Colombia, Reportes

Lo que dejaron y lo que sueñan: la historia de 3 venezolanos que caminan por Colombia

En el peaje Jamundí, en Valle del Cauca, un grupo de caminantes provenientes de Venezuela espera por una nueva «cola». Proiuris habló con algunos de ellos y ellas.

Reporte Proiuris

Ganarse la vida como peluquera en Perú

Wilmary, de 21 años, es otra de las venezolanas que ha peregrinado a pie por semanas para lograr llegar a Piura, en Perú. Este tránsito lo está haciendo con su pareja, del que prefirió no brindar información durante la conversación que tuvo con el equipo de Proiuris.

Entraron a Colombia por La Guajira y en el camino fueron uniéndose con otros caminantes. En el grupo reunido en el peaje de Jamundí Wilmary es la única mujer. Los demás son adolescentes y hombres. “Ellos están pendientes de mí, pero siempre ando con cuatro ojos, porque aunque vengo con mi marido, uno no sabe qué puede pasar en el camino”.

En Venezuela trabajó como asistente en una peluquería. Aprendió a secar, cortar y pintar el cabello. Ese es el oficio con el que espera comenzar en Perú. Allá la esperan dos primas.

“Mi plan es salir a buscar trabajo en una peluquería. Si veo que no consigo nada, trataré de comprar una plancha y un secador y ofrecer el servicio casa por casa. Dicen que a las peruanas no les gustan las venezolanas, pero no me gano a la gente rápido”, comenta, mientras se toma un jugo artificial que sacó de un kit de alimentos recibido por el Programa Mundial de Alimentos.

En Coro dejó a sus padres y hermana menor. Preguntar por su familia produce en Wilmary un dolor que se traduce en lágrimas. “No sé si los voy a ver otra vez”, se limita, respira y cambia el tema, para hablar de su pelo pintado de rubio.

“Tengo que pintarme este pelo cuando llegue a Perú, porque las raíces ya me llegan al piso”, suelta una carcajada, se persigna y se despide para continuar el trajinar del asfalto.

Escapar del hambre y la violencia en Venezuela

Javier es zuliano. Nació y creció en el barrio La Polar, un sector pobre y marginado del municipio San Francisco. Es alto, flaco y de barba poblada. Habla sin frenos y se comporta como una suerte de papá mayor entre los adolescentes, mujeres y hombres venezolanos que llevan horas en el peaje de Jamundí aguadando por una nueva “cola” que los acerque a Nariño, departamento fronterizo colombo-ecuatoriano.

Su historia dista de la de otros venezolanos y venezolanas que se ha encontrado en el camino. Javier cuenta que a los 5 años su madre murió y su padre se desentendió. Se crió en la calle, nunca fue a la escuela y está distanciado de sus demás parientes.

El hambre, sumada a la violencia ejercida por los efectivos de la Policía Nacional Bolivariana en su barriada produjo su escape por la Guajira. En Maicao comenzó su andar hacia Ecuador. Le restan 700 kilómetros de camino para llegar a Quito.


No le avergüenza admitir que ha dormido más noches de sus 36 años en la calle que en una casa. En la ruta -asegura- fue robado por otro venezolano. “Se me llevó el morral y el celular cuando me quedé dormido en un camión”.

Ese mismo transporte lo dejó cerca del terminal de Bogotá. Entró y se sentó en una banqueta. “Pasé horas allí pensando sobre mi futuro. Me encontré una chaqueta abandonada en una banca, esperé a que el dueño regresarla a buscarla, pero nunca apareció. Para mí fue una bendición porque es abrigada y me ha protegido del frío de los páramos”.

Javier admite que no sabe leer ni escribir, por lo que todo debe memorizarlo. A modo de agenda telefónica, se sabe todos los números celulares de los amigos que lo esperan en Quito.

¿Cómo me veo en unos meses? Trabajando, viviendo en una habitación y con mi pareja. Ella está aquí en Colombia, pero espero que en Quito pueda enviarle lo del pasaje para que no le toque caminar como a mí”.

Trabajar en Perú y volver con capital a Venezuela

Tiene la piel tostada por las semanas que lleva caminando desde Apure y su ropa tiene signos de desgaste por las veces que ha tenido que subir y bajar de las gandolas que le dan un aventón en la ruta.

Es delgado. Sus notables ojeras y rostro demacrado le suman muchos más años de los 23 que tiene. En el peaje de Jamundí, en Valle del Cauca, espera por su esposa e hija de 6 meses, quienes se fueron a asear con otras mujeres a un río cercano, para continuar su viaje hacia la ciudad de Ipiales, en la frontera entre Colombia y Ecuador.

Va hacia Perú, donde unos amigos prometieron ayudarlo a trabajar en una carnicería. Su huida de Venezuela se debe a la de muchas otras familias: darle de comer a su hija.

“Imagínese que allá un paquete de pañales vale 30 dólares. Eso es lo que se gana en un mes de trabajo ¿y cómo uno compra comida? No se puede”.

La hiperinflación y el colapso del sistema de salud, que ha llevado a Venezuela a atravesar la peor crisis humanitaria en la historia de un país latinoamericano, lo vivió este joven en los últimos 2 años. Dejó su carrera de break dance (danza asociada al hip-hop) para trabajar como albañil y procurar la alimentación de su familia.


Sus ojos brillan cuando recuerda que el paseo Libertador, en San Fernando de Apure, se presentaba los fines de semana y le enseñaba a los más pequeños a bailar como él. Esa era su pasión. La sigue siendo.

Para esta entrevista temió dar su nombre. “Yo no sé si la gente de Maduro va a leer eso y me van a buscar. Esa gente está protegida, tiene francotiradores por todos lados. Nadie se le puede acercar”.

Su plan es sencillo: trabajar un año en Perú, reunir dinero y volver a Venezuela para abrir un abasto. “Comprar y vender comida es lo que permite a uno comer bien en Venezuela. Mi deseo es regresar”.

Un nuevo PRO para atender a venezolanos que viven o transitar por Valle del Cauca

Cali, capital del departamento de Valle del Cauca y una de las ciudades por las que transitan los caminantes, inauguró recientemente un Punto de Referenciación y Orientación (PRO). Allí la Secretaría de Desarrollo Social, Acnur, OIM y otras entidades de cooperación internacional, brindan orientación a las y los migrantes en tránsito o con vocación de permanencia.


Brindan asesoría jurídica, atención psicosocial, orientación, referenciación en casos de VBG y afiliación al sistema de salud, entre otros servicios. Está ubicado al frente del terminal de Cali y atienden de lunes a viernes, de 8:00 a.m. a 5:00 p.m.

En algunos peajes de Valle del Cauca, en los que se reúnen los caminantes para hacer trasbordos, también se brinda atención móvil. Algunas ONGs internacionales entregan kits de alimentación, de aseo y energéticos.

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