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“Las FAES lo ruletearon hasta morir”

Ángel Gabriel Camero Martínez, de 18 años de edad, falleció a manos de funcionarios de las FAES, durante un operativo realizado en la calle 18 de Los Jardines de El Valle, denuncian sus familiares. Desestiman la versión de que el joven se había enfrentado contra el cuerpo élite de la Policía Nacional Bolivariana
Reporte Proiuris
Erick S. González Caldea

Atamaica Martínez todavía estaba aferrada al féretro donde descansaba el cadáver de su segundo hijo. Alrededor, una multitud de vecinos daban el pésame a ella y los demás familiares de Ángel Gabriel Camero Martínez, de 18 años de edad, durante el sepelio casero. Mientras, en la parte alta del cerro de Coche, con vista a las calles de Los Jardines de El Valle, y a penas visibles, estaban ocho funcionarios de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) vigilando los movimientos de los presentes en el funeral. Con recelo, la madre le señaló: “allá están los que mataron a mi hijo”.

Entre los vecinos de la calle de 18 de los Jardines de El Valle existe un miedo latente hacia los uniformados de las FAES. Cuando llegan las patrullas, sea en la mañana, tarde o noche, los residentes cierran las puertas y ventanas con el fin de no ser objetivo de los oficiales del cuerpo élite de la Policía Nacional Bolivariana.

Martínez no ha descansado desde que mataron a su hijo mañana del lunes 8 de abril, en la calle que lo vio crecer. “Las FAES lo asesinaron en la casa de una vecina, porque él intento resguardarse de ellos”, señala.

Relata que ese lunes, a las 9:00 am, Camero salió de la casa de su papá con la intención de regresarse a su hogar, en el camino observó que se desarrollaba un operativo policial. La calle 18 de El Valle, donde la afluencia de transeúntes es común, estaba vacía. Solo quedaba el joven de 18 años y un comando de funcionarios encapuchados, portando armas largas.

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“Seguro fue el impulso, porque todos les tenemos miedo al FAES, por eso mi hijo intentó tomar otro camino. Pero, los policías lo vieron y le dispararon en una pierna. Herido y todo, corrió hasta la casa de una de una amiga para resguardarse, pero el rastro de sangre que dejó en la calle, condujo a los oficiales a esa vivienda.  ‘Sal de ahí maldito, que te vamos a matar’, gritó uno de los oficiales antes de ingresar al hogar de la amiga de Camero. La sacaron a ella y a sus hijos y dejaron al joven solo. Luego, se escucharon disparos.”, asegura Atamaica Martínez.

“A mi hijo lo sacaron envuelto en una sábana blanca de casa  de su amiga. Estaba herido, pero vivo. Yo lo vi.  Comenzamos a buscarlo pero no estaba en ningún hospital”, relata Martínez.

Ángel Camero recibió un disparo en el pecho y se alojó en un pulmón, según reseña el acta de defunción de fecha 9 de marzo de 2019.

El cadáver de Camero fue llevado a la morgue de Bello Monte, 12 horas después de que le dispararon. “Lo entregaron a las 9:00 pm, así nos dijeron los funcionarios en la morgue. No vino de ningún hospital. Las FAES lo ruletearon hasta morir”, sostuvo Martínez.

El joven de 18 años de edad, moreno, alto, con una hija, y que laboraba como comerciante en el mercado Municipal de Coche, falleció por el shock hipovolémico causado por el impacto de un proyectil en el pecho, señala el informe forense. Como es costumbre en los casos asociados a los funcionarios de las FAES, los oficiales alegaron que Camero se enfrentó contra ellos. “Eso es mentira. Nunca tuvo pistola o había estado asociado a los malandros de la zona, solo trabajaba para poder mantener a su hija”, señaló la madre.

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A Atamaica Martínez le quedan tres hijos con vida, uno de ellos, un bebé de dos meses de nacido. “Solo quiero justicia. Es lo mínimo que me tienen que garantizar, por eso quiero que todo el mundo sepa la realidad de los barrios, están matando inocentes”, enfatiza.

 

El día del entierro, Martínez estuvo al lado del féretro de su hijo durante el funeral. Le restó importancia a la presencia de los funcionarios de las FAES que observaban la reunión desde el cerro. Prefirió no sentirse intimidada. Mantenía su luto. Ni siquiera se inmutó cuando el lejano sonido de una ráfaga de disparos interrumpió las conversaciones de los presentes. “Solo me quede a su lado, porque más nunca lo volveré a ver”, dice.

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