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Linda Loaiza López: “Recuperé la sonrisa, pero no olvido”

Hoy 29 de noviembre se celebra el Día Internacional de las Mujeres Defensoras de Derechos Humanos. Linda Loaiza López es, precisamente, eso: una referencia nacional e internacional de la defensa de los derechos humanos y, en particular, de los derechos humanos de las mujeres
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María Yolanda García

Alguien dijo, con razón, que Linda Loaiza López fue víctima de todas las violaciones de derechos humanos que se pueden cometer contra una mujer. Sin embargo, su perseverancia en la búsqueda de justicia la ha convertido en un ícono de la lucha contra la violencia de género; una lucha que no acaba con la sentencia condenatoria contra el Estado venezolano que emitió la Corte Interamericana de Derechos Humanos recientemente. Linda Loaiza habla alto y claro: seguirá luchando hasta que se haga justicia en su caso y en todos los casos de mujeres a las que el Estado no les garantiza protección integral y efectiva.

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Cuenta cómo ha ido recuperando la sonrisa, cómo después de 17 años continúa tratando de sanar las heridas del cuerpo y del alma, cómo le ganó la batalla al miedo y cómo utilizó la fuerza interior y la solidaridad de muchos para recuperar su dignidad.

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La metamorfosis

Cuatro meses cambiaron su vida para siempre. El 27 de marzo de 2001 debía ser un día cualquiera pero Luis Carrera Almoina se cruzó en su camino.

“A los 18 años cambió mi vida radicalmente, pero en estos años me he dedicado a mi recuperación, tanto física como emocional; a la búsqueda de justicia y ahora al activismo de derechos humanos”, dice con firmeza.

 “Ha sido una recuperación muy lenta. Tengo que realizarme algunas operaciones reconstructivas, asisto a terapias psicológicas que me han ayudado a fortalecerme y  a ser perseverante, a no desistir, pero sigo adelante. Todo está en el amor propio, en el interés que tengas en recuperarte”, sostiene.

“Llegué a  Caracas con muchos sueños y mucha ilusión, pero luego de ser víctima y sufrir unos daños atroces, de afrontar y superar dificultades y atropellos del sistema judicial venezolano e indignada por todo lo que escuchaba en los pasillos de los tribunales en mi contra, de ser victimizada una y otra vez, decidí creer en mí, decidí emprender la lucha por la búsqueda de justicia. Me acerqué a gente positiva, a gente que creyera en mí y que de alguna manera fortaleciera esa necesidad de justicia. Las víctimas de hechos atroces no olvidan. Las víctimas siempre buscan lograr la justicia”.

Verse por primera vez en el espejo y ver las secuelas de cuatro meses de heridas, quemaduras y golpes bañaron de lágrimas su rostro, pero también la llenaron de una fuerza que no sabía que tenía: “La misma fuerza que saqué para abrir la ventana de ese apartamento y pedir ayuda”.

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 “Mi abogado fue a verme por primera vez y yo me fijé en su expresión cuando él me vio. Fue un caballero, trató de que no me diera cuenta pero yo vi la expresión de su cara. Se despidió y se fue. Aproveché que mi mamá y mi hermana salieron de la habitación del hospital un momento creyendo que dormía,  me levanté con mucho esfuerzo, fui al baño y me miré en el espejo. ‘¿Qué es esto?’ me dije, no me reconocía. Pero desde ese día comencé a luchar”.

Linda Loaiza realizó una huelga de hambre frente a la sede del TSJ para exigir justicia| Foto: Archivo

“He podido quedarme recuperándome en la sala de un hospital, devolverme al interior del país y estar feliz en el campo con mis padres; he podido encerrarme y no salir más; he podido tomar cualquier otra actitud que no fuera creer en mí y salir adelante, pero creo en lo justo”, reafirma.

La justicia

En su vida no fue un detalle menor que decidiera estudiar Derecho. “Fue difícil, por el choque entre la teoría y la realidad. Lo que te imparten en las aulas es buenísimo: las leyes, los códigos, la doctrina, la jurisprudencia… Sería genial si todo eso fuera real, pero tengo la experiencia desde 2001, muchos antes de comenzar a estudiar la carrera, de cómo la justicia, en la práctica, no lo es”, sentencia con sobrados elementos de juicio.

Después de haber sido rescatada de un edificio en El Rosal donde Carrera Almoina la mantuvo durante cuatro meses, aún no se iniciaba el juicio contra el agresor. Linda Loaiza decidió entonces iniciar una huelga de hambre ante el tribunal supremo para exigir justicia.

El proceso judicial estuvo lleno de irregularidades, destrucción de evidencias y prejuicios, asegura. El expediente de Loaiza estuvo en manos de 76 Jueces y magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, como consecuencia de 59 inhibiciones. Hubo diferimiento de audiencias en 38 oportunidades y no hubo respuesta de ningún organismo cuando se hicieron las impugnaciones respectivas.

 “Cuando por fin me hicieron un juicio, la juez que llevaba el caso preguntó, cuando se explicó que el apartamento estaba lleno de sangre, que si existía la posibilidad de que esa sangre fuera menstrual.  He sido revictimizada por el Estado venezolano, incluso me han dicho que tengo las características de la multivictimización”, explicó la joven, cuyo caso se elevó ante el sistema interamericano.

 “Fui voluntaria de Amnistía Internacional. El voluntariado te enseña, te da una perspectiva distinta de la víctima. Comencé a interesarme en el sistema internacional. Tenía la osadía de escuchar a los juristas, a los expertos en materia de derechos humanos que venían a Venezuela. Investigaba, leía. La solicitud ante el sistema interamericano la ejercí antes de comenzar a estudiar Derecho. Siempre tuve el sueño de ir allá porque sabía que era allí donde estaban las herramientas”, dice Linda Loaiza, con la convicción de que tomó el camino correcto.

López declarando ante los jueces de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en febrero de 2018 | Foto: Archivo

Desde el 2013 el Estado venezolano denunció la Convención Americana, cerrando la opción de justicia para otras víctimas y casos posteriores. El de Linda Loaiza López el primer caso sobre violencia de género, registrado en Venezuela, conocido por un tribunal internacional de derechos humanos.

Este noviembre de 2018, la Corte IDH declaró al Estado venezolano responsable de la violación a los derechos humanos de Linda Loaiza López, por actos de violencia cometidos por particulares, por no haber garantizado sus derechos  a la integridad personal, la libertad personal y la vida privada.

Los medios de comunicación

Aún recuerda la primera vez que fue a los tribunales y se enfrentó a los medios. “Estoy muy agradecida con los medios de comunicación social, pues a través de ellos se han denunciado este tipo de situaciones. Yo tuve que aprender a ser una figura pública. Recuerdo la primera vez que me llevaron a tribunales. Aún estaba en silla de ruedas. Mi abogado me dijo que los periodistas querían hablar conmigo, que solo tenían dos minutos antes de entrar a la audiencia. ‘¿Qué digo?’ le pregunté. Ese día les dije que solo quería justicia. Desde allí tuve que enfrentarme a las cámaras y a los medios”.

Limpia sus lentes y verifica con la palma de sus manos que el pelo, lacio y largo, se mantenga amarrado en la cola de caballo que lo recoge. Sonríe, siempre sonríe.

“Disculpa que me sonría –comenta a la reportera- yo me río mucho; recuperé la sonrisa, pero no olvido. En el grupo familiar pasaron una foto hace unos años, cuando estábamos en casa de mi abuelo, en una mesa grande donde había unas doce personas alrededor mío. Era una niña y hablaba de algo. Todos me prestan atención y yo me reía, se veía mi sonrisa. Yo  vi esa foto y pensé: ‘¡Esa soy yo, esa soy yo!’. Yo había dejado de reírme y me reencontré. Tuve un encuentro con mi niñez y conmigo misma. Esta soy yo y esto es lo que quiero rescatar. Desde ese momento comencé a sonreír, a recuperar cosas que fueron destruidas durante todos estos años”.

Dios, el miedo y el perdón

Quizás hayan sido muchas las veces que Linda Loaiza López rogó ser rescatada, muchas las veces que rezó, hasta que el 19 de julio de 2001 sus oraciones fueron escuchadas y Carrera Almoina tuvo un descuido que le permitió a ella escapar.

“Miedo no hay, tengo mucho cuidado y mucha responsabilidad al actuar” dice con seguridad.

—¿Perdón?

—El que perdona es Dios, yo no soy Dios para perdonar—

—¿El amor?

—Está presente en mi entorno, en mi familia, en mis hermanos, en mis padres… Los mandamientos se resumen en la idea de amar al prójimo como a sí mismo. Pero eso no quiere decir que las injusticias debes engavetarlas o esconderlas—

«Recuperé la sonrisa, pero no olvido», así López continua luchando por los derechos humanos de las mujeres | Foto: Mikel Ferreira

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