Colombia

De Guarumito (Venezuela) a Guaramito (Colombia) para estudiar

Guaramito Guarumito

Al ver que sus hijas e hijos ya casi no veían clases en las instituciones del lado venezolano, Juan decidió inscribirlos en un colegio en Colombia. El camino de Guarumito a Guaramito incluye atravesar un río en balsa, pero los beneficios que brindan en el país vecino valen la travesía

Reporte Especial Proiuris

Anggy Polanco

Las diferencias entre la educación en el colegio de Colombia es abismal respecto a la de Guarumito.

«La escuela del lado colombiano, ubicada en una zona rural tiene aire acondicionado en sus aulas. El salón de informática tiene computadores para cada uno de los estudiantes, y ven materias elementales que aquí ya no dan”.

Así diferencia Juan Beltrán, representante de tres estudiantes de bachillerato, la educación que se imparte en una escuela rural en Colombia, con las condiciones del colegio del lado de Venezuela.

No se trata de un caso aislado. Cada vez son más las niñas, niños y adolescentes que residen en las zona rural de Guarumito, población situada en el municipio Ayacucho del estado Táchira, que se unen a la educación colombiana.

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En solo 10 minutos en moto, los escolares pasan a la antagónica población de Guaramito. La diferencia con la Guarumito, en el lado venezolano, va más allá de una simple «a». Esta se traduce en la cantidad de profesores que imparten clases, en la infraestructura y hasta en la alimentación que ofrece la extensión del Instituto Técnico Jorge Gaitán Durán.

Los relatos de pobladores de Guarumito indican que son más de 100 niños que residen en esta parroquia y en zonas aledañas como La Cooperativa y Mata de Curo, en el estado Táchira, los que cursan estudios en la extensión de la institución educativa, una población rural del municipio San José de Cúcuta.

Este es un punto geográfico en donde los habitantes no se miden entre hitos. Mucho menos los escolares y liceistas que residen del lado venezolano distinguen donde termina Venezuela para avanzar hacia Colombia; ellos solo quieren una mejor educación con aulas adecuadas y agua en los grifos que sí ofrecen los colegios en el país cercano.

Decadencia de la educación rural en frontera

En la parroquia Guarumito, del municipio Ayacucho, la educación comenzó a decaer al mismo tiempo que la economía del país. La escasez de alimentos y pérdida del valor del bolívar frente a la moneda colombiana que se vivió después de 2012, golpeó de manera directa al gremio docente de la zona.

“Ese fue el inicio; luego comenzó a decaer en todos los ámbitos desde 2015. En 2018 y 2019 vivimos la cúspide de este proceso de fracaso. La calidad educativa ha caído en 80 % en nuestro país y sobre todo en la zona norte del Táchira”, declaró a Proiuris un supervisor docente vinculado a la zona educativa en la región que prefirió mantener su identidad bajo reserva.

Muchos profesores abandonaron las aulas. Algunos huyeron del país, otros optaron por fuentes de trabajo como el comercio informal, y esto generó ausencia de educadores y materias desiertas en los liceos y escuelas de la región. Los planteles de esa región se vieron especialmente afectados debido a que muchos profesores viajaban desde zonas urbanas para impartir clases, hasta que las condiciones para trasladarse fueron insostenibles.

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El educador señala que no cuentan con las herramientas para trabajar y tampoco con un salario que los motive. “Somos mal pagados. El sueldo a duras penas alcanza para cubrir 10 % de la cesta básica”, comenta.

Otro de los desafíos que enfrentan los educadores de las áreas rurales es la imposición de grupos al margen de la ley.

Pese a que en Guarumito existe una escuela de educación básica y un liceo que funciona en una especie de galpón abierto, en la que los estudiantes se aglomeran para recibir clases, los niños y adolescentes encuentran mejores condiciones de infraestructura y alimentación en Colombia que en los planteles más cercanos a sus viviendas.  

“Las condiciones de la infraestructura del liceo y la escuela de la zona son bastantes precarias; además, a los profesores no les resultaba venir para acá. El pago que recibían mensualmente no les alcanzaba para cubrir los gastos de pasajes. Muchos venían por vocación, llegaban en cola…”, describe Juan Beltrán, representante de tres estudiantes recién promovidos a 8vo, 9no, y 11 grado.

En muchas ocasiones Juan tuvo que darle la cola a los docentes, pues Guarumito se ubica de la autopista de La Fría hacia adentro, una distancia que la recorre escasamente una buseta al día en momentos de normalidad.

“En el 80% del horario académico los muchachos no veían clases porque los profesores no podían llegar o porque el profesor llegaba tarde”, recuerda Juan.

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Para el presidente de la Federación Venezolana de Maestros Táchira Ildemaro Useche, la proporción de maestros en el estado que laboran en zonas rurales se ubica en 40 %, mientras que en las zonas urbanas es de 60 %; «ello depende de la densidad de población», explica.

Resalta que en 2018 se registró un pico alto de migración docente, y se estima que haya migrado un 60 %.

En 2019 bajó un poco el porcentaje, a 57 % aproximadamente. En el año 2020 volvió a los niveles de 2018, con 60 a 65 % de renuncias y migración de los educadores en la entidad.

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“Los docentes laboran en situaciones difíciles por las condiciones salariales. Pero es más difícil para los que ejercen en la zona rural por la falta de gasolina y falta de transporte. Las consecuencias recaen en los niños que reciben menos atención que los escolares de las zonas urbanas”, declaró el representante de la FVMT.

En este momento, con la modalidad de educación a distancia, -que a juicio Useche no es a distancia ni es educación-, tanto los docentes como los estudiantes tienen que recurrir a herramientas tecnológicas en un país con la peor Internet del mundo y con graves problemas de comunicación y electricidad; entonces los padres terminan haciendo las actividades pedagógicas. 

La opción de estudiar en Colombia

Juan, al que la situación se encrudecía con constantes protestas y paros de maestros que exigen sus derechos en territorio venezolano, tomó la decisión de inscribir a sus hijas e hijos en instituciones ubicadas en el lado colombiano, aprovechando que poseen la doble nacionalidad.

Antes de la pandemia, los escolares iban y regresaban en moto y a través de una trocha. En esta zona no existen puentes a través del río divisorio que facilite el tránsito. El trayecto dura 10 minutos.

El puente más cercano como paso autorizado se ubica a más de 40 minutos de carretera en Boca de Grita, una parroquia del municipio García de Hevia.

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Por el río hay habitantes que se dedican a pasar a los estudiantes con una balsa rudimentaria hecha de tablas, para evitar que toquen el río. Esto sirve incluso a las niñas, niños y adolescentes para cruzar en temporadas de lluvias cuando el afluente abunda.

Juan rememora que hay días que el río crece y ni siquiera usando la balsa los estudiantes logran llegar al colegio.

“Cuando uno va en la balsa, se tambalea” relata la hija mayor de Juan, Eliyireth, una estudiante que recién culminó el bachillerato y se alista para ingresar a la universidad en Colombia tras obtener uno de los puntajes más altos en la Prueba Saber del año pasado en el municipio San José de Cúcuta.

Más que una letra de diferencia

Las diferencias son bárbaras, comenta Juan.

Pese a que la escuela del lado colombiano se ubica en un área rural, cada salón tiene aire acondicionado, pues consideran que es importante lograr un nivel de climatización óptimo para mejorar el aprendizaje, dado a que es una zona calurosa.

El salón de informática cuenta con laptops para cada alumno e imparten materias como álgebra, aritmética, inglés, estadística, religión, informática y cálculo, además de las materias tradicionales.

Adicionalmente, cuentan con un programa de alimentación. Cada estudiante recibe el almuerzo que contiene proteína, carbohidrato y su fruta.

“Siempre, siempre, en el almuerzo de mi colegio hay pollo, carne o pescado, ensalada, arroz o pasta, una fruta y jugo”, explica Liliana Camina, una de las dos representadas de Juan, que pasó a 9no grado de bachillerato y espera iniciar clases presenciales en enero.

Complicaciones virtuales en pandemia

Después de la pandemia, el proceso se complicó para los padres y representantes de estos escolares que residen del lado venezolano.

Y es que las niñas, niños y adolescentes dejaron de recibir educación presencial para conformarse con directrices enviadas por grupos de WhatsApp, en una zona donde es nula la señal telefónica y muchas personas recurren a las líneas colombianas para mantenerse medianamente comunicadas. Allí también hacen frente los largos racionamientos eléctricos que azotan a la región andina.

“Es difícil a ratos; sin embargo, todos los docentes contestan preguntas y entregan guías para cada período. Las guías hay que buscarlas en la institución. Cada una contiene entre 100 y 120 páginas que corresponden a un periodo de los estudiantes”, expone el representante.

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Debido a las limitaciones de movilidad por la cuarentena, los estudiantes no pueden asistir a las aulas, así que la institución convoca a una asamblea mensual. Los representantes acuden para retirar las guías y un auxilio alimentario que se entrega por cada estudiante.

Cada kit contiene un cartón de huevos de 30 unidades, un kilo de harina, un kilo de arroz, medio kilo de arvejas, 20 ml de aceite, una panela pequeña y 15 avenas de larga duración.

“Los profesores muestran gran sentido de pertenencia y alta vocación de servicio”, agregó Beltrán.

Matrícula en aumento desde 2018

Yeison Espinoza Villamizar, profesor que imparte ciencias naturales en la sede Jaime Cárdenas del Colegio Jorge Gaitán, en la extensión de Guaramito, ha visto que el número de estudiantes con residencia en Venezuela ha venido en aumento. Estima un incremento de 80 % año tras año desde 2018.

Expresa que, al principio, para muchos niños este cambio representa un desgaste emocional. Esto debido a que se enfrentan a otra cultura, otro dialecto… hasta que poco a poco logran adaptarse a este sistema educativo.

“En nuestro colegio se están haciendo esfuerzos grandes para poder cubrir y ampliar la planta docente y los cupos para estudiantes ante al alta demanda que existe en la frontera. Nos hemos encontrado con niños que vienen muy enfocados a estudiar, así como con otros que añoran estar en su tierra con sus amigos», comentó el docente.

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Añadió que en el plantel se imparten clases todos días, hay profesores y una estructura con instalaciones deportivas que los estudiantes pueden disfrutar. «Van a encontrar una cafetería y un profesor que les escuche si tienen problemas.

En su experiencia con niñas y niños venezolanos, y con doble nacionalidad recién llegados al plantel, ha visto algunos escolares y liceístas que llegan a la defensiva porque piensan que serán víctima de xenofobia y difamación. Sin embargo, Espinoza comenta que «en esta zona de frontera se les abraza como a hermanos y los educadores luchan para que el colegio se mantenga libre de expresiones xenofóbicas».

“Les expresamos que aprender aquí en Colombia no es diferente a aprender en Venezuela. Solo cambiamos algunas expresiones pero el conocimiento sigue siendo el mismo”, puntualiza Espinoza.

Para los docentes de esta institución no existe diferencia entre dar clases a niñas y niños venezolanos e impartir conocimientos a los escolares colombianos.

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Ante la falta de electricidad e Internet en las zonas donde residen los estudiantes en el lado venezolano de la frontera, el profesor Yeison hace su mayor esfuerzo por dar los plazos posibles para la consignación de las tareas.

Espinoza no concibe la idea de no ser un poco más flexibles con niñas y niños que relatan que no pudieron cumplir con la totalidad de la tarea porque a la mitad «se le acabó la vela» y no contaban con servicio de electricidad.

Para los niños que no poseen internet, el proceso de aprendizaje es todo un reto, y la pandemia representa un grado mayor de dificultad importante.

Recuerda que, antes de la pandemia, entre las razones de ausencia de los alumnos que viven del lado de Venezuela, destacaban la crecida del río que divide esta zona, avería de las motos en las que se trasladaban y hasta situaciones de intervención de grupos armados en la entidad.

A juicio de Espinoza, no deberían existir diferencias, ni limitaciones para la educación. “Que hayan tenido que emigrar es simplemente una parte de la historia de su país”, concluye.

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