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Rostros de la crisis | Omaida Hernández: “Tengo seis meses buscando las pastillas que necesito para la tensión”

La mujer de 63 años de edad debe tomar Bisoprolol con urgencia para controlar la hipertensión arterial. El estrés, que también se adueña de sus sentidos, lo aminora con el Clonozepam, pero tampoco lo encuentra. Los días transcurren y la búsqueda resulta infructuosa

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Arturo Guillén

Omaida Hernández entra al Centro Los Cortijos con la esperanza de encontrar los medicamentos que necesita en la farmacia Badan, ubicada en la primera planta del edificio. En el corredor esperan cuatro personas. Hernández, respetando el orden, se coloca de última en la fila.

Uno a uno son atendidos. Algunos salen con sus medicinas, otros, por el contrario, abandonan el lugar con una sonrisa desdibujada en sus rostros. Hernández, por desgracia, fue una de esas sonrisas que han desaparecido debido a la escasez.

La mujer, de 63 años de edad, se suma a los ciudadanos que no visualizan ningún cambio ni albergan la ilusión de que se produzca mientras las políticas del gobierno, en todos los ámbitos, continúen. El presidente Nicolás Maduro anunció el lunes, la destitución de Luis López como ministro de Salud y designó en el cargo a Carlos Alvarado, profesor universitario y médico fisiatra. “Es profundamente humanista”, aseguró el mandatario.

Sí, nada cambia. Hace seis meses que Hernández busca con desespero el Bisoprolol, que sirve para personas con hipertensión, lo que la mujer padece. También buscaba Clonozepam para calmar los nervios que se apoderan de ella al no poder controlar la tensión alta y cuando se percata que ha pasado mitad de año sin consumir el medicamento que le es esquivo.

“Las incertidumbres del país me están afectando, como a todos los venezolanos”. Comenta mientras espera el ascensor e inquieta camina de un lado a otro. Su cabello canoso, amarrado como una cola de caballo, evidencia su edad y también las angustias que la asolan.

“Tengo todavía una caja de Bisoprolol, pero he estado picando las pastillas por la mitad para ahorrarlas. Seis meses y nada”, dice. El elevador llega. Hay varios obreros y dos carretas con bombonas de gas. No hay espacio. Deja que se vaya y vuelve a la farmacia para formular una pregunta que había olvidado. “Disculpe, ¿sabe para cuándo podría llegar el medicamento?”. Quien atendía al público, una mujer de mediana edad, se limita a encogerse de hombros.

Un país con rumbo incierto incita a respuestas igualmente inciertas. Así parece sentirlo Hernández.  “No se sabe para cuándo llegan”, agacha la mirada y aprieta el botón del ascensor.

El gobierno ha rechazado en reiteradas ocasiones la ayuda  de otros países; el gobierno niega que Venezuela esté sumida en una emergencia humanitaria compleja; el gobierno le dice no a la apertura económica y abraza el aislamiento.  La constante negativa a la pregunta: ¿tienen Bisoprosol? tiene el mismo talante de quienes integran el Estado: negacionistas de la realidad del ciudadano de a pie.

Entra al elevador. Llega a la planta baja y cruza el umbral para internarse en las soleadas calles de Caracas. Para Omaida Hernández es otro día de continuas negaciones a sus derechos fundamentales.

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