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Trabajar como doméstica, una “esclavitud moderna” para las migrantes en Colombia

Trabajar largas jornadas sin compensación, recibir amenazas y no saber a dónde ir para denunciar. Esta es la realidad que viven las trabajadoras domésticas migrantes en Colombia

Reporte Proiuris

Yuletxi, al igual que otros 2 millones de venezolanos, escapó del hambre y la inseguridad en Venezuela para encontrar en Colombia una calidad de vida digna. En agosto del 2020, ella retó los controles fronterizos derivados de la emergencia sanitaria por COVID-19, para ingresar a Cúcuta por trocha.

En la capital de Norte de Santander, Yuletxi trabajó como recicladora de plástico y cartón, pero las medidas de confinamiento agudizaron la posibilidad de generar medios de vida que le permitieran enviar dinero a su mamá y dos hijos en Barinas.

Una paisana vecina del asentamiento Villa Esperanza, le contó que en Chinácota contrataban a venezolanas para trabajar como internas y que ella tenía un contacto. “Nunca había escuchado de ese pueblo hasta que me ella me dijo que quedaba a 45 minutos de Cúcuta y que había frío. También que con lo del coronavirus el transporte estaba muy complicado”.

Sin nada más que sus ganas de trabajar, Yuletxi llegó el lunes 24 de agosto a Chinácota, uno de los municipios más turísticos de este departamento fronterizo entre Colombia y Venezuela. El contacto del que le habían hablado la llevó a una casa de familia. La atendió una mujer llamada Marina.

“Me dijo que mis labores eran de 7:00 a.m. a 6:00 p.m. Debía cuidar a sus dos hijos, limpiar la casa, lavar, preparar desayuno, almuerzo y adelantar cena y una vez a la semana planchar. Me mostró el cuarto en el que dormiría y me dijo que tenía libre todos los domingos. El sueldo era de 500 mil pesos, pero la condición para contratarme era hacerle un día de aseo y el almuerzo para que pudiera ver mi trabajo”.

Esa mañana Yuletxi comenzó por los baños. “Lavé los 2, después me puso a limpiar la cocina gabinete por gabinete, los cuartos, barrer, trapear y de almuerzo me dijo que preparara carne sudada, arroz y ensalada. A las 4:00 terminé y me dijo que empezaba a trabajar el 1 de septiembre. No me pagó por el día de limpieza”.

De un empleo digno a abusos laborales

Trabajar como doméstica es una “esclavitud moderna” para las migrantes en Colombia. En el caso de Yuletxi, e l martes 1 de septiembre del 2020 la migrante venezolana comenzó a trabajar. Ese día trabajó hasta las 8:00 p.m. “Cuando te adaptes, terminarás a las 6:00”, fue la respuesta de la patrona.


El domingo, su día libre, debió atender una parrillada familiar de más de 20 personas. A Yuletxi le tocó asar carnes, lavar platos, servir comida y limpiar. No salió de casa.

“En ese mes no tuve ni un día libre. Nunca había trabajado tanto en la vida, por más de 14 horas al día. Vivía cansada y hasta bajé de peso”, contó la barinense, de 31 años.

A fin de mes, con ansias esperó por su primer pago. “Este mes estabas en periodo de prueba y, lamentablemente, no rendiste. Vete, antes de que llame a Migración para que te deporte”.

Sin más que “que una ayuda de 20 mil pesos” para los pasajes de regreso a Cúcuta, Yuletxi se convirtió en otra víctima de explotación laboral relacionada con actividades domésticas, una práctica desleal cuyas víctimas suelen ser migrantes y colombianas en situación de vulnerabilidad. El miedo y el desconocimiento sobre las rutas de atención provocaron su silencio. “No sabía a dónde ir. Solo pensaba en que me iban a meter presa por estar sin papeles en Colombia”.

Trabajadoras domésticas, invisibilizadas en Colombia

Horarios extendidos, sin pagos de tiempo extra, prohibiciones para salir, entre otras situaciones la viven día a día cientos de migrantes que se dedican al trabajo doméstico. Trabajar como doméstica es una “esclavitud moderna” para las migrantes en Colombia.

En Cúcuta, otra migrante que pidió mantenerse en el anonimato compartió su testimonio con Proiuris: “En Los Patios (municipio vecino a Cúcuta) siempre hay letreros en casas que buscan muchachas para un día de aseo. Acuerdan pagarles 35 mil pesos y terminan pagándoles 10 mil pesos, que solo alcanza para pagar la buseta y comprar arroz y lentejas. A mí me pasó. No hay a dónde denunciar porque nadie nos cree”.

Ser mujer y migrante en Colombia profundizan las dificultades de inserción en el mercado laboral. Si a esto se suma la situación de irregularidad migratoria en la que se encuentra más de la mitad de la población femenina venezolana en el país, se complejiza el panorama.

En un estudio realizado por la organización Cuso International, la población migrante enfrenta barreras particulares para obtener ingresos y participar en el mercado laboral formal. En primer lugar, se encuentra “la documentación, no solo en cuanto a la residencia, sino también respecto a los trámites para la homologación de estudios y certificación de experiencia y competencias”.

En 2020 las mujeres migrantes recientes ocupadas se encontraban trabajando principalmente en actividades de alojamiento y servicios de comida (33,4%); actividades artísticas, entretenimiento, recreación y otras actividades de servicios (23,4%); y actividades de comercio y reparación de vehículos (22,9%), como lo muestra la nota estadística del DANE y la fundación Ladysmith, sobre migrantes y enfoque de género, publicada este mes de julio del 2021.

En este panorama, son limitadas las alternativas para generar medios de vida que tienen mujeres como Yuletxi. El trabajo doméstico mal remunerado, las ventas ambulantes y el sexo por supervivencia se abren como únicos abanicos en la inclemente dinámica de cubrir arriendo y la alimentación de ellas y los suyos.

La investigadora de frontera y derechos humanos Paola Rodríguez plantea que, con el eventual acceso al Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos (ETPV) y la obtención del Permiso por Protección Temporal (PPT), las mujeres migrantes en condición irregular podrían tener mejores condiciones laborales y de vida en Colombia.


Aunque aclara que este permiso temporal de regularización, por sí solo, no va a representar un antídoto contra las malas prácticas laborales de algunos empleadores que buscan contratar servicio doméstico. “Tiene que ser un ejercicio de doble vía. Los derechos laborales existen y amparan a todos y todas, por eso es necesaria la articulación de diferentes entidades de control para crear espacios de socialización y concienciación tanto para empleadas como para contratantes”.

Derechos laborales de las trabajadoras domésticas en Colombia

Los derechos laborales surgen por disposiciones constitucionales o legales y ninguno está condicionado a la nacionalidad o filiación política; por tanto, los trabajadores, sin importar su nacionalidad, tienen los mismos derechos por el origen de estos. Así lo explica Simón Gamboa, presidente de la Unión de Trabajadores Venezolanos y Colombianos Retornados (Utravenco).

Esta organización habilitó en su página web un formulario para recepción de denuncias de posibles casos de abuso laboral. Sin embargo, el desconocimiento y sin una clara en cada departamento colombiano para denunciar este tipo de abusos, provoca que el número de denuncias sea casi nulo.

A esto se suma la coacción que ejercen algunos empleadores a través de amenazas y violencia verbal, para que las empleadas desistan de denunciar.

En el contexto de la pandemia, los impactos negativos hacia las trabajadoras del hogar -migrantes y colombianas- se ha incrementado. “Los estados deben reconocer y proteger sus derechos para que nadie se quede atrás. Tenemos que abrir espacios de diálogo y considerar las propuestas de sus sindicatos como parte de las respuestas a la crisis y estrategias de recuperación socioeconómica que promueven los gobiernos”, es parte de las reflexiones del documento Trabajadoras Remuneradas del Hogar en América Latina y el Caribe frente a la crisis de la COVID-19, publicado el año pasado por ONU Mujeres, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)

El Ministerio de Trabajo establece una serie de deberes y derechos de los y las trabajadoras domésticas:

  • Afiliación al sistema integral de seguridad social
  • Prestaciones sociales: auxilio de cesantías, intereses de cesantías, vacaciones, auxilio de transporte, calzado y vestido de labor
  • Una remuneración no menor al salario mínimo legal vigente que puede ser proporcional al tiempo laborado. Además de las horas extras cuando se causen
  • Jornada de trabajo no superior a 8 horas, si es un trabajo interno ésta no supera las 10 horas.

Deberes:

  • Exigir al empleador la afiliación a la seguridad social y al subsidio familiar
  • Cumplir con sus obligaciones laborales
  • Informarse sobre sus derechos para hacerlos valer
  • En este enlace tanto migrantes como colombianos pueden colocar la respectiva denuncia: https://www.mintrabajo.gov.co

* Yuletxi aceptó compartir su testimonio con Proiuris con la condición de reservar sus apellidos

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