Colombia

¿Operación Muralla o Plan Frontera Segura y Regulada? La delgada línea entre la xenofobia y la protección

Operación muralla

“Operación Muralla” ha sido la denominación de las acciones del gobierno colombiano para frenar el paso por las trochas de personas refugiadas y migrantes venezolanas. Los analistas Tulio Hernández, Ginna Morelos y Nydia Ruiz proponen la construcción de narrativas con enfoque de derechos humanos

Reporte Especial Proiuris

Ángery Lozano / Alejandro Romero

El término “Operación Muralla” entró en escena el pasado mes de octubre de 2020, a partir del despliegue del Ejército y la Policía Nacional de Colombia para controlar el paso de personas refugiadas y migrantes venezolanas por trochas. 

La iniciativa, supuestamente, hace parte del “Plan Frontera Segura y Regulada” que buscaría ordenar la migración en una zona controlada por grupos armados al margen de la ley. Esta es la versión que ofreció el comandante de la Trigésima Brigada del Ejército, Ilvar González.

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“Este es un trabajo especial que estamos haciendo en el área metropolitana, denominado ‘Operación Muralla’, que va en coordinación y en apoyo a la Policía, de todo el trabajo que se está haciendo en las trochas”, afirmó el oficial.

El término “Operación Muralla” tuvo eco en medios de comunicación y agencias internacionales. Proiuris ahondó en la narrativa que podría deshumanizar o crear brechas entre las ciudadanas y ciudadanos nativos de Colombia y las personas refugiadas y migrantes venezolanas que huyen de su país debido a la emergencia humanitaria compleja, o que debido a las limitaciones por la pandemia, se ven obligadas a retornar a su nación.

Muralla sin constructores

La inquietud sobre la narrativa fue manifestada al gerente de fronteras, Lucas Gómez.

Proiuris le preguntó expresamente si la denominación Operación Muralla se evaluó en conjunto con los diferentes entes del Estado para determinar posibles consideraciones negativas en el imaginario colectivo; además, si este tipo de narrativas podrían generar más brotes de xenofobia.

Gómez explicó que “el Plan Frontera Segura y Regulada” que se viene desarrollando en las trochas donde se da mayor afluencia de paso entre los dos países, tiene el objetivo de “disminuir la criminalidad y sacar de la zona a los generadores de violencia”.

Agregó que las personas que recorren estas zonas “se han visto damnificadas por grupos criminales que extorsionan a quienes transitan por la región; además, por el aumento de tráficos ilegales, que incluyen desde contrabando hasta la trata de personas. Es indispensable proteger a migrantes, pobladores y todos los que transitan por la zona fronteriza”, subrayó el gerente de fronteras.

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El funcionario no hizo referencia alguna al empleo del término “Operación Muralla”, pero sí reiteró la disposición de las autoridades colombianas de cerrar el paso por las trochas.

“La recomendación de Colombia es evitar pasar por estas trochas. Existen muchos riesgos, desde epidemiológicos hasta de seguridad, por lo que, desde el gobierno nacional, las autoridades locales, el sector privado y la sociedad civil, estamos trabajando para que la eventual apertura del cierre de frontera se dé forma responsable, cuidando la integridad de todos los habitantes de la zona limítrofe y como un impulso para la reactivación de la región”, concluyó Gómez.

Narrativas bajo lupa

La antropóloga y lingüista del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (UCV) Nydia Ruiz fue enfática al señalar que “los términos peyorativos o denigrantes no solo inciden negativamente en las personas que se han visto obligadas a huir o retornar a su país”, sino que, además, “son lesivos a la dignidad”.

A juicio de la experta, existe la posibilidad de que este tipo de términos se conviertan en bandera de sectores de la población que profesen odio contra estos grupos. Así pues, “la réplica y difusión de estos términos puede trascender a instancias de rechazo absoluto”, puntualizó.

Operación muralla
Diversos medios colombianos e internacionales le dieron eco a la ‘Orden Muralla’.

Aunque Ruiz destacó que los adjetivos y narrativas denigrantes han sido empleados frecuentemente por Nicolás Maduro y funcionarios de su gobierno, sobre todo “para referirse a las personas que retornan al país debido a las limitaciones por la COVID-19”, le resulta llamativo que la palabra ‘muralla’ se haya colado en el enunciado de una medida que requiere perspectiva en derechos humanos, pues sugiere separación tajante, incomunicación, impedimento, obstáculo.

Rememoró que la función de la Muralla China era evitar las agresiones de los enemigos invasores. En primera instancia esto es lo que se interpreta.

“Llama la atención el uso de muralla en lugar de muro; este último es más conciso. Muralla es una forma atenuada del no reconocimiento que tienen las personas que están en tránsito”, señaló Ruiz.

La antropóloga y lingüista Nydia Ruiz, hizo alusión a la Murala China para compartir su interpretación sobre el término «operación muralla» / Foto: National Geographic

Sin murallas

¿Quién acuñó este término? ¿Por qué tuvo eco en los medios, e incluso, en agencias internacionales?

Las interrogantes son varias, pero para Nidia Ruíz se trata de solo una incidencia que no debería empañar los esfuerzos realizados por “el gobierno del presidente Iván Duque, quien ha permitido la instalación de campamentos de organizaciones internacionales en la frontera que prestan ayuda a estos grupos”, comentó.

Esta última visión la comparte el sociólogo venezolano Tulio Hernández. “En el caso del gobierno colombiano, encontramos una de las experiencias más cuidadosas y respetuosas de la migración que hemos tenido en América Latina”, manifestó.

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Hernández justamente hace parte de un grupo de profesionales que se han ocupado del uso del lenguaje en materia de refugio y migración. Desarrollan actividades formativas, dirigidas especialmente a comunicadores sociales, junto con ACNUR, la Fundación Gabo y el Portal Frontera Viva del Táchira. El fin es contribuir con narrativas que edifiquen y estén a tono con los derechos humanos a la hora de abordar los asuntos relativos a la movilidad humana y, en particular, el éxodo de venezolanos y venezolanas.

Para él, “una de las características que más llama la atención internacionalmente es el esfuerzo que ha hecho la sociedad colombiana para que un fenómeno que hubiese podido ser una catástrofe en términos de brote xenofóbico, como lo es la llegada abrupta de 2.000.000 personas a otro país, no fuese así”.

Educación, la clave

Hernández mencionó que las iniciativas emprendidas por Somos Panas Colombia, una plataforma y campaña auspiciada por ACNUR, universidades como la Universidad del Rosario y el Observatorio de Venezolano de Migración, han servido para atajar desafortunadas expresiones de xenofobia, como las controversiales declaraciones de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López.

Asimismo, argumentó que Colombia no tenía experiencia alguna en materia de migraciones masivas. E invita a tomar en cuenta que este país enfrenta sus propias dificultades económicas, pues “apenas logra satisfacer las necesidades educativas y sanitarias de su propia población”.

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El sociólogo radicado en Colombia considera que “ninguna sociedad tiene el monopolio de la apertura ni el monopolio de la xenofobia. Todos incurren en ellas; por eso es necesario que se desarrollen programas de educación ciudadana para tratar procesos que son más graves en países con dificultades económicas”, dijo Hernández.

No murallas, sí puertas

Desde la Fundación Gabo, la periodista colombiana Ginna Morelos ha sido una de las más activas promotoras de narrativas con enfoque de derechos humanos para difundir información sobre los flujos migratorios.

A su juicio, toda iniciativa que brinde educación en materia de derechos humanos, sea por parte de instituciones privadas o por parte del propio gobierno colombiano, debe ser replicada para sumar a una “comunicación eficaz y asertiva”.

Morelos recordó que el “lenguaje y la palabra tienen poder y hay que comprender ese poder en su real dimensión para, precisamente, construir narrativas propositivas y positivas”.

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Desde esta premisa, la periodista abogó por el principio del respeto, -en su caso, desde una sala de redacción-, porque “te obligas a pensar desde qué orilla vas a narrar, cómo vas a enamorar, qué términos vas a usar…”, sostuvo.

Morelos recomendó, como parte del buen ejercicio periodístico, hacer “una constante autocrítica de cómo se cuentan las historias y asumir los errores cuando sea necesario».

“Pero, lo más bonito: que corrijamos a futuro… En un futuro presente inmediato, precisamente para construir narrativas que no dañen sino que fortalezcan conceptos o abran puertas”, concluyó la comunicadora.

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