Colombia

Huir otra vez / “Policías y militares nos quitan la poca plata que llevamos” (I)

huir otra vez Venezuela

José Hernández, su hija, su yerno y dos nietos integran una familia venezolana obligada a huir otra vez a Colombia. El 5 de octubre iniciaron una segunda travesía desde Los Guayos, estado Carabobo, pero esta vez a pie. En el camino fueron asaltados por policías y militares. En la avenida Marginal del Torbes, en San Cristóbal, se sumaron a decenas de caminantes que vuelven a escapar de Venezuela 

Reporte Especial Proiuris 

Anggy Polanco

Fotos y video: Jhonny Parra

Para José Hernández y su familia fue peor el remedio que la enfermedad. Él había regresado a Venezuela desde Colombia en marzo, a principios de la pandemia, pero no se imaginó la situación que encontraron al regresar a su hogar, en la localidad Los Guayos, en el estado Carabobo. Pronto tendrían que huir otra vez.

La escasez de servicios esenciales y el alto costo de los alimentos motivó la segunda huida, pero esta vez a pie. Salieron de Los Guayos el 5 de octubre en horas de la madrugada, cada uno con una mochila en su espalda; la misma que llevaban dos días después en su tránsito por la avenida Marginal del Torbes en San Cristóbal. En esa vía convergen los caminantes que habían retornado a Venezuela y ahora huyen del país otra vez.

El hombre de 59 años de edad guía a una hija, un yerno y dos nietos. Van rumbo a Cali, Colombia. Allá les esperan otros hijos. Aunque han avanzado algunos tramos en cola, van con la esperanza de que la caminata concluya en Cúcuta. Allí recibirían dinero  de sus familiares en Cali para continuar el trayecto en autobús.

“Pagamos pasaje de Punta de Piedra a San Cristóbal, en los límites de Barinas y Táchira. Pero en la entrada de San Cristóbal funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana, que mantienen un cerco en la vía, nos cobraron 20.000 pesos. Le tuvimos que dar 20.000 pesos a cada uno de esos policías corruptos”, narró el hombre atemorizado por los funcionarios que salen a “cazar” a los empobrecidos caminantes.

Su hija, Amanda Hernández, de 26 años de edad, relató que al llegar a San Cristóbal tuvieron que vender el teléfono a un busetero, que les pagó 50.000 pesos. Ese dinero lo necesitaban para  comprar comida y, prioritariamente, alimentar a los niños de uno y tres años que también viajan.

“Lo que está sucediendo es que policías y militares nos quitan la poca plata que llevamos para la comida de los niños. A parte de eso no dejan que los camiones nos den la cola, y por eso venimos caminando. La corrupción la tienen los policías”, dijo Amanda.  

A medida que avanzaban, estos caminantes empujados a huir otra vez por la miseria en Venezuela se iban agotando física y económicamente. Cuando no conseguían colas, tenían que pagar a transportistas que transitan en la carretera nacional. Cuando llegaron a San Cristóbal, ya habían gastado más de 100.000 pesos, indicaron.

“El trabajo acá –en Los Guayos- no da la suficiente base para tener una buena alimentación. No por uno, sino por los hijos de uno. Si comen no les compras una chancleta y si le compras la chancleta no les das comida. Y si almuerzan no cenan y si cenan no desayunan”, indicó la mujer que vendía dulces en su comunidad de origen.

También puedes leer: Retornar a Venezuela fue más difícil que huir del país

José, sus hijos y sus nietos solo llevaban consigo sus cédulas de identidad y las partidas de nacimiento de los niños. Tenían previsto cruzar la frontera por una trocha entre San Antonio, estado Táchira y Norte de Santander. Huir otra vez implicaba volver afrontar una situación migratoria irregular en Colombia.

Amanda caminaba lo más rápido posible para que los policías venezolanos no los detuvieran. En la avenida Marginal del Torbes se dibuja la segunda huida de Venezuela

El bolívar no vale

Muchos de los caminantes se sienten abrumados cuando llegan a Táchira, pues en esa estado fronterizo el bolívar no vale y los comercios solo aceptan el peso colombiano. Ni siquiera pueden comprar agua.

“Hoy hemos pasado el día sin comer. O, mejor, dicho, apenas unos pancitos que uno de los compañeros compró con una tarjeta, porque ni punto de venta reciben por aquí; piden puros dólares y pesos, no quieren aceptar los soberanos”, relató Julio Manuel Plata, de 25 años de edad, un pescador de la localidad de Bruzual, en el estado Apure, que se suma a la caravana de migrantes obligados a huir otra vez a Colombia.

El joven dejó a su esposa con ocho meses de embarazo y con cuatro hijas: “Mi mujer se me puso en pleno parto y no le he mandado hacer exámenes. La broma está dura y allá no conseguía trabajo. Para poder comer tenía que limpiarle un patio a alguien, para llevar unos kilitos de arroz a la casa. Es mejor salir a buscar trabajo afuera”, expresó el hombre.

Entonces, alistó una mochila con tres mudas de ropa, un par de zapatos, un par de chancletas, el cepillo y la crema dental. Partió con su cuñado el 5 de octubre, y en el vía se fue reuniendo con otros hombres en la carretera que comunica a Barinas con Táchira. Ellos también coincidían en su destino a Colombia.

También puedes leer: La xenofobia se combate con información sobre los beneficios de la migración

Julio cuenta que de dónde salió el poco dinero que llevaba consigo. “Mi mamá vendió unas  cosas de la casa y me dijo: ‘tome, para que se vaya y me mande’”.

Cuenta que en las carreteras de Venezuela que ha transitado hay poco tráfico de vehículos por la escasez de gasolina. Por ello no había encontrado “colas” para avanzar más rápido que a pie. Dice que al tocar  algunas puertas de casas para pedir agua o algo de comer, le negaron ayuda. “Quizás fue porque éramos un grupo de hombres y la gente se asustó”, aventura como hipótesis.

El 7 de octubre, cuando transitaba por la avenida Marginal del Torbes, Julio comentó que iba rumbo a La Gabarra, en Norte de Santander, con el propósito de conseguir trabajo como jornalero en las plantaciones de café de la zona. Va con miedo, pues ha oído que el paso por las trochas es muy peligroso y que, incluso, implica peligro de muerte.

“Algunos militares nos han dicho que para atravesar el punto de control debemos dar 10.000 o 20.000 pesos, y uno de vaina trae para los pasajes para llegar; ni para comer tenemos”, expresó.

En este grupo también iba Mario, un joven de La Guaira que transportaba la carretilla. Con los ojos nublados de lágrimas, pidió al equipo de Proiuris un mensaje de texto para avisarle a su familia que estaba bien y que iba por San Cristóbal, solicitud que también hicieron muchos otros caminantes a  los que les tocó huir otra vez.

Los muchachitos quieren su Niño Jesús

Al caer la tarde del 7 de octubre, Siria Guerrero se hallaba a orillas de la avenida Marginal del Torbes. Seis adultos y tres menores de edad integrantes de una familia hacían una pausa en una caminata que ya sumaba seis días. 

“Mi situación es la de todos: no tengo trabajo, tengo niños pequeños y ya viene diciembre y los muchachitos quieren su Niño Jesús, quieren sus estrenos. La comida está carísima, aún con trabajo el dinero no alcanza”, expresó Siria.

Desde San Felipe, estado Yaracuy, iniciaron el recorrido a pie hacia Colombia: “Uno se para y los niños dicen que tienen hambre; uno sin plata, sin comida”. Indicó que trabajaba en una empresa denominada Alimentos Yaracuy, pero que trabajaba una semana sí y una semana no. En la semana de trabajo no veía a sus hijos.

También puedes leer: Luz tuvo que pagar 600 dólares para viajar a Colombia y sepultar a su madre

Siria  y su familia caminaban sin saber a dónde llegarían en Colombia. Simplemente está empujada a huir. “Son sentimientos encontrados. Me tocó dejar a mis hijos allá –en San Felipe- y temo que nos pueda pasar algo en la vía”.

Related Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.