Personas que se reconocen opositoras al régimen asumen que no tienen otra opción sino aceptar las reglas del juego establecidas arbitrariamente por el oficialismo para acceder a bienes y servicios básicos. Recibir alimentos subsidiados, comprar medicamentos y salir del país son algunos de los derechos que los venezolanos intentan preservar, en medio de la profundización de la crisis política, económica y social del país
Reporte Proiuris
Andreína Domínguez Urbina
Era la última oportunidad para registrarse en el sistema, tres días antes de celebrarse las elecciones municipales. La plaza Caracas, ubicada en el centro de la ciudad, estaba abarrotada de personas que tramitaban el carnet de la patria, un documento que según lo anunció el presidente de la República, Nicolás Maduro, el 3 de diciembre, será imprescindible: “De ahora en adelante todo se realizará con el carnet de la patria”.
Quienes no habían gestionado el carnet tenían hasta el 7 de diciembre para hacerlo. El ultimátum se tornó amenazante y a la plaza Caracas también acudieron muchos que se reconocen como opositores al gobierno y repudian el nuevo mecanismo que determinará las relaciones prestacionales entre el Estado y los ciudadanos. Cada uno de ellos tendría un miedo que contar.
Ser “privilegiado” con una bolsa de comida y, en el mejor de los casos, con un bono navideño, comprar medicinas y poder salir del país, fueron algunos de las respuestas de las personas consultadas sobre las razones para obtener el documento. Para evitar represalias en su contra, Proiuris mantiene sus identidades bajo reserva.
Contador público de 32 años de edad. Llega a plaza Caracas a las 9:00 de la mañana. A esa hora ya están instalados en el lugar puntos rojos del Partido Socialista Unido de Venezuela y propaganda electoral de la candidata del oficialismo a la alcaldía del municipio Libertador, Erika Farías.
Al ver la fila que lo precedía cuenta las personas en espera. Son aproximadamente 200. “¡Qué desgracia! – exclama- tener que venir a perder el tiempo en esta cola como si no fuera suficiente con todas las que uno tiene que hacer en este país”.
Hora y media después el joven profesional se aproxima al toldo donde lo espera una mujer que viste franela roja y una gorra con las siglas del PSUV. Además de sus datos de identificación personal, su lugar de residencia y su número telefónico, la mujer comienza a interpelarlo, a medir su proximidad con el gobierno: “¿Recibe el bono de cestaticket socialista? ¿Se ha beneficiado con algún programa social como bolsas Clap, productos línea blanca, vehículo, vivienda? ¿Está inscrito en el programa de la Gran Misión Vivienda Venezuela? ¿Ha sido atendido en algún Centro de Diagnóstico Integral (CDI) de su comunidad? ¿Pertenece a algún partido político?”.
El interrogatorio demoró cinco minutos. A pesar de haber declarado no ser beneficiario de las llamadas misiones ni pertenecer a alguna organización partidista, el hombre recibió su carnet. Se detuvo un instante para detallar el documento. “Esta vaina ni se ve. ¿Viste, la foto está oscurísima?”, le comentó a una joven que tenía al lado. Se quedó con el carnet en la mano, lo vio unos segundos más, suspiró profundo y con un gesto tosco lo guardó en un bolsillo del pantalón.
Un solo motivo obligó al profesional a tramitar el carnet de la patria: el temor a no poder salir del país. “Me vine porque mis primos que trabajan en instituciones públicas me lo advirtieron. Esta gente (refiriéndose al Gobierno) va a pedir ese carnet para todo”.
Una muchacha que estaba a su lado lo secundó: “Yo también me lo voy a sacar por lo mismo. Me voy en enero y tengo miedo de que me retengan en el aeropuerto si no lo tengo”.
Había tres colas: una para las personas de la tercera edad, otra para reposición del documento y la más larga para quienes hacían el registro por primera vez. Todas avanzaban con rapidez. Para animar (o desanimar, también es probable) a los presentes, los organizadores de la jornada apelaron a la música “de protesta” del cantautor Alí Primera.
El contador y la muchacha que conoció en la cola seguían quejándose. “Mira como está todo sucio, huele a orine. Era para que esto estuviera impecable. El gobierno ha acabado con todo. Aquí me da terror sacar el celular. Me vine así sencillito porque aquí lo que manda es el hampa”, se les oyó decir.
Una mujer de 63 años de edad, se mostró más cautelosa al expresar sus opiniones contra el chavismo: “Ya he escuchado tantas cosas. Una vecina mía se puso a decir en la cola para sacar el carnet que no apoyaba al gobierno y cuando tocó su turno le dijeron que el sistema se había caído y no se lo dieron. No sé si será verdad, pero uno nunca sabe”, comentó en voz baja.
Cuando le entregaron el documento agradeció a la Virgen del Valle. “Era lo único que me faltaba para comprar Trileptal por el 0800-Salud” aseguró. Comentó que su nieta, que sufre de epilepsia desde hace 8 años, requiere de la medicina para controlar las convulsiones. También dijo que temía perder su pensión. “Si con ese carnet puedo tener mis cosas, entonces es la única opción que me queda para sobrevivir en esta crisis con mi muchachita”, afirmó.
A la plaza Caracas también acudió una adolescente de 17 años de edad y seis meses de embarazo. Llegó a las 9:45 de la mañana y no tardó en quejarse por no recibir atención preferencial debido a su estado. “No desayuné” le dice a su vecina en la cola mientras, constantemente, se agarra la cintura con ambas manos.
“Estudiaba quinto año pero lo dejé hace 11 meses. Quiero entrar al plan Chamba Juvenil y por eso necesito el carnet. A una amiga ya le dieron 200.000 bolívares y luego 500.000 bolívares más del bono navideño. Yo también los necesito” señaló. Dice no entender por qué los precios aumentan todos los días.
Detrás de la embarazada, una mujer chequeaba la hora permanentemente en su reloj. Se notaba ansiosa. Le preocupaba llegar tarde a su sitio de trabajo: “Bendito el momento que se me perdió esa porquería de carnet. Tengo que esperar, porque si no lo tengo mañana, cuando lleguen los CLAP a Petare, no me van a dar mi bolsa. Es lamentable que uno tenga que verse en esto. Antes yo hacia mi buen mercado donde me diera la gana. Esto es una burla”.
Diversos ciudadanos tramitaron el carnet para obtener los bonos navideños prometidos por el Ejecutivo MIKEL FERREIRA
Herramienta de control político
La decisión de un ciudadano de someterse a la voluntad del gobierno, a pesar de que rechace sus ejecutorias, corresponde a una “lógica de sobrevivencia social”, según lo explica la psicóloga social y profesora de la Universidad Simón Bolívar, María Teresa Urreiztieta.
“La gente no quiere seguir en un estado de zozobra constante, por eso apela a lo que tiene a la mano. Y en este momento lo que tiene es la posibilidad de obtener un instrumento como el carnet de la patria para comer o comprar medicinas. Obviamente están obligadas, pero hay que entender que la lógica de la dignidad sucumbe ante la lógica de la sobrevivencia. El ciudadano se pregunta cómo sobrevivir ante el descalabro, la amenaza y los augurios sobre la profundización de la crisis”, argumenta.
La docente atribuye al gobierno la responsabilidad de socavar la libertad y las convicciones democráticas a través de esta herramienta de control político y social que a su juicio, tiene como base fundamental la construcción de una política de sometimiento que se fundamenta en la administración arbitraria de las posibilidades de acceso a oportunidades de todo tipo: trabajo, atención hospitalaria, alimentos, bonificaciones económicas.
“El carnet de la patria no solo intenta manipular a la gente, sino que busca controlarla. Es un instrumento de coacción, segregación y de discriminación porque obedece a una política de sometimiento para la dominación y el clientelismo. El gobierno ha perdido apoyo popular por ello, utiliza esta estrategia para avanzar en su proyecto político”, enfatiza.
Urreiztieta lamenta el terror que ha cundido en la población. Considera que muchos venezolanos temen ser discriminados, porque precisamente se está construyendo un nuevo orden social que distingue entre los que se someten y los que no se someten a los designios del gobierno.
“La gente tiene miedo que le digan: no cuentas, eres un venezolano de segunda porque no tienes carnet de la patria. Y piensan: yo no voy a pasar hambre, no voy a dejar de tener oportunidades de trabajo, ni a someter a mis hijos a que los discriminen, que los excluyan de las escuelas públicas porque no tengo el carnet de la patria. Lo que mueve no es la afiliación, es el sometimiento y el miedo”, insiste la psicóloga social.
El vicepresidente de la Asociación Venezolana de Consultores Políticos, Luis Medina, también califica la conducta de los opositores que tramitan el carnet de la patria como un método de supervivencia. La gente, razona, procede con pragmatismo; para aprovechar beneficios que el gobierno administra como dádivas aunque se trate de derechos. Advierte que ello no necesariamente implica apoyo al proyecto político instaurado por el chavismo.
Argumenta que muchas personas han participado en programas como Cadivi para obtener dólares preferenciales, lo cual no equivale a claudicar en su convicciones políticas. “Un ejemplo claro fueron los consejos comunales. La gente inicialmente se resistió. Pero después vimos a urbanizaciones de clase media y alta organizarse en consejos comunales lograr beneficios colectivos. Eso no los convirtió en seguidores del chavismo. Lo mismo va a ocurrir en esta oportunidad. Con una severa crisis económica la gente solo busca el carnet de la patria para tener un paliativo”, relata.
El politólogo considera que no es casual que ante la proximidad de un proceso electoral el gobierno siempre recurra a una rendición de la carnetización. Es allí, según el analista, cuando el carnet se convierte en una herramienta de control político.