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“A partir de 2014 la tortura en Venezuela  es sistemática”

Lisandro Raúl Cubas, investigador del equipo de documentación de Amnistía Internacional Venezuela, es un sobreviviente de la tortura aplicada durante laférrea dictadura militar argentina  de Jorge Rafael Videla. De su experiencia conversó con Proiuris
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Arturo Guillén

Lisandro Raúl Cubas se sienta en una de las sillas de la sala de reunión de Amnistía Internacional (AI). Abre un cuaderno, toma un sorbo de café negro y se dispone a hablar sobre un tema que, con el caso del diputado Juan Requesens, vuelve a ser noticia en Venezuela: la tortura. Y hablará con la legitimidad que le confiere haber dedicado más de 40 años a la defensa de los derechos humanos y, sobre todo, ser un sobreviviente de esta práctica que denigra al ser humano y que le fue aplicada a él durante la dictadura militar de Jorge Rafael Videla en Argentina.

Cubas sabe que los horrores de la tortura cunden el cuerpo de la víctima y también su mente. Sin embargo, ello no es impedimento para afinar su análisis de este tipo de vejámenes en Venezuela, los cuales, en su opinión, se  han acentuado en el país desde las protestas antigubernamentales de 2014.

“Sobre la base de nuestras documentaciones y las denuncias recibidas en Amnistía Internacional, hemos notado que la tortura se ha agravado a partir de las manifestaciones civiles en 2014. Aunque ha cambiado en sus métodos se ha hecho sistemática”, explica el también cofundador del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea).

Entre los patrones de tortura, destaca las detenciones arbitrarias sin órdenes judiciales y la desaparición de las víctimas, a las cuales no se les permite comunicarse con sus familiares y amigos ni con abogados de su confianza. “Las fuerzas de seguridad del Estado han detenido a personas que ni siquiera participaban en las protestas”, indica.

Entre los testimonios de tortura que Amnistía Internacional ha logrado recabar se encuentra el de un joven de 18 de edad, llamado Wuaddy Moreno Duque, detenido durante las protestas de febrero de 2014, en La Grita, estado Táchira. Funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana lo desnudaron, golpearon y quemaron sus partes íntimas con un destornillador caliente. “Él había pasado la noche con unos amigos por donde se desarrollaba la protesta y al día siguiente lo detuvieron y agredieron, porque sospechaban de que era uno de los manifestantes”, narra. Este caso fue denunciado por los familiares del joven en la Fiscalía, pero no han recibido respuesta alguna.

Cubas describe otras prácticas horrendas que se atribuyen a los cuerpos de seguridad del Estado: encerrar a varias personas en patrullas policiales y lanzarles una bomba lacrimógena para que se quemen y ahoguen. “Antes se veía que la Policía Técnica Judicial aplicaba este tipo de prácticas contra los delincuentes para obtener una confesión. En la actualidad se aplica a personas que nada tenían que ver con las protestas, a opositores políticos, a estudiantes”, lamenta.

La saña, el odio…

La tortura tiene como objetivo obtener una confesión a través de diversas formas de coacción física y psicológica. Para Cubas, más allá de ese propósito, policías y militares se ensañan contra los que consideren enemigos del gobierno.

“En 2017 detectamos que los patrones surgidos en 2014 se mantenían y aumentaban los niveles de violencia que se ejercían”, puntualiza. El experto en derechos humanos rememora cuatro casos que Amnistía documentó en enero de 2018. Esas denuncias estaban relacionadas a casos de tortura psicológica perpetrada en la sede del Servicio Nacional de Inteligencia Bolivariana (Sebin), en el Helicoide. Describe que los encerraron en un cuarto completamente a oscuras entre 30 y 45 días, le pasaban solo la comida y debían hacer sus necesidades en la misma celda.

“Según lo que hemos documentado, la tortura psicológica o la blanca, como se le conoce, es algo regular en este gobierno. En estos momentos estamos intentando recaudar más casos, pero es muy complicado.  Las víctimas no quieren denunciar por miedo, porque muchos salieron excarcelados y tienen medidas cautelares, como los últimos presos políticos que excarcelaron”, señala.

Cubas afirma que para prevenir la tortura el Estado debe adoptar las políticas públicas adecuadas y rectificar acerca de sus acciones. A pesar que en Venezuela existe la Ley Especial para Prevenir y Sancionar la Tortura y Otros Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes, no se cumple, asegura el investigador de Amnistía Internacional.

La ONG contribuye a la prevención de la tortura a través de cursos para fiscales, médicos forenses y policías sobre el Protocolo de Estambul, el cual es un conjunto de normas internacionales para documentar  e investigar la tortura.

La voz de un desaparecido

Cubas cruza sus brazos y por un momento, apenas pocos segundos, baja la mirada. Pero luego se incorpora  en el asiento y se dispone a sumergirse (una vez más) en el recuerdo de las torturas que le infligieron durante la dictadura de Videla. “Me desaparecieron cuando tenía 20 años. Me torturaron física y psicológicamente. Cuando ejercen esa práctica en la mente, intentan borrar lo que eres”, resume.

No parece sentir rencor, aunque admite que sufre las secuelas de lo que considera  la peor de las torturas: la psicológica. Así como la física rompe los umbrales del dolor, la psicológica pretende sellarse por siempre, como la cicatriz de una quemadura, en el cerebro.

 “Las secuelas quedan para toda la vida. Pero algo sí aseguro: hablar ayuda, verbalizar lo que viviste, compartirlo con los demás. Eso me ayudó a superar esos episodios de mi vida. Fue como una terapia para mí”, afirma con brazos cruzados, firmes.

“En muchas ocasiones uno puede encerrarse en sí mismo y no hablar por temor a infundirle miedo a tus conocidos y familiares. Depende de la fortaleza de la persona, de cómo lo lleva. Las físicas quedan por un tiempo, a mí me tuvieron que operar de los testículos porque me electrificaron allí, pero las mentales perduran, aunque pueden superarse”, continúa con su relato.

Cubas fue identificado con el número 571. Cuando un funcionario le preguntaba, ¿quién eres? Él se limitaba a identificarse como “571”. Una huella orwelliana que arrasa con la persona y que pretendía ser imborrable, pero que con fortuna logró erradicarla y verse a sí mismo como Lisandro Raúl Cubas.

Lo ocurrido recientemente al diputado  Juan Requesens puede impulsar a cualquier venezolano a pensar negativamente en cuanto al panorama del país. Sin embargo, Cubas se deslinda de tal pensamiento y dice: “Se debe mantener el optimismo, no porque el gobierno cambie, sino por el contrapeso que supone la gran cantidad de gente que se ha sumado a la defensa de los derechos humanos… las ONG que han sido creadas, las asociaciones civiles, los abogados, los psicólogos, los médicos… todos los que de manera voluntaria quieren aportar a esta causa”.

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