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Comedores comunitarios alimentan la esperanza en zonas populares

1.975 niños, niñas y adolescentes se reúnen cada mediodía en 26 comedores comunitarios de Caracas. La iniciativa, promovida por el programa “Alimenta”, tiene presencia en 8 estados del país, donde se fomenta el trabajo voluntario de las comunidades y el derecho a la alimentación
Reporte Especial Proiuris
Betania Franquis Prada

Hay un alboroto en el sector Palo Alto de Telares en la parroquia Caricuao. Niños, niñas y adolescentes corretean mientras retumba un aguinaldo.  Frente a una casa de ladrillos, ubicada en la calle 19 de Marzo, se reencuentra la comunidad. En la vivienda que alberga al comedor comunitario “La esperanza del 19”, promovido por el programa “Alimenta”, se reaviva el trabajo voluntario en pro del derecho a la alimentación y una infancia sana y feliz.
En la cocina de Yeniree Azuaje convergen una variedad de olores y sabores.  La cantidad de platillos venezolanos que se exhibe en un mesón es variopinta. “Tenemos torta, tizana, tequeños,  golfeados y bolitas de carne, pero el menú de hoy será el plato navideño. Los niños están entusiasmados” explica Azuaje, una de las madres que integra el voluntariado de Alimenta, un programa de corresponsabilidad con la comunidades que ofrece alternativas para alimentar a niños en situación de vulnerabilidad.
Azuaje, madre de tres niños y habitante del sector Telares, cuenta que ofreció los espacios de su vivienda hace cuatro meses cuando surgió la posibilidad de abrir un comedor comunitario en conjunto con la organización Caracas Mi Convive. Su casa, ahora acondicionada como un espacio de reencuentro y convivencia, cuenta con dos mesones y atiende a 55 niños, niñas y adolescentes de todas las edades. “Me di cuenta que valía la pena trabajar por la comunidad. Que hacía falta hacer algo por quien lo necesita así me uní a esta iniciativa”.
La líder comunitaria no es la única integrante del voluntariado de Alimenta. Desde las 6:00 am hasta las 3:00 pm otras cuatro mujeres trabajan en su cocina. Se encargan de preparar el menú del día y mantener todo en orden para recibir a los comensales que acuden desde las 11:30 pm en diferentes turnos.
Dannelis Urbina, de 12 años de edad, está reunida con sus amigas a pocos metros del comedor comunitario. Ensaya unos pasos de la coreografía que ella y sus compañeras crearon para animar el ambiente, minutos antes del almuerzo. Van a bailar una canción de reguetón. “Lo que más me gusta de venir al comedor es que siempre me encuentro con mis amigas y podemos hablar. La comida es buena, las señoras que cocinan son chéveres y nos dan de todo. Lo mejor es la sopa de carne”.
Son las 12:30. Sobre una mesa rectangular se sirven 15 platos navideños con hallaca, ensalada de gallina, un vaso de tizana y un trozo de pan.  Yonnalex Briceño, de seis años, está sentado a la mesa. Cuenta que la comida favorita que le sirven allí son las papas fritas y las caraotas, acompañadas del vaso de leche que le incorporan en el menú para complementar su alimentación. “Me gusta mucho venir después de la escuela porque la comida es muy rica”, dice el pequeño y sonríe.
La labor que se lleva a cabo en “La Esperanza del 19” se replica en otros 26 comedores que existen en distintas zonas de Caracas, donde acuden 1.975 niños. Además de fomentar el acceso a la alimentación y el trabajo comunitario, la iniciativa coexiste con otras actividades de emprendimiento social que empoderan a las comunidades para obtener un ingreso mensual.
Claudia Astor, coordinadora de comunicaciones de Alimenta, relató que el programa surgió como una alternativa al problema de la desnutrición que ha empeorado a partir de 2016. Ese año un estudio de Caritas Venezuela reveló que 52% de los niños monitoreados en Distrito Capital, Miranda, Vargas y Zulia presentaba algún tipo de déficit nutricional, mientras que 25% mostraba signos de desnutrición severa. “Detectamos el problema cuando comenzamos a notar que los niños se desmayaban en los colegios porque no estaban bien alimentados”, acota Astor.

El plato navideño llegó este año para los niños y niñas del barrio Palo Alto de Telares | Foto Mikel Ferreira

Ese año abrió sus puertas un primer comedor de Alimenta en un colegio de La Vega. El proyecto que comenzó con la atención a cien  niños, niñas y adolescentes fue un éxito. “A partir de ese momento comenzamos a abrir más comedores bajo el principio de la corresponsabilidad y la participación. Lo que hacemos no es caridad”, enfatiza la representante del programa Alimenta.
A dos años de su creación funciona en ocho estados del país con 85 comedores que reciben a 6.965 niños, niñas y adolescentes. Mientras que algunos sirven en colegios otros ofrecen su labor en espacios abiertos y casas como la de Yeniree Azuaje. En Caracas el proyecto tiene presencia en Catia, El Valle, La Cota 905, Carapita, Petare, La Vega, El Valle, Antímano, Macarao, El Cementerio y otras zonas populares.
Astor explicó que el plan subiste gracias a las alianzas con promotores y distribuidores que se encargan de suministrar los productos. También reciben donaciones de empresas privadas que se solidarizan enviando fondos para reimpulsar el programa. “Ellos nos distribuyen productos frescos que nosotros proveemos a los comedores. Luego las madres y la comunidad se encargan de preparar la comida y mantener todo ordenado y limpio”, indicó.
Alimenta, incluye un proceso de capacitación en el que las madres reciben orientación para preparar y manejar los alimentos, de acuerdo al protocolo de higiene de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Aunque existen dificultades para comprar ciertos alimentos por los altos costos, Astor señala que el equipo de trabajo cuenta con la asesoría de un grupo de nutricionistas que elaboran los menús de cada día de acuerdo a la disponibilidad de los productos, incorporando alimentos ricos en proteínas, calcio, vitaminas y minerales. “A veces sustituimos ciertos alimentos para variar la dieta y sortear la escasez. Hemos variado mucho el contenido del menú básico y el efecto se nota en los niños. Las madres están contentas porque ven el cambio en sus hijos”, explica.

Las madres desde las 6:00 am están preparadas para atender a los 55 niños y niñas que van a comer en el comedor de Palo Alto | Foto: Mikel Ferreira

El éxito de los comedores motivó la conformación de otros dos proyectos de emprendimiento denominados Sustento y Sustento Textil. Ambos planes buscan generar ingresos para aportar al funcionamiento de los comedores y apoyar económicamente a los voluntarios de la comunidad.
“Las madres y otros involucrados preparan comida de almuerzo y la venden a varias empresas. Una parte del dinero es para ellas y otra para el funcionamiento de los comedores”. Sustento Textil ya reúne a 15 madres que reciben formación en costura para la confección de prendas  como delantales y gorros de cocina.
“Lo que hacemos es generar fuentes de trabajo para que las que personas aporten algo a su comunidad. No se trata de dar cosas. Queremos que las madres y los niños generen sus propios resultados para así ser menos dependientes”, destaca Astor.
La desnutrición infantil en Venezuela creció de un 10,5% a un 13% entre 2014 y 2016 de acuerdo al informe “Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2017” de la FAO.  La Organización de Naciones Unidas apuntó que en el país 3,7 millones de personas tenían alguna deficiencia nutricional al cierre de 2017.
Astor destacó que aunque el problema de la desnutrición persiste continúan enfocados en apoyar a quienes lo necesitan: “Empezamos el año con 10 comedores y ahora tenemos 16 más. Seguiremos en este reto para que sean las comunidades las generadoras del cambio”.

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