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Emergencia Humanitaria: Unos pierden la salud, otros la vida

Recorrer cuanta farmacia encuentren en el camino, realizar trueques, comprar por Internet, conformar grupos de mensajería, pedir ayuda a familiares y amigos y hacer alianzas con asociaciones civiles son algunas de las estrategias que aplican los venezolanos que no consiguen o no pueden adquirir los medicamentos que requieren para sobrevivir.

DAVID MATOS-Prensa Proiuris.

Azuzena Manrique, de 48 años de edad, comenzó hace cinco meses a perder peso aceleradamente. Al principio, no le dio importancia pero la constante fatiga, cambios de humor y problemas estomacales provocaron que acudiera al médico. Le diagnosticaron cáncer colorrectal. Jorge Hernández (*) de 82 años de edad, va regularmente a consulta para atender su hipertensión arterial, diabetes y el chequeo y mantenimiento de un marcapasos. Andrés Samuel, de 14 años de edad, se dializa tres veces por semana desde los dos años. Distintas edades, distintas enfermedades y un padecimiento adicional que es común a todos los venezolanos con enfermedades crónicas: no consiguen los medicamentos que deben consumir, o los altos precios no les permiten adquirirlos.

La crisis humanitaria afecta a 4.000.000 de personas con enfermedades crónicas de las cuales 300.000 corren el riesgo de sufrir daños irreversibles. Todos deben sortear los escollos de la escasez y el impacto de la inflación en el precio de las medicinas.

Recorrer cuanta farmacia encuentren en el camino, realizar trueques, comprar fármacos por Internet, conformar grupos de mensajería, pedir ayuda a familiares y amigos y hacer alianzas con asociaciones civiles son algunas de las estrategias que aplican para sobrevivir.

Brote infeccioso y sin antibióticos

De sus 14 años Andrés Samuel Fernández ha pasado 12 acudiendo sin falta lunes, miércoles y viernes al Hospital de Niños J.M de Los Ríos para dializarse.

“Cuando tenía un año le comenzaron a dar fiebres muy altas. Lo llevamos a varios centros de salud y le diagnosticaron insuficiencia renal crónica” narra su madre, Vicky Fernández.

En febrero de 2017 Andrés Samuel comenzó a presentar síntomas como fiebres y fuertes dolores en las articulaciones, al igual que otros pacientes de la Unidad de Hemodiálisis del J.M de Los Ríos. Los padecimientos del grupo causaron alarma entre las madres quienes comenzaron a buscar la causa de los síntomas. Los médicos ordenaron que el grupo fuera hospitalizado y se les practicó una serie de exámenes. Los resultados, que estuvieron listos en marzo, determinaron que Andrés Samuel y el resto de los pacientes estaban afectados por dos bacterias: Pseudomonas y Klebsiella, mortales si no son tratadas con eficacia.

Un estudio de la Unidad de Gestión de Tecnología en Salud de la Universidad Simón Bolívar, realizado en el J.M de Los Ríos a finales de 2016, confirmó una relación directa entre las condiciones de insalubridad, limpieza y mantenimiento de los tanques y la calidad de las aguas que llegan a la institución; caldo de cultivo para este tipo de bacterias.

Entre mayo y agosto de 2017,  siete niños murieron a consecuencia de la infección. Andrés Samuel sobrevivió.

“Por una orden de la dirección del hospital debimos firmar un papel en el que permitíamos que a los muchachos se les aplicara un tratamiento con un antibiótico que tenía un año vencido, el Menoperem. Era el único que estaba disponible” indica Vicky Fernández.

“Hace doce años que venimos al J.M y nunca habíamos tenido escasez de medicamentos. La infección pudo haberse controlado si hubiésemos tenido los antibióticos a tiempo. Andrés Samuel me decía ‘Mami, yo no me quiero morir’ ” recuerda.

Vicky asegura que los familiares de los niños se apoyaron en organizaciones civiles para obtener medicamentos en 2016 y principios de 2017. Aseguró, sin embargo, que desde que llegó al cargo el actual ministro de Salud, Luis López, se ha encargado de realizar donaciones y costear exámenes médicos.

“No me queda más que ponerme en las manos de Dios”

Luisana Hernández tiene 26 años de edad. Es madre soltera y padece de cáncer de mama. Sus brazos y caderas develan los ocho kilos que ha perdido desde el mes de junio cuando fue diagnosticada.

Desde hace seis semanas Luisana no consume Trastuzumab, un medicamento que debe tomar para bloquear la hormona que incide en el tumor que padece en su seno derecho. “No lo encuentro en las farmacia, fui al Seguro Social, pero no había. Se consigue, pero 1.200 dólares”, dijo. Familiares le envían medicinas desde el estado Zulia.

Azuzena Manrique también tiene cáncer y al igual que Luisana, el diagnóstico es más angustiante por la escasez de medicamentos. Tiene cinco meses de un diagnóstico de cáncer colorrectal y el mismo período buscando infructuosamente las medicinas que necesita.

“Tengo que comprar los de la quimio y otros que ayudan a controlar la tensión durante los ciclos del tratamiento. Los consigo entre 50.000 y 130.000 bolívares, a través de un grupo de mensajería instantánea. Me ha tocado comprar Losartán vencido y hasta me han estafado. Una persona me consiguió una medicina, le transferí los 80.000 bolívares que me pidió y nunca me la entregó”, asegura. “No me queda más que ponerme en las manos de Dios”, agrega la mujer con resignación.

Jorge Hernández (*) tiene 82 años. Padece diabetes, hipertensión arterial, prostatitis y, además, tiene un marcapasos. Sus hijos pagan entre 11.000 y 120.000 bolívares por medicinas, cuando las encuentran. Su hija, Liliana Hernández, aseguró que las tres que él requiere para el corazón y la circulación no se consiguen. “El médico nos dijo que mi papá no puede dejar de tomar estas medicinas, pero hace meses no las encontramos”, asegura.
Afirmó que ante la escasez han recurrido a vías alternativas como la medicina natural. Compran una por las que pagan 39.000 bolívares. “Por ahora, es lo único que venden en Maracay”, dice.

El paciente enviudó en 2015. Sus nietos, residenciados en Caracas, Maturín y Boconó, procuran conseguirle algunos de los medicamentos. “Mi papá debe tomar medicinas para la diabetes, la tensión, la circulación, la próstata y para mantener en buenas condiciones el marcapasos. Todas son caras y no se consiguen”, insiste la hija.

“Siento que perdí la vida”

Belkis Solórzano y Yamilexi Reyes son dos víctimas fatales del desabastecimiento de medicinas. El no poder consumir los inmunosupresores que requerían provocó que los cuerpos de ambas mujeres rechazaran el riñón que les había sido trasplantado hace más de una década. Ambas murieron.

El 12 noviembre unas horas antes de fallecer, Belkis quiso dejar su testimonio ante Francisco Valencia, presidente de Codevida. “Siento que perdí la vida. Perdí. Así como muchos trasplantados, me quede sin esperanza. A las autoridades les digo que no piensen en nosotros, que piensen que ellos pueden estar en nuestro lugar. Nos quitaron la vida sin los medicamentos”, manifestó Solórzano.

Otros cien pacientes trasplantados están en riesgo de perder sus órganos desde el viernes 17 de noviembre, debido a la falta de inmunosupresores en el Instituto Venezolano de Los Seguros Sociales, denuncio Valencia. Precisó que 5.000 personas no pueden ser trasplantadas, luego que el gobierno nacional suspendiera el programa de trasplantes en los centros públicos de salud durante el mes de junio.

Los registros de la Red de Codevida indican que cinco personas han presentado rechazo agudo del órgano trasplantado por falta de medicamentos inmunosupresores en los últimos quince días. La situación empeora con la insuficiencia de las unidades de diálisis; no hay equipos suficientes para atender a todos los que requieren tratamiento. “La situación condiciona la salud y trae la muerte”, concluyó Valencia.

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