Restringir la ingesta de los adultos es una de las estrategias de sobrevivencia familiar identificadas por Naciones Unidas. Pedro Enrique Oropeza cuenta las dificultades que afronta para alimentar a los más pequeños de la casa
REPORTE PROIURIS
ERICK S. GONZÁLEZ CALDEA
Un ingreso mensual de 454.000 bolívares no es suficiente para alimentar a toda su familia. Pedro Enrique Oropeza tiene 50 años de edad, vive en El Amparo, al oeste de Caracas, y trabaja en tres edificios de la zona en labores de mantenimiento y limpieza.
“En dos de los edificios solo me pagan el sueldo mínimo sin cesta ticket y me rebusco en otro , donde recibo 100.000 bolívares más”, detalla. Asegura que lo que gana no le alcanza para que él, su esposa y cuatro hijos coman completo.

Pedro Oropeza tiene tres empleos como barrendero en Las Lomas de Urdaneta, con su salario mantiene a toda su familia ERICK S. GONZÁLEZ
“Semanalmente gasto más de 200.000 bolívares comprando comida, pero no me alcanza para pollo, carne ni enlatados; no los comemos desde hace tres meses. Todo eso está muy caro. Solo compro lo esencial: queso, vegetales y harina de maíz”, relata.
El sueldo básico en Venezuela es de 177.507 bolívares. Si se le suman 279.000 bolívares correspondientes al bono de alimentación, el ingreso mensual alcanza los 456.507 bolívares. Una familia debe gastar 89.000 bolívares diarios para comprar comida, lo que equivale a unos 500.000 bolívares semanales.
Pedro trabaja desde las 6:00 am hasta las 2:00 pm. El resto del día se dedica a buscar comida en establecimientos comerciales donde pueda comprar más barato. Recibe los alimentos subsidiados por el gobierno a través del programa Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) pero asegura que no son suficientes. “Son seis bocas y mi esposa no trabaja”, comenta
“Hasta hace dos años comíamos tres veces al día. Aunque la cosa ya estaba difícil, por lo menos el sueldo me alcanzaba para comer. Ahora no. No puedo comprarles ropa a los muchachos, ni siquiera puedo hacer que coman completo y balanceado. Estamos patas arriba”, expresa.
Dos de sus cuatro hijos estudian en un colegio público ubicado en Catia. “En el plantel les dan desayuno y almuerzo tres veces a la semana, con eso me ayudo”, explica.

Pedro vive en el sector El Amparo de Catia con su esposa y cuatro hijos. Desde hace dos meses no compra carnes ni enlatados ERICK S. GONZÁLEZ
Oropeza narra que le tuvo que exigir a su hijo mayor, de 20 años de edad, que buscara trabajo para que aportara más ingresos al hogar. “Me dolió decirle que trabajara, pero ya no podía mantenerlo. Es muy difícil por la situación”, agrega.
“Hay noches en las que me acuesto sin cenar. Hay días en los que me acuesto sin haber comido en todo el día. No como para que los muchachos coman. No me angustio por mí, pero cuando mis hijos se acuestan con hambre, me deprimo. No se los demuestro, lloro por dentro para no demostrarles lo mal que lo estamos pasando”, enfatiza.
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