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Atrapada en la violencia: Una migrante víctima de explotación sexual, maltrato intrafamiliar y abuso de autoridad

En *Lila confluyen distintas formas de violencia que se desataron desde que inició su proceso de movilidad al salir de su país, empujada por las circunstancias económicas.

Reporte Proiuris

Documentación directa

 

A *Lila, una amiga le dijo que en Cúcuta, Colombia, había trabajo en una fábrica de pantalones, que se ganaría 25 mil pesos por día. Ella es venezolana, en ese entonces, tenía gemelos y en su país, muchas veces solo pudo darles una sola comida durante un día.

“Teníamos que acostarnos con una avena. Me vi muy apretada y dije: Me voy para allá. Porque mi amiga me comentó que veníamos a trabajar dignamente, y aquí resultó ser otra cosa”. Por eso, hizo caso a aquella propuesta, obligada por las necesidades económicas que padecía en Venezuela.

“Yo vine engañada”

Al llegar a Cúcuta, aquella amiga le dijo a *Lila que ya no estaba disponible aquella oportunidad de trabajo. “Yo quedé como a la deriva, ella me metió a trabajar en un local, pero ahí no nos pagaban bien”. Ese local era un bar, y allí empezó a trabajar, aunque dice que eso no era lo que tenía planeado.

Luego, *Lila recibió otra propuesta de esa amiga para “trabajar en la calle”, la cual tuvo que aceptar también por obligación. De esta manera, empieza a ser víctima de la explotación sexual de su cuerpo, ya bajo la modalidad de prostitución. “Me dijo que ahí se hacían ratos y esas cosas y ya, y ahí, empecé a trabajar”, confiesa.

En este contexto, la abogada y directora de la Corporación Mujer Denuncia y Muévete, Alejandra Vera, asegura que el caso de *Lila responde al delito de trata, “porque fue captada a través de redes, a través de una amiga quien va hasta Venezuela y le manifiesta que aquí en Colombia hay oportunidades laborales y para salir adelante, ella le promete que aquí la situación es totalmente diferente”. El objetivo de la captación bajo engaño se cumple, cuando ella “finalmente llega a Cúcuta a verse envuelta en la prostitución, porque su amiga le dice que esa es la manera en la que hay que generar ingresos”.

Con el pasar del tiempo, la mujer tuvo muchos problemas con esa amiga y decidió distanciarse. Conoció a un muchacho del que se enamoró, con él tuvo a su hija más pequeña. “Con él tuve una vida horrible, de perro, me pegaba, me mordía, me arrancaba los pedazos”, recuerda. *Lila tuvo que aguantar todo ese maltrato del padre de su hija durante al menos dos años.

 

El espacio en el que se mueve *Lila es una concurrida plaza de Cúcuta, de esas conocidas como ‘zonas de tolerancia’. En estos lugares, a veces, buscan hacer presencia algunas organizaciones humanitarias y defensoras de derechos humanos, y fue una lideresa de alguna de estas, quien funcionó como enlace clave, identificó la situación de la venezolana y comenzó a vincularla con procesos de orientación psicosocial que la hicieron entender sobre los distintos tipos de violencia en los que se encuentra inmersa.

Sin embargo, a *Lila le ha costado mucho alejarse de este hombre, aun separados, la acechaba en la calle, la agredía e, incluso, hasta al hospital fue a dar por la magnitud del daño físico que llegó a inflingirle. Y la forma más contundente de poner distancia fue dejar de depender económicamente de él, situación que solo pudo lograr volviendo “a la calle”.

Más cadenas

Pero *Lila no ha podido escapar del ciclo de violencia en el que viene sumergida. Aunque ya el padre de su hija no la persigue, dice que funcionarios oficiales de seguridad la maltratan.

“Los policías me quieren estar pegando, me maltratan verbalmente. Siento que ellos quieren que yo me acueste con ellos a cambio de nada, que tengo que acostarme con ellos para que no me puedan gritar, para que no me puedan tratar mal y, de verdad, yo no me voy a acostar con ellos”, explica *Lila con angustia.

Ella está llena de miedo y dice no entender las razones de este acecho. “Yo no sé por qué toman esa actitud conmigo, porque no me encuentran robando, no estoy haciendo nada malo. Lo único malo que hago es eso de la prostitución y sé que no está debido, pero lo hago por una necesidad”, admite *Lila.

Y esta no es la primera vez que ella es víctima de abusos de autoridad por parte de funcionarios de seguridad en Colombia.

“Hace mucho tiempo, cuando yo llegué acá, vinieron unos policías de migración, nos agarraron y nos montaron en el camión, nos decían que teníamos que hacerle sexo oral para que no nos botaran para la frontera. Nos llevaron varias veces, tanto a mí como a otras compañeras, a un estacionamiento de carros viejos, donde pican carros; el camión de migración nos metía allá y nos echaban gas pimienta, de ese que pica para asfixiarnos, para que pudiéramos hacerle sexo oral, eran varios, nos dejaban ahí botadas y nos dejaban ahí un rato con el gas pimienta que nos asfixiara”, relata *Lila.

En este sentido, la abogada Vera sentencia que “el caso de esta mujer es como el caso de muchas, porque ellas están en un lugar de riesgo y el peligro es constante, no solo por los grupos organizados, no solo por las bandas criminales y a lo que ellas están expuestas como el micro tráfico, la explotación sexual de sus cuerpos, el ser asesinadas por parte de los hombres que consumen los cuerpos de ellas, sino que también y además, por parte de los agentes del Estado, la Fuerza Pública, normalmente estas personas las coaccionan, las someten, las intimidan, porque están irregulares, siempre exigiendo someterlas a delitos de violencia sexual sin la posibilidad de poder denunciar y bajo amenaza”.

La necesidad como detonante

En este marco, reconoce la condición involuntaria de la actividad en la que se desempeña para poder sostenerse económicamente: “No me acuesto con los hombres porque quiero o porque me plazca, yo lo que hago, lo hago por la necesidad de conseguir el dinero”.

 

Ella sale desde muy temprano en la mañana, a veces, hasta muy tarde en la noche. “Hay días malos en que no hago nada y no quiero llegar a la casa como quien dice, derrotada, porque mi meta es tener algo aunque sea”.

 

Buscando la salida

Ya ha pasado un buen tiempo desde que *Lila ha tenido que someterse a la prostitución mientras permanece implicada en esa espiral que profundiza los distintos tipos de violencias de las que ha sido víctima. Han sido varios los intentos de salir de esa situación, una de las formas ha sido preparando comidas para vender.

“He estado haciendo cosas con la comida, he vendido hallacas, he vendido capones y sí, me ha resultado bien, gracias a Dios. Pero como estoy pasando por una situación con mi mamá por lo de la operación, siempre quedo en cero y tengo que esperar reunir para volver a hacer el plante y esas cosas”.

Resulta que desde el año pasado, la mamá de *Lila ha venido presentando afecciones estomacales que resultaron en un diagnóstico de tumor en el colon. Esta circunstancia de salud familiar ha empeorado las circunstancias económicas de la venezolana, pese a que han sido recurrentes sus intentos de cambiar su forma de subsistencia.

 

Si estás pasando por una situación similar o conoces a alguien que sea víctima de violencia basada en género (VBG) o intrafamiliar en estas organizaciones estatales podrán brindarte apoyo:

Los datos y opiniones contemplados en este reporte fueron recabados por investigadores de Proiuris de manera directa en diversas entrevistas con las fuentes mencionadas. Se reserva el derecho al anonimato para resguardar la identidad de las fuentes.

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