Colombia

Alba Pereira: La ‘embajadora’ de los venezolanos en Bucaramanga

Embajadora de los venezolanos

La barquisimetana escapó de Venezuela hace 16 años, debido al constante hostigamiento que sufrió por parte del régimen del fallecido Hugo Chávez. Conocida como conocida como «embajadora de los venezolanos», trabaja por sus paisanos desde su fundación Entre Dos Tierras.

Reporte Especial Proiuris

Alicia Pepe

Durante el paro petrolero de 2002, Alba fue una de las venezolanas que alzó su voz contra el gobierno de Hugo Chávez. Lo hizo desde su restaurante, en el turístico pueblo de El Junquito.

En aquel momento, gran parte de la población simpatizaba con el proyecto socialista que pregonaba el fallecido líder de izquierda, por lo que las amenazas en su contra no se hicieron esperar.

Una semana después de aquel episodio, su restaurante fue desvalijado.

“Eso sucedió un martes. Me llamaron y cuando llegué, se habían llevado los equipos de cocina, refrigeradores, mesas, sillas, todo. Me dejaron en la calle”, rememoró Pereira.

Perdió el apartamento que había hipotecado. También vendió su carro para pagar las deudas. Regresó a Barquisimeto para empezar de nuevo.

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Pese a las advertencias que seguía recibiendo por parte de personas que decían ser cercanas al gobierno, Alba no se amilanó. Al contrario, firmó para destituir a Chávez en 2004. Su nombre figuró en la famosa “Lista Tascón”.

Bloqueada y marginada en toda actividad comercial, Pereira usaba así la figura jurídica de su madre para ofrecer servicios de catering y clases de cocina para salir adelante.

A mediados de ese año recibió una carta firmada por autoridades del gobierno: Retirar su cédula de la lista a cambio de una declaración pública en prensa aduciendo problemas mentales y en la que confirmara su convicción chavista. Eso provocó que Alba replanteara su futuro en Venezuela

La dignidad por encima de todo

“Mamá, no voy a vender mi dignidad. Lo mejor es que me vaya de Venezuela”.

Alba alistó maletas y se fue a Bucaramanga, ciudad que por casualidades de la vida la vio nacer hace 52 años, en unas vacaciones navideñas que sus padres pasaron en los llamados Santanderes colombianos.

“Llegué un domingo y el martes comencé a trabajar como digitadora. Alquilé una habitación en una casa de familia. Recibí mucho apoyo, en aquella época la gente sentía mucho cariño por los venezolanos”, contó Pereira.

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Comenzó a dar clases de cocina, a ofrecer servicios de catering y aprender de la cultura y costumbres de los colombianos. En 2013 la Cámara de Comercio de Bucaramanga abrió el programa Mujeres Eco, que impulsaba emprendimientos creados por mujeres.

“No lo dudé. Quería montar mi propio restaurante y con mi socia, presentamos el proyecto. Recibimos capacitación y un impulso económico. Abrimos el restaurante el 18 de agosto de 2103 y se llamó ‘Sabor aquí”.

El menú del restaurante estaba compuesto por platos icónicos como el pabellón, las cachapas, la ensalada de gallina y las hallacas / Foto: Cortesía

Este rincón que rendía tributo a la gastronomía venezolana en el barrio San Alonso, en un par de meses pasó a ser referencia entre los venezolanos que visitaban o llegaban a establecerse en la llamada “Ciudad Bonita” de Colombia, al igual que los colombianos entusiastas por probar nuevos platos.

Un 22 de diciembre, Alba recibió a una mujer que necesita un permiso para pasar la frontera. “Le habían dicho que nosotros éramos como una especie de consulado. Esa anécdota fue muy curiosa”, dice con buen humor Pereira.

Premio de gastronomía nacional

El restaurante de Alba comenzaba a cosechar notoriedad, debido a la experiencia culinaria que se ofrecía a los visitantes.

Una insignia de TripAdvisor por el excelente servicio y un reconocimiento como Chef Revelación en la categoría Santanderes, en Premios La Barra (el galardón de gastronomía más importante de Colombia), hizo que ‘Sabor aquí’ fuera un lugar de parada obligada de venezolanos y colombianos.

Con apenas 40 puestos, ‘Sabor Aquí’ consiguió ganarse el corazón de los comensales, con una decoración que evocaba las maravillas naturales y culturales de Venezuela. Los empleados portaban orgullosos las camisetas de la Vinotinto y el menú estaba compuesto por platos icónicos como el pabellón, la ensalada de gallina y las hallacas, especialidad de Pereira.

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“Cada plato traía una historia que transportaba a los comensales a un momento inolvidable de sus vidas”, narra la migrante, agregando que en una ocasión un visitante colombiano se le acercó. “Me dijo que las cachapas lo transportaron a los años que vivió en Venezuela”. Las emociones palpitaban en el trabajo de Alba.

Pero a medida que el lugar cobraba notoriedad, en Alba también crecía la necesidad de crear una fundación, pues desde 2014 venía desarrollando algunas actividades para la comunidad de venezolanos, como apoyo de medicamentos para los jóvenes que hicieron parte de las protestas de la resistencia en contra del régimen de Nicolás Maduro, así como apoyar pequeñas iniciativas locales como fundaciones de niños con cáncer y ancianatos.

Pasos para crear Entre Dos Tierras

En 2015, con el cierre de frontera, a Bucaramanga comenzaron a llegar familias mixtas; algunos para continuar al interior de Colombia, otros a establecerse en la ciudad. La mayoría visitaba el restaurante para que Alba los orientara.

En 2017 ya Alba era llamada por cariño como la embajadora de los venezolanos en Colombia. A finales de ese año se encuentra de frente con la primera oleada de caminantes y allí es cuando se formaliza la fundación Entre Dos Tierras.

Cuando Alba formalizó su fundación ya era conocida como la «embajadora de los venezolanos» / Foto: Cortesía

“Comenzamos a brindar hidratación y comida e implementar el programa paticas, para curar ampollas y demás heridas en los pies. A niños, niñas y mujeres les brindábamos pañales, fórmulas y ropa de frío”.

Luego vino la asistencia jurídica, el programa ropero solidario y atención integral en diferentes aspectos.

Estas acciones eran financiadas con el capital del restaurante. Alba mira hacia atrás y reconoce que ese dinero nunca se recuperó. Eso y una serie de panfletos que empezaban a aparecer en contra de los migrantes en Bucaramanga, ocasionó que la clientela mermara y las finanzas se fueran al suelo. A principios de 2019 Alba tuvo que cerrar el restaurante.

Pero con la fuerza interior de continuar, la “embajadora de los venezolanos” continuó su trabajo en esta organización sin fines de lucro y enfrentando una batalla que todavía continúa en contra de la estigmatización y la xenofobia.

A través de Entre Dos Tierras, Alba y su equipo brindaban hidratación y comida, entre otras ayudas, a los caminantes venezolanos / Foto: Cortesía

Se levantó una campaña para que nadie comprara ni arrendara a los venezolanos. Fueron campañas muy malucas que hasta el sol de hoy siguen haciéndonos daño”, admite.

Pero ni ella ni sus voluntarios se dejaron amedrentar y hasta hoy, esta organización ha brindado algún tipo de asistencia a más de 200 mil personas. “Había días que atendíamos a más de mil personas”, recuerda Alba.

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En enero pasado, la sede de la fundación tuvo que cerrarse y con las medidas en torno a la COVID-19, Alba ya no pudo dar asistencia presencial a migrantes. Ahora con un grupo de voluntarios preparan 300 almuerzos diarios que entregan en barrios vulnerables donde habitan migrantes y refugiados, a través de la Secretaría Social de la Alcaldía de Bucaramanga.

“Esto es una misión de vida. No me imagino haciendo otra cosa que no sea ayudando a mis paisanos en Colombia”, finaliza la chef y filántropa migrante, que halló en Bucaramanga el hogar que le fue arrebatado en Venezuela.

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