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Cepal: 49% de las trabajadoras domésticas fueron despedidas durante la pandemia

Cepal

Para la Cepal, la pandemia de COVID-19 dejó sin empleo a 49% de las mujeres y adolescentes dedicadas a trabajos domésticos y de cuidado. Las refugiadas y migrantes venezolanas acceden a empleos para los cuales están sobrecalificadas

Reporte Proiuris

Erick S. González Caldea

49% de las trabajadoras domésticas de América Latina fueron despedidas o suspendidas de sus empleos en medio de la pandemia del COVID-19, reveló un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

En el informe de la Cepal, publicado en diciembre del 2020 y titulado «Desigualdad, crisis de los cuidados y migración del trabajo doméstico remunerado en América Latina», se destaca la carga diferenciada de la pandemia sobre adolescentes y mujeres refugiadas y migrantes.

En el documento se detalló que un gran número de trabajadores domésticos se vieron una mayor situación de vulnerabilidad, debido a las restricciones causadas por el nuevo coronavirus. Del grupo, fueron las mujeres y adolescentes migrantes las mayores afectadas por la recesión económica mundial.

Solo 13,8% de las trabajadoras domésticas recibieron remuneración salarial durante la cuarentena; 14,2% tuvieron perdidas de salarios y de horas de trabajos por la cuarentena; y 23,1 % trabajaron normalmente durante la pandemia.

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“El alto número de trabajadoras que han sido suspendidas o despedidas tiene diversas causas. La crisis económica que se ha producido a raíz de la pandemia ha afectado a distintos sectores sociales, y es posible que algunos empleadores no cuenten con los recursos para continuar con la relación laboral y el pago de salarios durante la pandemia”, se lee en el informe.

En el documento también se analizó la respuesta institucional de los Estados de América Latina, que al inicio de la pandemia calificaron el trabajo doméstico como “no esencial” para las economías, lo cual empeoró las condiciones laborales de las personas que se dedican al trabajo doméstico y de cuidados.

“También es necesario ahondar en el efecto de las medidas institucionales, especialmente en aquellos casos en que se llamó a los empleadores a continuar voluntariamente el pago de salarios mientras permanecieran las medidas de confinamiento, sin establecer la obligatoriedad de este pago (o de un porcentaje del salario) o medidas de compensación a los empleadores para mantener los empleos y el pago de salarios”, se lee en el informe.

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La Cepal destacó que la crisis provocada por la pandemia de COVID-19 puso en evidencia la centralidad del trabajo de cuidados, cuya falta de sostenibilidad agudizó las desigualdades de género y socio económicas.

“El cuidado remunerado está a cargo de mujeres que perciben bajos salarios y enfrentan precarias condiciones laborales. Esta situación pone de relieve la necesidad de desarrollar áreas de intervención para mejorar la calidad del empleo en el sector del trabajo doméstico remunerado y alcanzar los estándares del trabajo decente”, detalló Cepal.

“Según estimaciones de la OIT (2020), —continua en el informe— un 69% de las trabajadoras domésticas remuneradas de América Latina y el Caribe se encontraban a principios de junio de 2020 significativamente afectadas por las medidas de confinamiento impuestas por la pandemia, provocando la pérdida de sus empleos y sus ingresos o la reducción de sus jornadas de trabajo y consecuentemente de sus salarios, la peor cifra en el contexto mundial”.

En América Latina, el trabajo doméstico remunerado ha sido, tradicionalmente, una importante fuente de ocupación para las mujeres, principalmente para aquellas provenientes de hogares pobres, indígenas o afro-descendientes, así como migrantes.

“Sus condiciones laborales son precarias y se caracterizan por la informalidad, desprotección y bajos salarios. Crecientemente las mujeres migrantes provenientes de otros países de la región están ocupando este espacio laboral. A una escala global, los cuidados circulan a través de la feminización de las migraciones”, señala la Cepal.

Cifras de la desigualdad

Según los datos de la Organización Internacional del Trabajo, en el mundo existen 67,1 millones de trabajadoras y trabajadores domésticos remunerados.

De la cifra 11,5 millones son migrantes internacionales. “Esto demuestra que un número importante de hogares contrata a personas que provienen de otro país y son externas al núcleo familiar para resolver sus necesidades de cuidado”, se indica en el documento.

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7,7 % del total de trabajadores migrantes en el sector de trabajo doméstico son hombres. El peso del trabajo doméstico entre las mujeres trabajadoras migrantes es de 12,7%.

“Las mujeres representan el 92% de quienes son trabajadoras domésticas remuneradas migrantes en América Latina, cifra muy superior al peso de las mujeres (74%) entre las trabajadoras domésticas remuneradas migrantes a nivel global”, enfatiza el informe.

Migrantes venezolanas en peor condición

Las migrantes venezolanas son la población que sale del país con mayor índice educativo. Sin embargo, se ven obligadas a optar por trabajos para los cuales están sobrecalificadas.

La Cepal detalló que la situación de las mujeres migrantes venezolanas es peor que la de los hombres migrantes venezolanos en los países de destino.

“Más del 70% de las mujeres tenía un trabajo remunerado antes de migrar, muchas de ellas en empleos asalariados formales. A pesar de sus antecedentes educativos y ocupacionales, la tasa de desempleo es mayor para ellas y se concentran en ocupaciones y oficios que requieren de menor cualificación, en condiciones de precariedad y sin ningún tipo de cobertura de seguridad social”, se lee en el informe.

49,6% de las migrantes venezolanas están concentradas en comercio; sin embargo, 21,9% tienen trabajos domésticos; el resto, 27,7% se encuentran en actividades del sector cuidados. “Solo 23,1% de los hombres se encuentran en estas actividades relacionadas a las labores domésticas y de cuidado”, se agrega en el reporte de la Cepal.

“Ellas han debido asumir el peso de los cuidados de personas dependientes de su familia, lo que restringe su disponibilidad de tiempo para acceder a empleos asalariados y de jornada completa. Por otra parte, las imágenes tradicionales de género las encasillan en una gama estrecha de ocupaciones que son una prolongación de las tareas reproductivas y las ubican en ocupaciones para las que están sobre calificadas debido a su alto nivel educativo”, concluye el informe.

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