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Articulan esfuerzos para atender a la población venezolana en Cúcuta

Las más urgentes necesidades de la población venezolana en Cúcuta fueron debatidas en el conversatorio “5 años de la movilidad humana ¿qué hemos hecho y que vamos a hacer?”, auspiciado por la Universidad del Rosario y la Fundación Konrad Adenauer

Reporte Especial Proiuris

Alicia Pepe

Salud, educación y trabajo son los tres ejes que se deben priorizar en la atención e integración de personas refugiadas y migrantes venezolanas en Norte de Santander. Esta es una de las reflexiones que compartió el Monseñor Víctor Ochoa, obispo de la Diócesis de Cúcuta, durante el conversatorio  “5 años de la movilidad humana ¿qué hemos hecho y que vamos a hacer?”, impulsado por el Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario y la Fundación Konrad Adenauer.

Según Ochoa, la movilidad humana causada por la emergencia humanitaria compleja en Venezuela ha “desnudado” lo mejor de Cúcuta, pero también los hechos y las situaciones “que no han tenido una cobertura real”.

El representante  de la iglesia católica considera  urgente la construcción de un nuevo hospital para la población de la región, que ya supera el millón de personas; sin restar reconocimiento a la atención que ha brindado el hospital Erazmo Meoz a la población venezolana en Cúcuta, desde que inició la fase aguda de la crisis, en agosto del 2015.

Más que una crisis, una oportunidad

En este encuentro virtual, Elisa Montoya, secretaria de Posconflicto y Cultura de Paz de la Alcaldía de Cúcuta, adelantó que desde la entidad trabajan en un sistema de caracterización que serviría para identificar los perfiles, capacidades y experiencias de las personas refugiadas y migrantes, así como promover el empleo, el autoempleo y el emprendimiento en la población venezolana en Cúcuta.

“Desde la Alcaldía no miramos la movilidad humana -proveniente de Venezuela- como una crisis, sino como una oportunidad. Esperamos que cuando este mandato culmine, en el 2023, veamos los frutos de la migración en términos de desarrollo en áreas como maderables y frutales para el departamento de Norte de Santander”, sostuvo Montoya. 

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Sobre la implementación de proyectos por parte de algunas organizaciones de cooperación internacional, el Monseñor recomendó mirar hacia la periferia de Cúcuta, donde el nivel de pobreza es alto, al igual que la cantidad de niños y jóvenes fuera de las aulas educativas.

“Planear y organizar los ejes productivos de la ciudad y crear formación para el trabajo en áreas como el calzado, la alfarería y la distribución de bienes en la que migrantes, retornados y comunidades receptoras puedan participar es una tarea pendiente”, agregó.

Montoya habló de algunas articulaciones que ha adelantado la Alcaldía con entidades internacionales: “Con Acnur se viene adelantando un proceso de caracterización con los migrantes y con la GIZ algunos procesos productivos en el Barrio El Escobal, que beneficien a toda la comunidad en educación, emprendimiento y empleo, pues así evitamos el rechazo y la xenofobia”.

A modo de ejemplo, la representante de la municipalidad mencionó que con las cajas de compensación familiar Comfanorte y Comfaoriente se están activando rutas de empleabilidad para migrantes y refugiados venezolanos.

“Desde la Secretaría trabajamos también en el restablecimiento de derechos a las víctimas del conflicto sin importar su condición ni nacionalidad”, destacó.

En el contexto de la pandemia

En el conversatorio también participó Estefanía Colmenares, directora del diario La Opinión de Cúcuta, medio que desde el año pasado abrió una plataforma informativa y de orientación para personas refugiadas y migrantes que residen o están en tránsito en la frontera entre Colombia y Venezuela.

“Desde que inició la pandemia hemos visto un incremento de la condición de vulnerabilidad en la que se encuentran migrantes, refugiados y retornados no solo en Cúcuta, sino en otras ciudades como Bogotá, Medellín y Cali”, reseñó.

Colmenares enumeró las principales solicitudes que el equipo atiende a diario: asistencia humanitaria para acceder a alimentos y cubrir arriendos; retorno voluntario a la frontera, proceso para acceder a los permisos de trabajo, solicitud de la nacionalidad de hijos de padres colombianos y acceder al sistema de salud.

“No cabe duda que los migrantes y refugiados venezolanos están en condiciones más difíciles que antes, lo que supone grandes retos para las regiones en tema humanitario”, dijo la directora.

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Además reflexionó sobre la necesidad de “ponerse en el zapato del otro”, debido a que la población venezolana en Cúcuta se ha visto obligada a huir y empezar de cero, ya sea en Colombia o en otras regiones de suramérica.

Coincidió con Montoya en la importancia  de una caracterización e identificación de las personas refugiadas y migrantes, tanto venezolanas como colombianas: “se pueden definir programas más focalizados en sus necesidades, además de una política migratoria basada en derechos humanos, que responda a las necesidades tanto de colombianos que están en el extranjero, como la de venezolanos que están haciendo una nueva vida aquí”.

Monseñor Ochoa recalcó la solidaridad con la que los cucuteños han acogido a los nuevos habitantes. Desde el 2015, la iglesia católica, con el apoyo del gremio de empresarios, comerciantes, ciudadanía y entidades internacionales, ha logrado entregar  tres millones y medio de raciones de alimentos y otros 5 mil en ocho comedores que tenemos en varias parroquias de Cúcuta. Esto no hubiera sido posible sin el apoyo de la gente”.

Sin embargo, Ochoa es consciente de que falta mucho por hacer. “Este fenómeno nos desborda. Desde agosto del 2015 hasta ahora ya son más de 3 millones de personas que han pasado por Cúcuta, entre venezolanos, colombianos retornados y ‘emparentados’ que han logrado su ciudadanía. Es una gran tarea la que todos tenemos para la resolución a una situación compleja social, por eso la unidad es la clave”.

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