Yamileth asegura que en Venezuela las oportunidades son cada vez más escasas para ella y sus hijos. Piensa volver a migrar a Colombia nuevamente cuando amaine la pandemia de la COVID-19
Jackelin Díaz
Yamileth quedó desempleada cinco días después que comenzara la cuarentena en Colombia por la COVID-19. Había huido de Venezuela por un mejor futuro para sus dos hijos, de ocho y 11 años de edad. Pero la pandemia torció sus planes.
Esta mujer venezolana de 26 años de edad se quedó sin ingresos y vendió lo que había logrado comprar . Enumera: un televisor, un colchón, un ventilador y el teléfono con que se comunicaba con sus hijos cuando salía a trabajar.
Ella es una de las miles de personas venezolanas que han debido retornar al país. Sin embargo no descarta volver a migrar hacia Colombia.
Yamileth, oriunda de San Cristóbal, estado Táchira, quedó viuda hace seis años. Las desgracias se encarnaron en su vida y la empujaron a buscar nuevas oportunidades fuera del país. El 20 de octubre de 2018 emprendió rumbo a Colombia.
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En Cali, Colombia, tuvo tres trabajos precarios. Como la mayoría de los que huyen de Venezuela no cuenta con los documentos necesarios para optar por un trabajo digno. “Estar en blanco”, dice Yamileth al referirse al término utilizado para contar con la legalidad para trabajar.
Su primer trabajo fue como vendedora de pinchos en un establecimiento callejero. Lo hacía de noche y las jornadas diarias se extendían hasta 12 horas para poder sumar 25.000 pesos en el día. De su salario pagaba 8.000 pesos de alquiler de la habitación, otros 8.000 destinados a una señora que cuidaba a sus hijos mientras salía a trabajar y lo demás lo destinaba a comprar comida.
Tres meses después la despidieron. Yamileth no podía quedarse a sin ingresos y aceptó otro empleo precario: vendedora de jugo de caña en los semáforos de las calles y avenidas de Cali.
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Sin embargo, Yamileth ganaba menos de la mitad del salario que obtenía en su anterior empleo y no era suficiente para poder costear un alquiler y comida para sus hijos.
Su tercer trabajo fue como mesera en un restaurante comida rápida en el norte de Cali. Ganaba 22.000 pesos diarios. Pero sobrevino la pandemia y fue despedida.
Yamileth dice tuvo la “suerte” de no tener que ir de Cali a Cúcuta a pie, como los llamados caminantes. Pudo pagar un autobús con las cosas que había vendido.
El viaje de retorno hacia Venezuela lo emprendió el 16 de mayo. Sabía que cuando llegara a su casa en San Cristóbal estaría peor.Todo lo había vendido para migrar a Colombia en 2018.
“Intenté conseguir un nuevo trabajo. Me decían que me iban a llamar y nunca lo hicieron. Es muy duro lo que está padeciendo el migrante venezolano en estos momentos, porque personas como yo salieron del país vendiendo todo lo que teníamos para poder pagar un pasaje y tener estabilidad en el exterior. Ahora estamos regresando y es peor porque no tengo las cosas que tenía antes”, dijo Yamileth.
Dormir en la calle para volver a Venezuela
Con sus dos hijos inició la travesía de retorno. Los niños apenas tenían una manta para soportar el frío de algunos trechos del recorrido. Las mascarillas para protegerse del nuevo coronavirus les daban algo de calor en el rostro.
Dejaron la ciudad de Cali el 16 de mayo, cuando Colombia ya contaba para ese momento, 29.383 nuevos casos de contagio y 939 fallecidos por COVID-19.
Miles de venezolanos que habían decidido migrar hacia Colombia se vieron obligados a regresar a su país a consecuencia de la COVID-19. Solo durante la primera semana de cuarentena 27.000 emprendieron el retorno a Venezuela, registró Migración Colombia. La mayoría en buses, algunos a pie. Muchos vivían en condiciones precarias debido a que sobrevivían con trabajos informales que se esfumaron con la pandemia.
Más de 76.000 ciudadanos han regresado a Venezuela entre el 14 de marzo y el 15 de junio por la emergencia sanitaria.
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La mujer había escuchado de otros venezolanos que estaban regresando a su país con el apoyo de Migración Colombia. Le dijeron que eran traslados humanitarios en más de 20 autobuses desde distintas ciudades. Pero retornar, en medio de la pandemia, implicaba confinamiento en albergues a uno y otro lado de la frontera.
La Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional de Migrantes (OIM) actualizaron, en aquellos días, la cifra de venezolanos en el exterior: 5,1 millones, de los cuales 1,8 millones se encontraban en Colombia y, de estos, 1,25 millones en situación irregular.
Desde la agencia advirtieron que los migrantes corrían riesgos sanitarios al dormir en las calles y hacer concentraciones masivas para exigir apoyo. Este fue el caso de Yamileth quien tuvo que dormir junto a sus dos hijos en una zanja en las cercanías del sector La Parada, en Cúcuta, el 19 de mayo. No pudo dormir esa noche. Estaba en la intemperie y con mucho frío.
A la mañana siguiente pudo entrar a Venezuela. Yamileth dice que lo primero que ves al terminar de cruzar el puente es una cámara de desinfección. Luego los migrantes pasan a “revisión” en un puesto de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) donde le toman la temperatura. Allí registran sus datos personales y las huellas dactilares, como también si tienen antecedentes penales.
Luego, a los retornados se les aplica un test rápido de la COVID-19. El procedimiento consiste en obtener una pequeña muestra de sangre del dedo. Yamileth y sus hijos resultaron negativos.
Minutos después les informaron que serían trasladados al refugio de aislamiento en Pueblo Nuevo, en San Cristóbal, específicamente en el gimnasio de Restrembol.
El hambre para quienes regresan
Desde el 19 de mayo Yamileth estuvo confinada en un albergue improvisado y militarizado . Estuvo 25 días hacinada con personas desconocidas . Ahí, como lo han reconocido las propias autoridades, la situación se ha vuelto “insostenible”.
Ahora, en San Cristóbal Yamileth intenta «rebuscarse». Limpia casasajenas, hace mandados… A veces le pagan con un plato de comida. Pero nada de lo que haga en esta cuarentena le alcanzará para pagar más allá de dos harinas pan, dos paquetes de arroz, una bolsa de lentejas y media bolsita de cebolla y pimentón.
Lamenta que no haya conseguido trabajo en los últimos meses. Yamileth dice con la voz quebrada que no hay oportunidades en Venezuela. Las “limpiadas”, como las califica ella, no son diarias sino quincenales debido a que los habitantes del sector Pueblo Nuevo no tienen el dinero suficiente para pagar.
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Yamileth tampoco cuenta con servicio de gas doméstico en su hogar. Un vecino le prestó una hornilla eléctrica para poder cocinar en el día debido a la escasez del combustible en toda la región. Ella afirma que una vez que se termine la pandemia por la COVID-19 volverá a migrar hacia Colombia, por un mejor futuro para sus hijos. Dice que no quiere que sus muchachos se vayan a dormir con hambre.
“Quisiera volver a migrar hacia Colombia porque con trabajo puedo salir adelante y esto no es posible en mi país.Volvimos al pasado, donde ya ni tenemos nuestras pertenencias. Y, como dicen algunos, si no nos mata el virus, nos mata el hambre”, agregó.