para el emprendimiento”.

Foto: Proiuris

Y a buena hora, la periodista puedo conquistar su plan de negocio, que como emprendimiento conforma uno de los más importantes escenarios de inclusión que cada vez más siguen asumiendo los venezolanos para aportar positivamente en Colombia.

“Hay muy buenas ideas de negocio, unos productos y unos servicios que son muy útiles para la comunidad colombiana, pero los migrantes no siempre tienen la posibilidad de contar con el capital semilla completo que les permita llevar a cabo un emprendimiento en un nivel grande, sino que a veces se quedan como ideas de sobrevivencia o algo más pequeño. Garantizar ese acceso al sistema financiero facilitaría eso, y si hay una idea, con un potencial de crecimiento importante puede también ser útil para otras personas y puede también generar empleo, y eso es también uno de los aportes que muchos migrantes han demostrado querer hacer en el contexto colombiano”.

Bien lo asegura Keila: “Mi emprendimiento es el sueño que yo siempre quise y en Colombia lo pude materializar”.

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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